TIENE QUE SER Y PARECER SER
La salud democrática de una nación depende de la calidad ética de sus
ciudadanos y, en especial, de sus representantes políticos. El mecanismo de
formación política siempre ha estado a cargo de los partidos, por lo que sus
dirigentes deben convertirse en “guardianes del Estado” como los denominó
Platón, teniendo como norte velar por el bien común. Si esto cambia, se
deteriora el sistema y se pierde la confianza en quienes tienen el deber de
formar generaciones apegadas a los principios y valores que dignifican al ser
humano.
La democracia es sustentada por los políticos. Ellos deben ser personas
que por sus características propias, deciden dedicar tiempo y esfuerzo al logro
de un orden social y al bienestar común. Ellos deben tener congruencia en el
pensar y en el hacer, subordinando sus intereses personales a los de sus
representados. El fortalecimiento de las instituciones políticas y su
credibilidad depende de muchos factores, principalmente, de la confianza que
sean capaces de generar en la ciudadanía. Esto se logra con buenas prácticas, a
través del ejercicio de virtudes cívicas. La honestidad, la austeridad y la
vocación de servicio son actitudes básicas que todos los ciudadanos reconocen
como valiosas, independientemente de las opciones partidarias que los políticos
defiendan.
Sólo si estos valores son respetados en el ejercicio democrático, la
ciudadanía será capaz de reconocer el noble oficio del político y valorarlo
como corresponde. El político no solo
tiene que serlo si no también parecerlo, porque el voto que deposita la gente
en la urna para su elección, lo compromete a tener una conducta recta. Ahora
bien, vistos los casos de actuaciones indecorosas, yo deduzco que la asignatura
de ética, algunos la reprobaron o la aprobaron sin estudiarla. Esta omisión
trajo como consecuencia que el grueso de la población perdiera la confianza en
quienes se le vendieron como la panacea para todos los males.
Hans J. Morgenthau defiende la necesidad de una escala de valores al
señalar: “Es absurdo decir que una actuación política no tiene ningún objetivo
moral, pues la acción política puede definirse como el intento de realizar unos
valores morales por medio de la política, y esto es el poder. Desde antaño, los
estudiosos de la política han coincidido en la necesidad de que ésta se
acompañe de la ética, porque cuando esta última se ausenta, entran en juego
todos los medios, incluidos los inmorales, tales como: la mentira, el engaño,
la traición, el asesinato político y la guerra. Ni la diplomacia, ni los
servicios secretos ni la policía deben estar por encima de la moral”.
El líder político debe apoyar la libertad de pensar, decir y actuar.
Respetar los preceptos legales y los valores morales que rigen a la sociedad.
Para prevenir manejos oscuros, el político debe ser retribuido cabalmente en la
medida en que su trabajo prodigue beneficios, bienestar o riqueza a sus
conciudadanos; sin embargo, aquel que se involucre en manejos turbios; aquel
que se corrompa o que corrompa a otros; aquel que viva rodeado de lujos
mientras sus representados naufragan en la miseria; aquel que defraude la
confianza que le otorgaron sus electores, más temprano que tarde, la sociedad
engañada le cobrará con creces su
traición.
Noel Alvarez
noelalvarez14@gmail.com
“Gente” Generación Independiente
*Coordinador Nacional de IPP - Gente
@alvareznv
Caracas - Venezuela
@beanavas
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