Muchas veces en el
entrevero del debate de ideas se dan por supuestas algunas definiciones sobre
las que en realidad las personas tienen distintas acepciones. Un caso típico, y
el que nos incumbe, es qué entendemos por liberal.
Muchas veces en el entrevero
del debate de ideas se dan por supuestas algunas definiciones sobre las que en
realidad las personas tienen distintas acepciones. Un caso típico, y el que nos
incumbe, es qué entendemos por liberal.
Una constatación inicial
es que nada tiene que ver el liberalismo con el “neoliberalismo” que es un
invento de la izquierda para deslegitimar adversarios sin ningún contenido y
sin posible respuesta ya que no existen los neoliberales. Así como para demostrar
que existen los marcianos habría al menos que encontrar a uno, deberíamos
hallar a un “neoliberal” para afirmar que son reales.
Y la razón por la que
nunca apareció es sencillamente porque el “neoliberalismo” no existe. Es la
caja de Pandora que los socialistas han inventado para colocar todo lo que
ellos y cualquier ser humano bien nacido encuentra despreciable, como la
corrupción, el desinterés por el prójimo, la maldad intrínseca, entre otras
cualidades.
Una dificultad, más
seria, consiste en las distintas interpretaciones que tiene la misma palabra
liberal en distintos contextos de espacio y tiempo. Nuestra definición es la de
aquellas personas que le otorgan a la Libertad un lugar preferente en el orden
de sus valores, por encima de otros por cierto también apreciables. Esa
libertad debe entenderse como ausencia de coerción arbitraria sobre el proyecto
de vida de cada persona en la medida que no afecte derechos de otros. A su vez
esa coerción debe ser la mínima posible, y solo ejercerse a efectos de asegurar
un orden institucional estable basado en un Estado de Derecho con reglas
universales, de aplicación general y conocidas de antemano.
A diferencia de lo que
piensan conservadores y socialistas, para los liberales la Libertad que merece
escribirse con mayúscula es una e indivisible. En efecto, incluye
necesariamente la libertad política y la económica ya que defiende la
democracia como forma de gobierno así como la necesidad de que cada persona
pueda disponer libremente de sus bienes para seguir los fines que desee. El
vínculo entre ambas libertades es evidente ya que la exclusión política pone en
riesgo la libertad económica y la ausencia de libertad económica impide la
participación libre en el proceso político.
Otro aspecto para
distinguirlo de otras visiones, es que para los liberales, dentro del marco
institucional reseñado, el futuro es impredecible y producto del orden
espontáneo que es resultado de la acción pero no del designio de los hombres.
De allí su rechazo a la idea de “modelos de país” o cualquier limitación a las
infinitas posibilidades de surgen del acuerdo voluntario entre las personas.
Los socialistas creen
que la realidad puede moldearse al antojo de sus divagues, despreciando la
tradición, que es fuente de información indispensable sobre la forma en que los
seres humanos fueron resolviendo sus dificultades y los derechos de las
personas, que para los liberales son naturales e inviolables. Así han llevado a
algunas sociedades a los más horrendos crímenes del siglo XX.
A su vez los
conservadores son adversos al cambio per se, por eso lo resisten y son una
fuerza retardataria. No son capaces de definir un rumbo más allá de aferrarse a
lo que ya fue, sin concebir que el futuro puede ser (y seguramente será)
distinto.
Hernán Bonilla
@Hernan_Bonilla
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