miércoles, 20 de marzo de 2019

JOSÉ LUIS ZAMBRANO PADAUY, DISEÑO PARA UNA OFICINA EN MIRAFLORES


Debe ser cómoda, apropiada para las disertaciones amplias y pulcra para las acciones justas. Al entrar se percibiría un aroma de libertad y contaría con tomos enormes, libros suculentos sobre economía, finanzas y políticas públicas, para ilustrar el cómo erigir el gran país requerido.



Dominarían los colores tenues y discretos. Atrás quedarían las rimbombancias pictóricas y el rojo sangriento como estandarte. La justicia debe ser blanca y sin banderas ideológicas.

El piso debería tapizarse de azulejos impecables, para andar con diafanidad en el nuevo camino a recorrer. Los ventanales sin cortinas suntuosas, vidriadas y traslúcidas, para no ocultar las visiones y los sueños irresistibles por cambiar los paradigmas.

El mobiliario debe ser cómodo, sólido, con revestimientos finos, para sortear las batallas indescifrables. Con lámparas radiantes que compaginen con las ideas más originales y correctas. Un nicho perfecto para la reconstrucción, donde se generen las decisiones más lógicas para propiciar la felicidad compartida.

Nunca he sido experto para decorar los espacios. No sé si un jarrón puede trastornar lo minimalista o generar una distorsión en la armonía. Pero un presidente con buenas intenciones no creo que requiera de sitios intrincados ni le complique una oficina modesta.

Juan Guaidó nos puso a soñar. Lo hizo con unas palabras certeras en un momento en que la crispación nos atormentaba. Cuando días enteros se vivieron en tinieblas y hasta la sed hacía mella en nuestros pensamientos. Señaló sin recato y con un enfoque inigualable: “El cese de la usurpación está muy cerca. Pronto necesitaremos una nueva oficina para trabajar; próximamente iré a buscar mi oficina en Miraflores”.

Sus palabras tenían más de juramento que de una ocurrencia discursiva. Fueron esclarecedoras y no controvertidas. Habló de un requerimiento impostergables. De una necesidad por una actuación inmediata para modificar este esquema de tormentos impuestos.

Me entusiasma su sencillez y humildad, que se contraponen a sus metas. Espera lo que todos anhelamos y lo dice sin obstáculos. Ha desarrollado en poco tiempo, la capacidad para aplacar las dudas y hasta hacer desprender una salva de risas entusiastas por el futuro. No dudo que su mochila gubernamental está atiborrada de buenas intenciones.

En relación con el régimen, a veces tengo la rara percepción que la maldad conoce tanto de honestidad, que es capaz de manipularla para estampar sus farsas tremendas. Que detrás de una mentira hay otra peor y que tiene la sagacidad de burlarse de la verdad más evidente.

En todas las situaciones difíciles en la vida cotidiana del venezolano, se observa la silueta sombría del sistema. Los escamoteos, los trucos de mala índole y hasta las palabras temblorosas de pavor del usurpador pueden ser programados.

Por eso nadie me quita la idea de que el apagón histórico -más allá de ser evidente ante el descuido innegable en la generación eléctrica y de saltarse a la torera con todas las normas de mantenimiento-, pudo ser un evento planificado y medido para apagarle un poco la pólvora a los anhelos de libertad.

Los saqueos no tenían la catadura de un pueblo desesperado, sino de bandoleros de oficio. La gente en la calle solo clamaba por la restitución del servicio y, en algunos instantes, hasta se esfumó la fe en las verdaderas convicciones de Guaidó.

Los cubanos siempre han jugado al esquema cruel de que un caos tapa otro caos. Lo han hecho de forma repetida y brutal. Tal vez este apagón no sea el caso y simplemente sucedió lo que por tanto tiempo se esperaba.

Pero esta vez existe una consciencia internacional clara y un plan justo trazado con pincel. No creo en la visita turística de los emisarios de la ONU -como bien lo calificó Alfredo Romero, director del Foro Penal-, pues han concurrido a los centros hospitalarios que les ha dicho el régimen y no pudieron conversar con los presos políticos.

Estamos inmersos en un momento crucial. El presidente interino lleva su plan con cautela, pero sin desviar su cometido independentista. Está bien plantado frente a cada paso histórico. Los acontecimientos sobrevendrán. No podemos dudar de ello. Su guía está saturada de movimientos simultáneos, en la cual la irrupción militar podría ser el eslabón de una cadena de hechos posibles. Por ahora solo resta seguir andando este pedregoso camino para la reconstrucción nacional. 

José Luis Zambrano Padauy
zambranopadauy@hotmail.com
@Joseluis5571

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