Negar en el campo político, ideológico y filosófico la
“Teología de la liberación” como corriente revolucionaria, es propio de los
analfabetas funcionales que se refugian en el dogmatismo y el fanatismo irracional,
pues en medio de su miopía política nunca han entendido que las revoluciones la
hacen los pueblos y no los partidos y mucho menos los gobiernos.
Entendiendo que la teología es la ciencia que estudia
las “cosas de Dios”. Su origen surge en Europa en el año 1917 a través del
teólogo alemán Walter Rauschembusch, quien da a conocer sus ideas iníciales a
través del libro “Una teología para el evangelio social”, allí se plantea que
el cristianismo es un modo de vida y donde las enseñanzas de Jesús, representan
el instrumento para la liberación de hombre, es un instrumento para la
emancipación de los pueblos, para la libertad, para la convivencialidad,
fraternidad, solidaridad y para dignificar la vida de la humanidad en comunión.
Como virtud de convivencia humana. Más adelante otros teólogos, principalmente
protestantes (alemanes y holandeses) desarrollaron la “Teología de la
esperanza”. Inclusive este sector hablo de la necesidad de impulsar la
“Democracia Eclesiástica”.
En América Latina, esta corriente del cristianismo
comprometida e identificada plenamente con las luchas y los intereses del
pueblo, se encuentra expresada en las posiciones de sacerdotes católicos como
el padre Gustavo Gutiérrez (peruano), en sus obras como: “La verdad os hará
libres”, “La densidad del presente”, “Beber en su propio pozo” –entre otras- de
igual manera Leonardo Boff (brasilero) con sus obras “Florecer en el yermo”,
“Tiempo de trascendencia”, “Experimentar a Dios”. El cura y poeta nicaragüense
Ernesto Cardenal con su comunidad Solentiname, su poesía comprometida donde
denuncia el sufrimiento y la explotación de los pueblos en las llamadas
repúblicas bananeras, temática que sirvió para dar origen al “Canto General”.
En Ernesto Cardenal la teología de la liberación la manifiesta con mayor
concreción en su poemario “Salmos” (1964) y “Oración por Marilyn Monroe”
(1965).
Paulo Freire, otro de los representantes de esta
corriente en su opúsculo, entre los cuales destaca “Pedagogía del oprimido”,
“Educación como práctica de la libertad” , fue uno de los impulsores más
influyentes en esta corriente y en su última obra, que fue una recopilación de
sus escritos no editados hecha por su hija Ana María Araujo Freire, que lleva
por nombre “Pedagogía de la tolerancia” indica, la necesidad de la tolerancia
para la convivencialidad, la necesidad de vivir con el diferente. “Con el
diferente, no con el inferior”.
Cabe destacar que dentro de la “Teología de la
liberación” surgieron posiciones, que muchos han calificado de radicales, por
haber tomado la lucha armada para hacer los cambios sociales que necesita
América Latina, como son los casos de los curas Manuel Pérez y Camilo Torres
Restrepo, el primero español y el segundo colombiano, miembros del ELN de
Colombia, quienes murieron ofrendando su vida por amor al prójimo. Esta
tendencia se consolidó en la Conferencia Episcopal de Medellín, Colombia (1968)
y la de Puebla celebrada en México (1979), según muchos analistas allí se marco
la matriz de la llamada “Teología de la Liberación”.
Desde luego, que en el marco del cristianismo, la
propia Iglesia Católica ha producido documentos, que comprometen su accionar
con la justicia social, encíclicas papales como “Pacen in Terris”, (1991) de
Juan XXIII, donde exige y pide respeto a los derechos humanos, señala que los
mismos ante todo, son personas, personas dotadas de inteligencia y con el
derecho natural a la libertad, son derechos universales e inviolables, son
absolutamente inalienables.
De la misma forma la encíclica “Populorum
Progressio” (1967), de Pablo VI, donde se muestra la preocupación por temas
sociales, como la situación de miseria que viven muchos seres humanos, producto
de gobernantes y una clase política irresponsable y corrupta. Otra, La “Rerum
Novarum” (2006) de Juan Pablo II, cuya preocupación se manifestó en la
necesidad de dignificar a la clase trabajadora, la misma plantea el derecho
universal al trabajo y a la organización sindical, cuyo único objetivo es
buscar mejorar las condiciones materiales de existencia de la clase
trabajadora. Otros pensadores, que además de manifestar su pasión espiritual,
religiosa, filosófica, cívica y social como Teilhard de Chardin, Emmanuel
Mounier, Jacques Maritain –entre otros- manifestaron en su pensamiento y sus
utopías la necesidad de construir un mundo que respete la dignidad de los seres
humanos, que busque el bien colectivo y que luche por lograr la perfectibilidad
de la sociedad, en las posibilidades humanas. Aquí en esta corriente del
cristianismo llamada “Teología de la liberación” hay un pensamiento
comprometido con los cambios sociales, económicos y políticos, es una corriente
revolucionaria comprometida con el accionar de las luchas del pueblo, es un
pensamiento que no es marxista como lo quiere hacer ver la iglesia oficial.
Pues bien es sabido, que su principal fuente inspiradora es el propio evangelio
y la enseñanza y la conducta de Jesús crucificado, quien dio la vida por salvar
a la humanidad. Negar en el campo político, ideológico y filosófico la
“Teología de la liberación” como corriente revolucionaria, es propio de los
analfabetas funcionales que se refugian en el dogmatismo y el fanatismo
irracional, pues en medio de su miopía política nunca han entendido que las
revoluciones la hacen los pueblos y no los partidos y mucho menos los
gobiernos.
Enrique Contreras
Ramírez
unasimpleopinion7@gmail.com
@enriqcontrerasr
Venezuela
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