jueves, 5 de noviembre de 2020

CORINA YORIS-VILLASANA,ENHEDUANNA Y ASPASIA DE MILETO

Enheduanna

Hace unos días me enviaron un video donde la escritora española Irene Vallejo habla sobre el papel desempeñado por las mujeres en la transmisión del conocimiento y en la narración. En su breve exposición, hace mención a Enheduanna, la princesa y sacerdotisa que vivió en el siglo 23 a.C. en la antigua Mesopotamia. También se refiere a Aspasia de Mileto, compañera de vida del gran Pericles. Hoy, escribo sobre ellas.

Al investigar sobre Enheduanna, encontré la referencia al descubrimiento arqueológico de Sir Leonard Woolley y su equipo. Hablaré brevemente de algunos datos históricos relacionados con Mesopotamia, para, luego, referirme al descubrimiento de Sir Leonard Wooley y Enheduanna.

La antigua Mesopotamia, situada entre los grandes ríos Tigris y Éufrates, hoy Irak, se mantuvo durante siglos desconocida para el mundo occidental. Tan solo, mediante algunos autores clásicos, y, sobre todo, por el Antiguo Testamento, se conocieron ciertos detalles de algunos de los pueblos que la ocuparon. A Mesopotamia se le distingue como la cuna de la civilización; en sus tierras se desarrollaron los primeros asentamientos humanos estables, y se sitúa este hecho alrededor del año 4000 a. C. Los primeros pobladores fueron los sumerios, que se establecieron en la ciudad de Uruk y luego lograron ocupar la región baja de la Mesopotamia.

En el invaluable libro de Wilhelm Ziehr, Esplendor del mundo antiguo. Culturas mediterráneas (1978), su autor nos recuerda, precisamente, que el nacimiento de Occidente estuvo junto a las costas del Mediterráneo oriental; y que los sumerios, un pueblo olvidado, arrinconado en los anales de la Historia y desconocido por muchos, fueron los creadores del gran “elíxir de la vida: la escritura”. Esa maravillosa invención, debida a sacerdotes sumerios hace más de cinco mil años, permitió que el ser humano saliera de las tinieblas y no se viera condenado irremisiblemente al olvido. Son ellos los inventores de la rueda, la escritura con forma cuneiforme, las leyes escritas, la medicina, el sistema sexagesimal, los ladrillos de adobe, las construcciones con arcos. Fundan las primeras ciudades, y Uruk ha sido considerada la más importante durante el primer milenio, aunque también se destacaron las ciudades de Uy y de Nipur.

Hacia el año 2330 a.C, el imperio acadio consiguió someter a los sumerios y se expandieron a lo ancho y largo de Mesopotamia durante más de cien años. Este hecho trae, inexorablemente, un gran cambio debido a la difusión de la lengua acadia. Aquí, en este escenario, es donde nace y se desarrolla Enheduanna, quien escribe en sumerio, no en la lengua acadia.

En los años veinte del siglo XX, la universidad de Pensilvania y el Museo Británico idearon un proyecto de estudios arqueológicos en Irak. El equipo formado por Leonard Wooley y sus colaboradores realizaban excavaciones en la ciudad de Ur, cuando extrajeron un disco de alabastro; se reseña que este disco era de 25 cm. de diámetro y 7 cm. de espesor; tenía unos relieves relacionados con el dios de la luna en la mitología mesopotámica, conocido con el nombre de dios Nanna.

Los fragmentos de El Disco de Ur necesitaron ser restaurados y esa reparación permitió que pudiesen ser estudiados; se consiguieron representaciones de diferentes personajes; pero, para sorpresa de muchos, apareció la figura de una mujer: Enheduanna. Cuando revisé los artículos que reseñan la hazaña de Wooley y sus colaboradores, leí que en el disco se encontró la siguiente inscripción: “Enheduanna, sacerdotisa-zirru, esposa del dios Nanna, hija de Sargón, rey del mundo, en el templo de la diosa Inanna”. ¿Quién fue Enheduanna, que mereció esa inscripción en el disco?

Hija de la reina Tashlultum y de Sargón I de Acadia, el primer rey, quien unificó la Alta y la Baja Mesopotamia en un único imperio, fue la gran sacerdotisa del Dios-Luna Nanna.

He visto, con admiración y curiosidad, imágenes que reproducen el disco, pudiendo observar que en él sobresale la figura de Enheduanna, situada detrás de un sacerdote, quien ofrece bebidas al dios de la luna, Nanna; hay, además, un sirviente y un escriba. En la descripción que hace uno de los analistas del disco, se lee que: “Enheduanna luce un vestido con volantes y un tocado ceremonial. La dimensión de la figura femenina es mayor que la de las demás. Este recurso utilizado en el arte mesopotámico se usaba para mostrar así el poder y rango social elevado que ostentaba. Las figuras que elevan la mano hasta la altura de la nariz representan el saludo al dios”.

Enheduanna produjo muchos poemas o cantos de contenido religioso; algunos son himnos, otros, dedicados a la diosa Iranna. Se sabe que se han conservado 42 himnos 42 que glorifican varios templos de Sumeria y Acadia, tales como Eridu, Sipar y Esnunna; además, se han podido recuperar 37 tabletas procedentes de Ur y Nippur.

¡Estamos en presencia del primer historiador conocido! Y, resulta que es una mujer.

Doy un salto de siglos, y me detengo en otra figura femenina que merece nuestra atención: 

Aspasia de Mileto, pareja de Pericles.

De ella se sabe que nació hacia el año 470 a.C., en la ciudad griega de Mileto, (actual Aydın, Turquía). Hija de Axíoco, de familia adinerada, lo que le permitió ser educada inmejorablemente. Se sabe que, en las ciudades jonias, niños y niñas recibían, sin distingo de género, una esmerada educación.  Se cuenta que Aspasia leía poesía, filosofía y aprendió de Pitágoras que “el mundo es cosmos y armonía”. No se debe olvidar que para Pitágoras la visión cardinal de la armonía de las esferas consistió en que el universo es un cosmos, un todo ordenado y armoniosamente combinado.

Ingeborg Gleichauf, en Las mujeres en la filosofía, brinda datos sobre su vida en Atenas. Salió hacia esa ciudad cuando contaba unos veinte años y allí fundó una escuela de mujeres y se dice que dirigió una casa de citas donde concurrían los hombres más significativos de la ciudad.

Entre ellos, se encontraba Pericles, quien se enamoró profundamente de Aspasia y, dada en vista la inteligencia de la que hacía gala, depositó en ella toda su confianza y le asignó labores de gobierno; además, se convirtió en su pareja.

Aspasia consideraba que el lenguaje poseía un poder ineludible, por lo que aseguraba que «con un discurso bellamente expuesto sobreviene el recuerdo de las acciones gloriosamente efectuadas y el homenaje para sus autores parte de los que las escuchan».

Gleichauf recuerda una excelente descripción de Aspasia hecha por Plutarco Vidas paralelas: «Algunos son de opinión que Pericles se inclinó a Aspasia por ser mujer sabia y de gran disposición para el gobierno: pues el mismo Sócrates con sujetos bien conocidos frecuentó su casa; y varios de los que la trataron llevaban mujeres a que la oyesen».

La historia de la humanidad con sus contribuciones filosóficas, literarias, científicas ha sido escrita tradicionalmente por hombres y la participación de las mujeres ha quedado arrinconada, negada. Dar a conocer los aportes, como los señalados en este artículo, contribuye a rescatar del olvido a mujeres que han sido fundamentales en la construcción de nuestro mundo.

Corina Yoris-Villasana
cyoris@gmail.com 
@yorisvillasana
@ElNacionalWeb

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