lunes, 29 de julio de 2019

MERCEDES MALAVÉ: LECCIONES DE MARITAIN

Karl Popper relató en sus memorias lo que le hizo cuestionar su afiliación marxista. Siendo joven cadete del partido comunista, a los 17 años presenció la detención de camaradas, con la inmediata reacción de los dirigentes del partido de incrementar el número de jóvenes en la protesta. La policía no tardó en reprimir y ese día murieron 6 manifestantes compañeros de Popper. Los líderes comunistas concluyeron que, cuanto más terrible fuera la represión, más y más jóvenes debían lanzarse a las calles, a fin de acelerar la llegada del sueño revolucionario. Cadáveres adolescentes se presentaban como mártires “héroes” del comunismo, bajo la consigna “¡Ayuda a que se produzca lo inevitable! ¡Ayuda a que llegue el comunismo!”. Ante semejante destino, Popper se preguntó sobre el estatuto científico del marxismo: ¿Qué ideología o sistema de pensamiento puede exigir el sacrificio de la propia vida? ¿Cómo puede garantizarse que la inmolación no sea inútil? ¿Es posible adquirir certeza de los postulados teóricos del marxismo? ¿Es lícito enviar a la guerra a nuestros hijos en nombre de la patria, de la revolución o de cualquier otro sistema político?

De ahí su tesis falibilista en la que insistirá el resto de su vida. Nadie puede creerse dueño de la verdad –y los grandes sistemas ideológicos lo promueven– pues en ese momento deja de tener razón y se convierte en un peligro para la paz y la convivencia pacífica: “No morirás por una idea”.

Dejarse la vida por la verdad 

Pero no todos los filósofos se conformaron con la tesis falibilista que plantea que algo es verdad hasta que se descubra otra verdad mayor. Popper defendería hasta la muerte el falibilismo porque ésa era su verdad absoluta. La intolerancia frente a quienes defendieran ciertas verdades de carácter infalible, no tardaría en degenerar en violencia y confrontación. Y es que no se puede confundir la verdad con la actitud ética frente a ella. Se puede creer en algo y ser tolerante; se puede afirmar la verdad con apertura o de manera fundamentalista. Si la verdad se fundamenta en la actitud hacia ella, y no en el hecho de su cognoscibilidad, entonces estamos confundiendo la razón con la acción, el pensamiento con el obrar. 

En una búsqueda semejante a la de Popper, Jaques Maritain encontró en el pensamiento tomista-aristotélico no solo un conjunto de conceptos sumamente atractivos a sus cuestiones intelectuales, sino sobre todo una filosofía abierta a la trascendencia y a las posibilidades de la razón más alla del mero falibilismo y, por eso, una guía o pedagogía del intelecto en ascenso. No se adhiere al pensamiento tomista para ser un experto en filosofía medieval, o un erudito más en el elenco de estudiosos de la Suma Teológica. Entendió que lo que Santo Tomás persiguió toda su vida, él también lo podía seguir; que la misión del filósofo no es tanto adquirir cúmulos de ideas y razones, sino saber para qué son esas ideas y razones. Una joven inconforme con su vida respondía a su madre que le decía malagradecida: “Es que, madre, tengo ropa, tengo zapatos, tengo posibilidad de correr, pero no sé a dónde ir. Si supiera cuál es mi meta iría a por ella descalza, desnuda y a rastras si fuera necesario”. 

Es la búsqueda del sentido de la existencia lo que Maritain encuentra en la tradición tomista aristotélica. Una vez alcanzado ese norte, el privilegio le lleva a emprender la empresa de un proselitismo abnegado por la verdad. Participó en todos los foros y discusiones de su tiempo, desde el debate por los derechos del hombre, hasta las polémicas en torno a la relación entre ciencia y fe. Junto a su esposa Raissa, organizaron círculos, encuentros, lecturas, reflexiones; el hogar se convirtió en un auténtico centro de diálogo con intelectuales, artistas, literatos, filósofos, ateos, hinduistas, judíos, marxistas y científicos. A todos les invitaban a descubrir el quid de su oficio, que no era adquirir un cúmulo de “qué-es” sino de “para-qué-es”. Luego de numerosas aventuras existenciales, el matrimonio Maritain descubrió que la luz de la verdad emana del interior de cada interlocutor, por lo tanto, educar es enseñar a descubrir, invitar a pensar. 

Todas las opciones sobre la mesa 

La tragedia de la democracia consiste, para Maritain, en su incapacidad de realizar el ideal democrático. En primer lugar porque el mencionado sistema no ha dado con la forma de desarmar a los enemigos de la democracia, que insurgen una y otra vez con su obstinado componente de resentimiento, odio al pueblo y rechazo de la libertades individuales. En segundo lugar, la democracia fracasa por su imposibilidad de forjar instituciones sólidas que colmen las expectativas de equidad, justicia y prosperidad de todos los ciudadanos: “Los antagonismos irreducibles inherentes a la economía fundada sobre la fecundidad del dinero, el egoísmo de las clases propietarias y la separación del proletariado, erigida por el comunismo, han impedido a las afirmaciones democráticas pasar a la vida social; y la impotencia de las sociedades modernas ante la miseria y la deshumanización del trabajo, ha sido para ella un amargo fracaso”. 

Asimilando las lecciones de Maritain, fomentar el prejuicio falibilista de las múltiples opciones a fin de alcanzar el objetivo o, peor aún, seguir pertrechándose con tratados de guerra y amenazas bélicas para salvar a la patria, constituye nuestra tragedia democrática. Leamos a Maritain: “Al fin se ha establecido una coalición entre los intereses de las clases dirigentes corrompidas por el dinero, agarradas a sus privilegios y enloquecidas por un miedo ciego al comunismo (al que solo una política clarividente de reformas sociales habría podido evitar propagarse), con las ambiciones de aventureros sórdidos y la filosofía esclavista, enseñada en todos los países de Europa por los utópicos, ávidos de ver sus ideas llegar al poder por cualquier medio: vulgares traficantes de la degradación humana”. 

Cuando la bestia pisoteó Europa, el desastre del exterminio propició el examen de conciencia de muchos que, mientras Maritain hablaba, vacilaban y dudaban entre una supuesta multiplicidad de opciones que no era tal. 

Mercedes Malavé
@mercedesmalave

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