El deterioro de la economía, cuya manifestación más agresiva es la hiperinflación, el cierre de fábricas y establecimientos comerciales, el crecimiento de la pobreza, el aumento del desempleo y la informalidad, el colapso de los servicios públicos, la escasez de gasolina, diésel, gasoil y gas, y, en general, el cuadro de miseria que vive la inmensa mayoría de la nación, ha sido ampliamente dibujado por los estudios de Encovi, del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la UCAB, por empresas privadas como Consultores 21, Datanálisis y Delphos, y por numerosos observatorios que han sido creados durante los años recientes, con el fin de registrar con datos e informaciones precisas el curso de la realidad. Ya que el gobierno no cumple con su obligación de informar de forma confiable y oportuna acerca de lo que ocurre en Venezuela, la misma sociedad ha asumido ese papel: se ha dotado de instituciones y agrupaciones civiles que radiografían la realidad.
El mapa levantado por esas organizaciones sirve para entender por qué han huido del país más de cinco millones de compatriotas, a quienes el modelo dominante les bloqueó las posibilidades de llevar una vida digna. También, sirve para comprender el tipo y estilo de la campaña para las elecciones regionales del próximo 21 de noviembre.
Oyendo la oferta programática de los distintos candidatos a gobernadores y alcaldes –especialmente del Distrito Capital y el estado Miranda, región a la cual he podido seguir con mayor cuidado- me doy cuenta de que en el marco creado por el socialismo del siglo XXI –sustituido ahora por el discurso en torno del Estado Comunal y la Ciudad Comunal-, pareciera que la campaña transcurriera luego de la muerte de Juan Vicente Gómez, a mediados de la cuarta década del siglo XX, cuando Venezuela no había dedo el salto a la modernidad. Los candidatos a ser autoridades estatales y municipales ofrecen garantizar el suministro de electricidad y agua potable de forma permanente, distribuir bombonas de gas y recolectar la basura con regularidad. El caso que me parece más asombroso es el de Héctor Rodríguez, gobernador de Miranda, cuya consigna central consiste en hacerle llegar “agua por tuberías” a todos los hogares de esa entidad federal.
Me resulta sorprendente tal proposición viniendo de un dirigente del PSUV, que durante cuatro años ha sido el primer mandatario mirandino y que, además, forma parte del sector político que durante veintitrés años, casi un cuarto de siglo, ha gobernado de forma hegemónica a la nación. Esta élite contó con los recursos financieros más generosos de los que haya disfrutado cualquier administración a lo largo de la historia nacional, debido al vertiginoso y prolongado incremento de los precios petroleros a lo largo de cerca de una década. Incluso, en la actualidad los precios del crudo han superado la barrera de los $70 por barril, cifra muy por encima de las cotas alcanzadas durante los cuarenta años del período democrático. Lo que sucede es que Venezuela no ha podido aprovechar ese aumento por la destrucción de Pdvsa.
Ofrecer agua a través de tuberías, electricidad de manera continua, recoger la basura con regularidad o distribuir bombonas de gas, podría entenderse si estuviésemos en los inicios del período de modernización nacional, cuando Venezuela cabalgaba entre el atraso de la sociedad rural secular y la modernidad impulsada por el rápido proceso de urbanización, promovido por los gobiernos democráticos, e incluso autoritarios, que reorientaron los ingresos petroleros con el fin de transformar el país. Sin embargo, a estas alturas proponer esos beneficios sólo puede asumirse como reflejo del retroceso que ha significado para Venezuela el proyecto chavista-madurista.
Otro aspecto de la pobreza global se evidencia en el estilo de la campaña. Creo que la austeridad debe formar parte de la acción pública. Pero una cosa es la sobriedad y otra muy distinta es la escasez de recursos para la movilización, la propaganda y el proselitismo en general, porque los actores económicos y los ciudadanos no pueden contribuir para que ese tipo de actividades necesarias y convenientes se realicen. Me llama la atención la falta casi total de encuestas por estado y municipio. En el pasado, en la mayoría de los circuitos era posible constatar la realización de estudios estadísticos que medían las preferencias de los electores. Ahora, a pesar de que busco con afán cuáles son las intenciones del voto por circunscripción, encuentro muy pocos datos. Veo informaciones dispersas. Opiniones de los interesados, pero nada consistente que me permita evaluar las candidaturas y proyectar cifras. La falta de recursos propia de una sociedad desvencijada debe ser la razón que explica la ausencia de esa clase de estudios.
El PSUV ha tomado debida nota de esta realidad. Se ha visto obligado realizar una campaña modesta, aunque no tanto como dice Diosdado Cabello. No ha querido desentonar con sus rivales para que el contraste con la humilde campaña opositora no sea tan marcado.
Las elecciones de 2021 son como el socialismo del siglo XXI: pobres. Por eso hay que votar por los candidatos demócratas para ver si iniciamos el regreso al camino de la prosperidad.
Trino Márquez
trino.marquez@gmail.com
@trinomarquezc
Venezuela
Tomada de El Universal México
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