sábado, 31 de octubre de 2020

ROMÁN IBARRA, LIBERTAD

El derecho que tiene todo preso político a obtener la libertad, es incuestionable. Máxime si se trata de alcanzarla frente a un gobierno inescrupuloso, y lleno de miserias; que usa la represión, la humillación del contrario, y la persecución a la disidencia como instrumento eficaz, pero asqueroso de sus propios complejos, resentimientos y venganzas.

Un régimen que castiga a quienes piensan distinto y a quienes les echan en cara –con toda razón- las culpas por la conducción infame, corrompida y ruin de un país que se les entregó en bandeja de plata para redimir las demandas populares por largo tiempo postergadas, y con todos los recursos económicos y financieros de los que ha dispuesto Venezuela en el muy largo período que va desde 1999, hasta el presente, de manera ininterrumpida.

Son casi 22 años de destrucción sistemática a la que han sometido a toda Venezuela, por la voluntad cobarde del payaso eterno, cuando decidió entregar al país para ser colonizado por una banda criminal extranjera, encabezada por un dictador en quien encontró una relación de dependencia y de extraño acatamiento para desangrar a nuestro país, hasta convertirlo en uno de los más pobres y miserables del mundo entero.

Por ello, cuando la sociedad intenta reaccionar se ha instrumentado la persecución a buena parte de la dirigencia política, e incluso a gente que sin tener responsabilidad política concreta, ha disentido de la manera en que se ha conducido al país.

Estamos de acuerdo entonces en que todos los presos políticos deben ser liberados, y en caso de que no sea así por arbitrariedades, entonces buscar alternativas cobra sentido.

De igual manera, así como todos los presos de conciencia merecen su libertad, también tienen el deber de enmendar sus errores, y ser autocríticos, en lugar de escurrir el bulto de sus responsabilidades.

Hemos visto detenidamente una rueda de prensa y declaraciones hechas desde España del líder de uno de los partidos responsables de la conducción de la política de la oposición, en las que habla de la necesidad de un gobierno de transición en nuestro país, en el que participen incluso personeros del actual régimen en ejercicio, lo cual, supone un ciclo importante de negociaciones y concesiones políticas para alcanzar semejante propósito. 

Esa postura sería correcta, si viniera acompañada de un propósito de enmienda sincero. No es posible admitir propuesta semejante si no hay autocrítica por los errores cometidos de manera sistemática a lo largo de estos años, especialmente por haber torcido el rumbo de la política de oposición luego del triunfo del 6D/2015.

Haber presionado para cambiar el diseño correcto que había hecho la MUD, según el cual, nuestra política era cívica; pacífica; constitucional, y electoral, para deslizarse hacia el extremismo de los grupos que auspiciaron el: ¨Maduro vete ya; las guarimbas; los trancazos; los guerreros de escudos de cartón; operación libertad; operación Gedeón, y la abstención¨.

Plantearse la posibilidad de competirle a Maduro en el escenario de la guerra, en la que este tiene el respaldo y protección de la FAN, desechando el escenario electoral donde la oposición tiene mejores posibilidades, es una verdadera locura, pero fue exactamente lo que ocurrió.

De manera que lo que corresponde hacer es abrir un debate intenso y amplio para lograr una nueva forma de conducción de la política de oposición, habida cuenta de que en Enero no tendremos representación parlamentaria, en la cual, se había depositado el liderazgo.

Por los yerros cometidos ya no tendremos la AN como contención de las arbitrariedades del régimen, y ello impone otra manera de enfrentarlos inteligente y democráticamente, pero no con la idea de un gobierno en el exilio.

Nueva dirección política, negociaciones, y búsqueda de espacios electorales. El país no aguanta más errores. 

Roman Ibarra
romanibarra@gmail.com
@romanibarra

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