El 23 de Enero de
1958, el valeroso pueblo venezolano
salió a proclamar su creencia en los valores del respeto a las ideas de los
demás, en la defensa del pluralismo, en el papel de las minorías como parte
esencial de las reglas del juego democrático, en la separación de poderes, en
la propiedad privada, en el derecho y el deber de los padres a la educación de
sus hijos, en la transparencia en la gestión de Gobierno, en el imperio de la
ley, en la fuerza de la razón, en la idea de solidaridad, en el principio de
soberanía popular, en la limitación del poder, en el compromiso como valor de
convivencia y en la ética del esfuerzo como germen de nuestras convicciones.
Decir esto en
Venezuela, donde la libertad es un bien tan preciado, nos remueve las entrañas
de emoción y nos convoca a nuevas batallas por la justicia.
Enfrentado a quienes
criticaban al poder bolchevique en Mil Novecientos Veinte, Lenin pronunció una de las más desafortunadas
interrogantes que se haya hecho la humanidad. Con la arrogancia propia de los
tiranos, el entonces presidente del gobierno soviético interpelaba a sus
opositores diciendo: «¿Libertad para qué?».
A casi un siglo de
la extravagante pregunta de Lenin,
frente a la irracional conducta de los dictadores, los militantes de la
libertad no hemos dejado de luchar porque «La pasión por la libertad es más
fuerte que todas las jaulas»
El mundo libre
observa a los nuevos dictadores que hoy niegan el valor de la libertad para
satisfacer sus particulares y mezquinos intereses. Vivimos la eterna masacre en
los jardines de la libertad.
Hace casi sesenta
años, en aquel luminoso Veintitrés de
Enero, siendo apenas un adolescente,
junto al resto de la población civil de Venezuela tuvimos la ilusión de
haber desterrado definitivamente de este suelo la dolorosa experiencia de las
dictaduras militares. En aquella clara y resplandeciente mañana caminamos
alegres sin el pálpito de la angustia de quienes sentíamos la presencia de los
tiranos que acuchillaban todo grito de libertad. Ese día el rio Torbes dejó de ser el rio del
llanto porque aquella mañana sus aguas eran capaces de refrescar la justicia ya
que durante la horrible tiranía militar era apenas un caudal de lágrimas del
pueblo que hacía angosta la vida entre el horror y la muerte.
Ese día vivimos el
ensueño que era el amanecer de todas las mañanas de liberación para la patria.
Pero volvimos a caer.
Volvemos a vivir la estación de las dictaduras. Las herraduras de la caballería
militar vuelven a transitar orondas por los caminos de este suelo.
En estos territorios
vivimos un renacimiento de las dictaduras. Al rostro envejecido de tiranos se
juntan caras nuevas que asaltan el poder y desconocen la mayoritaria voluntad
popular. Desde nuestros espacios Caribeños hasta el Cono Sur el despotismo
muestra sus garras. Un grupo de regímenes con apariencia constitucional usurpan
espacios de poder, desprecian los derechos humanos desfalcan la riqueza y se
colocan a espaldas de los reclamos de justicia y libertad de nuestros pueblos.
Retrocedimos
nuevamente a los modelos formados en la cultura jerárquica de la escuela militar.
Los nuevos dictadores
con absoluta picardía resucitaron la vergonzosa interrogante de Lenin:
«¿Libertad para qué?». El asesinato a la libertad nos obliga a reafirmar la
eterna convicción de que la libertad no puede vivir sin justicia, pero la
libertad y la justicia, no pueden vivir en este mundo sin una eficiencia que
las haga posible.
Al recordar la
heroica gesta de la sociedad civil venezolana, de los estudiantes que solo
portaban lápices y cuadernos, de los intelectuales que sólo portaban libros, de
los campesinos que sólo portaban guadañas, de los obreros que sólo portaban
martillos y alicates; renovamos la esperanza de que el pueblo armado sólo de
ideas es capaz de derrotar a cualquier arrogante autocracia militar. Hoy
nuevamente debemos proclamar con el poeta que es urgente derrotar el
despotismo:
«No podemos dejarlo
para más tarde: Ahora tenemos que terminar con la dictadura, antes de que los
hijos salgan del colegio, antes de que aprendan a hablar, es preciso que
comprendamos que ahora debemos terminar con la dictadura…
Antes que los hijos
despierten, antes de que aprendan la próxima lección de historia, antes que
aprendan a decir la palabra antes, antes de que nuestros hijos nos miren a la
cara y severos nos digan: Ya que ustedes no lo hicieron entonces lo haremos
nosotros…
Ahora hay que
terminar con la dictadura antes de que nuestros hijos salgan a la calle a parar las balas con
sus pechos y a levantar el futuro con su sangre… »
Los hombres y las
mujeres de la Venezuela de Mil Novecientos Cincuenta y Ocho, pero de manera
particular los jóvenes, no fueron indiferentes a lo que sobre su tierra
acontecía y mientras trabajaban, estudiaban y cantaban, hicieron de sus vidas el mejor de sus cantos.
En aquella hora, todos fuimos políticos, en la hondura del
concepto, que es entrega a la obra para todos, dación y servicio para que el
pueblo alcance su destino mejor. Actuar político entendido como servicio
abnegado por los más humildes, como lucha por la autonomía y por la
descentralización, como esfuerzo constante por gobernarnos sin interferencias.
Actuar político
entendido como la posibilidad pluralista de juntar múltiples sueños por la
patria, como erradicación definitiva del autoritarismo, como distanciamiento de
la injerencia y de la intromisión. Actuar político entendido como el esfuerzo
de cada minuto por construir actitudes
más limpias en la administración a fin de erradicar la corrupción que en la
Venezuela de hoy, transita por el mundo en abultados maletines.
Actuar político
entendido como la construcción de un espacio donde puedan vivir todos los
venezolanos y no como hoy, cuando la luz
de muchos se oxida en el exilio de los que se han marchado más allá de los
linderos nacionales y de los que vivimos oxidándonos a la intemperie de la
patria.
Que este Veintitrés
de Enero nos sirva para que en la angustia del pueblo encontremos los más
hermosos motivos para la lucha; que en la esperanza del pueblo encontremos
nuestra propia esperanza y que en la libertad del pueblo sojuzgado, busquemos
siempre la inspiración para construir nuestro canto de libertad. A pesar de haber caído en este túnel, siempre
estaremos saliendo a mirar cara a cara a las estrellas sabiendo que las manos
del hombre son capaces de unir la muerte con la vida y el presente con el futuro.
El Veintitrés de Enero nos recuerda que podemos luchar sin
fusiles ni cañones, al fin y al cabo, luchamos por algo que no se puede
negociar: LIBERTAD… SOLO LIBERTAD
Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com
Tachira – Venezuela
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