CARACTERÍSTICAS BÉLICAS
“Mucha gente, especialmente la ignorante, desea castigarte por decir la
verdad, por ser correcto, por ser tú. Nunca pidas disculpas por ser correcto, o
por estar años por delante de tu tiempo. Si estás en lo cierto, y lo sabes, que hable tu razón. Incluso, si eres una minoría de uno solo, la verdad
sigue siendo la verdad”. Mahatma Ghandi
Por supuesto que sentimos e interiorizamos al país como si estuviéramos en
guerra. No solamente por lo que se dice
y piensa, sino por lo que en carne propia, la población venezolana experimenta
y siente.
El sentimiento colectivo del venezolano se parece mucho al de los
pueblos víctimas de guerras y conflictos bélicos. Total desesperanza; carencias insalvables;
alimentación precaria; desnutrición; pésima calidad de vida; enfermedad, muerte,
desolación, e inseguridad. A mi juicio,
como colofón, algo mucho más grave que se añade, las perniciosas dosis de
resentimiento y odio que sembramos y estimulamos durante años, y que han sido
causa de fraccionamiento y desigualdad en el seno de toda la sociedad
venezolana. Dos (2) graves detonantes sociales.
Si nos comparamos en el tiempo de la historia con los pueblos en guerras
remotas, pasadas y recientes, el
perdón, el olvido y la impunidad, son
una constante en todos los conflictos.
Ellos tres (3) han sido en
conjunto o separadamente, elementos
perturbadores para la reconstrucción de la paz social en los países que las
sufrieron. En todos ellos, se alimentó
una irracional confrontación fratricida que creció y creció, tal y cómo hoy
vemos aumenta en nuestro propio patio. Tristemente, hemos asumido como parte de
nuestra idiosincrasia nacional, esa irracionalidad que siempre termina siendo
insalvable. Porque un país que se
distancia, al igual que lo hicieron esos pueblos en guerra, del punto crucial
para alcanzar salidas reconciliadas, es víctima de su propia conducta.
Si esto es así, y de eso no tengo la menor duda, cabría reflexionar con
agudeza, como enfrentar soluciones frente a los desequilibrios sociales que
esto genera.
Una de ellas sería, analizar las
consecuencias de ofertar mecanismos
de esperanza, sin sopesar en profundidad, o saltándonos a la ligera, las consecuencias
y conclusiones que materializarían la oferta.
Me refiero al balance social necesario que debería existir entre
Impunidad y reconciliación.
Tu no le preguntas al Juez, sobre sus emociones personales en relación o
hacia el reo que será juzgado en su tribunal por delitos criminales graves. Eso
es irrelevante.
Ver el muestrario de colores para pintar el frontis de la casa que no
existe, choca con la más elemental racionalidad.
Las cosas hay que llamarlas por su nombre. No son tiempos de cajitas
felices o “pajaritos preñados”. Este es un País y un Estado repleto de
forajidos, que muchos compatriotas detestamos a medias, porque es bien sabido que también en grandes
proporciones día a día, hay quienes le
hacen “carantoñas” al status, o simplemente
miran para otro lado o se tapan la nariz, cuando no quieren ver ni oler
el país corrupto e inservible que tenemos. Incluidos la mayoría de sus líderes.
El oficio más cómodo del mundo es el de la crítica. Que poco hacen los
críticos a ultranza, que nunca aportan soluciones.
¿Qué hay que hacer?
Empecemos por repasar una histórica y legendaria lista.
Rómulo, Leoni, Caldera, CAP I, Herrera Campins, Lusinchi, CAP II, RJV,
Caldera II, Chávez y ahora Maduro, tuvieron y tienen Gerentes y Jefes de
Servicios (Ministros y Directores)
corruptos, que vimos crecer de menos a
más en número, entre escándalo y
escándalo según fueron transcurriendo los años del 58 para acá, hasta el sol de
hoy. Del peculado de uso con el que
inicialmente se inició la
corrupción, vimos con
el devenir de los años, como se
fueron sumando otros crímenes mayores de manera que la cualidad de
los delitos también devino
en aumento. Malversación, prevaricación, sicariato,
tráfico de influencias, lavado y blanqueo de dinero, legitimación de capitales,
contrabando de extracción, terrorismo, y narcotráfico entre otros no menos
graves, proliferaron al amparo de una total impunidad para sus autores,
testaferros y beneficiarios colaboradores.
¿Duele? Por supuesto que duele con todo y que estamos en guerra.
Por eso, antes que nada, la
verdadera reforma del estado, tiene
necesariamente que pasearse por ahí. Sin ambages ni pruritos de especie alguna.
La gente anhela eso. Justicia real e igualitaria para todos.
¿Hasta cuándo vamos a seguir retratándonos en grupo? Estos señores que
apañan, es decir, que siempre a título provisional y para salir del paso
convergen con los delincuentes políticos por razones estratégicas, son peores
que los apañados.
A esos, y por supuesto a los criminales (públicos y privados) que
están incursos en los delitos
nombrados, no solo hay que pedirles que
se aparten, habrá necesariamente que apartarlos y juzgarlos una vez que se
produzca un nuevo gobierno de transición. Uno que restablezca la
institucionalidad y el adecentamiento y separación de los poderes públicos. La
reinstitucionalización de las Fuerzas Armadas;
el retorno a un Congreso Bicameral con una Democracia fortalecida por un gobierno de Régimen
Parlamentario y Libertades plenas propias de un Estado Moderno.
Una eficiente y poderosa descentralización en la administración pública
en beneficio de las autonomías regionales en las 23 federaciones que conforman
igual número de estados del país.
Municipios fortalecidos localmente, gestionando en concordancia con las
idiosincrasias de cada región y administrando recursos y planificando de manera
directa Salud, Educación y Servicios Públicos, en cada localidad.
No somos verdugos. Queremos pisar la tierra con la planta de los pies,
llamando las cosas por su nombre. Tampoco somos monjes ascetas. La Venezuela Reconciliada que anhelamos, se dará después que cese la impunidad. Solo
por la vía de una justicia equitativa para todos, podrá activarse el perdón y el olvido
necesarios.
Maracaibo, 14 de febrero de 2017
Lorenzo Garcia Tamayo
lorenzogarciatamayo@hotmail.com
lorenzogarciatamayo@gmail.com
@lorenzogarciata
Nueva Esparta - Venezuela
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