La concientización
convergente de la sociedad brasileña con el resto de los sudamericanos es
determinante para el futuro de nuestro continente como región. Los pobladores
de estos confines 1980 vivían de manera dispersos entre doce republicas
diferentes cuyos proyectos nacionales eran dispares y reflejaban una mera
referencia geográfica en el continente pero, todos en diferentes grados eran
dependientes económicos de los Estados Unidos, la metrópoli dominante durante
el siglo pasado.
El
continente había logrado su independencia política en un 90% después, de tres
siglos de colonialismo Ibérico practicado por los reinos católicos de España y
Portugal cuando a principios del siglo XIX surgieron movimientos nacionalistas
diferentes que en las posiciones españolas se manifestaron en los cabildos en
1810 y después se convierten en movimientos de liberación organizados en
ejércitos patrióticos en los cuales destacan en el norte el general venezolano
Simón Bolívar y en el sur el general argentino José de San Martin quienes
finalmente convergen en la batalla de Ayacucho en 1824 para derrotar el poder
español.
Después, se
opera un proceso secesionista de los tres virreinatos existentes y aparecen
varias republicas diferentes, cuestión que no ocurre en la colonia portuguesa
donde se traslada el rey Joao VI en 1809 huyendo del ejército francés de
Napoleón Bonaparte y posteriormente en 1822 emerge Brasil con Pedro I como un
imperio conservando todo el territorio: mientras en el continente quedaban
remanentes coloniales en la región de las Guayanas inglesa, holandesa y
francesa. Desde entonces y hasta finales del siglo XX los sudamericanos no
mostraban interés en lograr la unidad de su continente ni tenían conciencia de
lo que le podría significar para su bienestar personal esa realidad política y
geoeconómica hasta la década de 1980 cuando aparece un momento de inflexión
creado por el cruce diacrónico de los tiempos históricos de los países del
continente y el sistema dominante a escala mundial lo que determina la búsqueda
de uniformar las demandas regionales con los imperativos mundiales dominantes.
Esto
progresivamente hace surgir la creencia de una salida integral regional y la
aceptación de no poder lograrse de manera aislada como país, reconociendo las
limitaciones de los estados nacionales y aceptando el surgimiento de una nueva
realidad sudamericana que se va abriendo paso en medio de los avatares de la
globalización. En este tránsito destacan dos factores como agentes
desestabilizadores de los Estados sudamericanos: el primero, se presenta en el
plano económico creado por la grave crisis de la deuda externa y otro en el
político originado durante el desmonte de los regímenes autoritarios militares
cuando en el continente emerge la democratización empujada por el fortalecimiento
de la sociedad civil.
Estos dos
hechos se unen de tal modo creando en acondicionamiento más importante en el
cambio de mentalidad presentes en las siguientes generaciones que hoy aceptan
la viabilidad de Sur América como una necesidad política y económica en el
consorcio de un mundo globalizado. El caso de la deuda externa se manifiesta la
culminación de la errática política estatal de sustitución de importaciones,
por la falta de disciplina macroeconómica y las ineficiencias del gasto público
del Estado Esta situación se complica en la década de 1970 cuando, repercute en
la economía regional la decisión
de la
Administración de Richard Nixon presionado por los enormes gastos de la guerra
de Vietnam toma la decisión de quitarle al dólar el respaldo al oro para
dejarlo flotar en los mercados lo cual, altera los Acuerdos de Bretton Woods de
1944 cuestión que tiene graves efectos sobre todas las monedas
latinoamericanas. En la América Latina la manifestación se inicia en México en
1982 cuando el gobierno de anuncia que no podía cumplir con sus pagos de deuda
y rápidamente la situación de impago se manifiesta en la mayoría de los países
sudamericanos resultando el caso del Brasil el más notorio por la relevancia
del país.
Mientras en
México la cercanía con los Estados Unidos actuando con su enorme peso económico
como una fuerza de atracción para el viraje de orientación del país líder del
nacionalismo latinoamericano hacia su inserción en Mercado del Norte. En este
asunto es importante destacar como a partir de entonces en una época de
apertura neoliberal de las economías en las décadas de 1980 y 1990 los
gobiernos de México y de Estados Unidos influencian en mayor grado en las
negociaciones financieras internacionales, también, se nota como el gobierno norteamericano
influye sobre el Federal Reserve Bank y el Fondo Monetario Internacional para
socorrer la economía mexicana y la gran importancia alcanza por los “Acuerdos
Marcos entre Estados Unidos y México para la Estabilización de la moneda
mexicana”.
Esta
situación es acompañada después de 1994 aparece la iniciativa de la creación
del Área de Libre Comercio de las Américas y creo las bases para el viraje de
México al Mercado del Norte con Los estados Unidos y Canadá mientras los países
sudamericanos esperaban para entrar unidos cuando en las dos primeras décadas
del siglo XXI aparece una manifestación nacionalista a escala sudamericana
impulsada por la convergencia de movimientos populistas inclinados hacia el
socialismo (Chavismo, el Lulismo. El Kirchnerismo y otros) que en el 2005
pactan para rechazar la propuesta representada por el presidente John Bush de
los Estados Unidos.
En esta
oportunidad Brasil asume el rol protagónico de la valorización de Sur América
como región cuestión que se concreta en 2008 con la creación participativa y
consensuada de un espacio de dialogo supranacional, la Unasur para coordinar
los grandes recursos y posibilidades del continente procurando elevar el nivel
de vida de la población. Este logro histórico pudo ser posible por el proceso
de democratización iniciado en Brasil en 1985 cuando es derrotada la dictadura
militar y el país se abre al encuentro del resto de América Latina y aflora la
nueva mentalidad sudamericana a modo de paradigma regional. Este círculo
virtuoso cristaliza creando un momento esperanzador del continente sudamericano
siguiendo las prácticas de la democracia liberal pero en 2016 el equilibrio y
consenso regional se rompe con los eventos que acarrean la salida del gobierno
del Lulismo lo que conduce al desplome de la Unasur y abre un capítulo de
enfrentamiento entre las dos tendencia que se disputan el control del
continente en función de la valoración ideología de la democracia: la
capitalista pragmática y la socialista dogmatizada en la actualidad por algunas
tendencias del socialismo del siglo XXI.
En este
año, de 2021, el conflicto estalla con violencia en las principales calles de
las ciudades de Colombia, Chile, Perú y Brasil. En éste último por sus
dimensiones muestra como los resultados que surjan de las elecciones
presidenciales del próximo año serán condicionantes de la suerte sudamericana.
Lula aparece como el candidato del PT en representación de la posición de Foro
de Sao Paulo cuyo modelo de referencia es la
Cuba
comunista, un caso de la guerra fría e inviable para la situación actual del
Brasil: no obstante, articula un importante polo nacional y según las encuestas
co posibilidades de ganar en el enfrentamiento contra el gobernante
ultraderechista Jair Bolsonaro aspirante a un presidencia imperial en
representación del tipo de Estado más original y de mayor determinación de
poder en el continente, además el primero en vacunarse contra la tentación
fidelista con el golpe militar de 1964 … y esto aún gravita en el ambiente.
Alejandro Mendible
mendiblealejandro@gmail.com
Caracas – Venezuela
Enviado a nuestros correos por
Jesús Enrique Matheus Linares
jmateusli@gmail.com
@UranioMomoy
Venezuela
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