A
raíz de las últimas actuaciones de la administración de justicia estadounidense
por las cuales se conocen dos
nuevos casos de lavado de dinero por personajes relacionados con el gobierno
venezolano, se ha venido
resaltando, en los medios, el vacío de la oposición sobre el tema.
La
verdad sea dicha, es que ni toda la dirigencia opositora ha permanecido
callada, ni mucho menos la oposición
en general, que es mas grande y amplia que el minúsculo conjunto que
representan sus tradicionales
voceros. Basta con mirar las redes sociales para darse cuenta que la gente está
enardecida y que
lamenta, mas bien, que las sentencias impuestas por los jueces norteamericanos
sean tan exiguas.
Pero
ese silencio, en todo caso, no es nuevo, como tampoco lo es la corrupción en
sus distintas manifestaciones,
durante los gobiernos de Chávez y Maduro. El problema en Venezuela, es que se
pierde la
memoria muy rápido, hasta el punto que los protagonistas y los hechos se
olvidan, para luego desparecer.
Ese
enmudecimiento, a veces con determinadas acciones o palabras, otras sin ellas,
en varios momentos álgidos,
ha estado planeando sobre la política venezolana a lo largo de estas dos
décadas. Asuntos como el
de la ilegitima Asamblea Nacional Constituyente de 1999; los resultados del
referéndum revocatorio del
2004, o los de las elecciones presidenciales del 2006 o 2013, puestos en duda
primero y posteriormente
avalados sin mas explicaciones o con explicaciones algunas sorprendentes; la
postura condescendiente
frente a la inconstitucional transición por la que Maduro sucedió a Chavez en
la presidencia
en el 2013, o la desidia manifestada para impulsar la realización del
referéndum revocatorio contra
Maduro en el 2016, con una previa recolección de firmas que timó la buena fe de
mucha gente, por solo
mencionar los de mayor relevancia, son algunos ejemplos de como se puede
amortiguar o acallar el ruido
de un tren en marcha si necesidad de pararlo, y a los cuales hemos hecho
referencia en varios de nuestros
artículos anteriores.
Ahondando
un poco en el tema y recordando como se inició todo este largo proceso de
acomodamiento a las
circunstancias políticas del momento, se hace imprescindible recordar que para
el año 1999, cuando Chávez
inicia su periodo presidencial, la oposición al nuevo gobierno ya no se
encontraba liderada unicamente
por las organizaciones políticas de la derecha tradicional representada por
Acción Democrática
y COPEI, sino también por algunas nuevas, como Convergencia, Proyecto
Venezuela, Un Nuevo
Tiempo y Primero Justicia, surgidas de la deriva de las primeras. Una
circunstancia de dispersión importante
y a tener en cuenta, que influyó en el apoyo brindado al proyecto constituyente
de Chávez,
piedra
angular de su campaña electoral. Algo sin mucho sentido, en cierta forma, pues
no parecía muy creíble
haberse opuesto electoralmente en 1998, a Chávez, el candidato de la izquierda,
para participar unos
meses mas tarde, en unos comicios espurios, propulsados por él, ahora como
presidente, con el propósito
de elegir a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente, encargados de
redactar la nueva
constitución y echar las bases del nuevo régimen jurídico-político
Pero
el objetivo, si queremos denominarlo así, de no perder espacios, una especie
también de gen, común en
todos los políticos, pero que se desarrolla más fuertemente en quienes ya
saborearon las delicias del poder
o tienen una gran vocación de servicio, condujo a que desde ese mismo comienzo
de la presidencia de
Chávez, la dirigencia opositora de entonces, se plegase a unas votaciones
nominales, para las cuales las Bases
Comiciales, que sustituyeron a la legislación electoral aún vigente, y al
propio Consejo Supremo Electoral, solo permitían diez votos, no obstante
escogerse a nivel nacional a
veinticuatro constituyentes; de hecho, los mas importantes de todos. Esto unido
a la planificada
estrategia,
consecuencia de lo anterior, de convertir, por medio de los famosos Kinos,
aquellos comicios en
elecciones de planchas, hizo que no hubiese casi chance, o ninguno, de ser
electo viniendo desde cualquier
sector de la oposición. Aún así nadie dijo nada y, aunque era previsible, los
resultados fueron tan
arrolladores, que la oposición apenas contó con cuatro puestos de aquel total
nacional de veinticuatro, en
dicha Constituyente; exactamente los que Chávez quiso dejarles.
De
allí en adelante, la oposición ha continuado avalando al gobierno, con la
práctica de participar, salvo en
las legislativas del 2005 y en las del 2017 para conformar la segunda Asamblea
Constituyente adulterada,
en cada elección convocada, la mayoría de las veces sin auténtico chance de
ganarlas. Lo que le
molesta al ciudadano, después de todos este tiempo transcurrido, es que cuando
hubo oportunidad de ganar
algún proceso comicial importante, el mismo no se se produjo, siendo sustituido
por una inmensa oquedad,
como sucedió patéticamente con el frustrado revocatorio del 2016; o que cuando
se produjo,
como
ocurrió en algunas presidenciales, se le crearon expectativas al votante que resultaron falsas o que simplemente
no se defendieron, no obstante los resultados. Pero obviamente que lo de mayor trascendencia
fue lo del año 1999, pues habiéndose completado un auténtico fraude no se dijo
ni una sola palabra
al respecto, ni antes, ni después, de instalada la Constituyente.
Veinte
años mas tarde nada ha cambiado, aunque el silencio parezca diferente y llene
otros espacios vacíos.
José Luis Méndez La Fuente,
@xlmlf
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