domingo, 3 de abril de 2022

MERCEDES MALAVÉ: DIÁLOGO RENOVADOR

Barinas evidenció que nuestro sistema electoral, aún en medio de las mayores presiones de ventajismo y manipulación, es suficientemente competitivo para la oposición a Maduro, que representa algo más dos tercios del electorado. Pero no solo el sistema electoral soporta los embates del poder autocrático; tanto la ciudadanía en general como el propio chavismo en particular demostraron actitudes pacíficas y civilizadas en medio de una contienda de vida o muerte donde el gobierno apostó todo a la victoria, sin embargo salió peor y no tardó en reconocerlo.

Visto lo visto, quien debería estar pidiendo garantías electorales y postelectorales es el chavismo. Sin embargo, las dinámicas desgastadas y erráticas de las fuerzas opositoras no son capaces de elaborar una hoja de ruta que permita construir un escenario electoral nacional parecido a Barinas. El reto para las fuerzas democráticas no es evitar a toda costa el ventajismo y las inhabilitaciones, sino mantenerse unidos en una propuesta democrática y electoral, así haya que participar en condiciones adversas y sustituir varias veces al candidato.

Luego de satanizar cualquier esfuerzo de racionalidad y relacionalidad política, llámense diálogo, acuerdos, negociación, reconocimiento, etc., hoy sólo se habla de participación en mesas de diálogo entre gobierno-oposición y lo único que se tiene claro es quién es el gobierno, pues la oposición permanece atomizada y cuestionada de un extremo a otro. Valdría la pena hacer un ejercicio sincerador que, si bien no provendrá de sectores atados a cálculos políticos minúsculos, podría interesarle a ciudadanos comunes y corrientes interesados en ver con ojos y criterio propios el contexto. Entre Estados Unidos y el gobierno de Maduro hay un interés mutuo, cuya mejor expresión sería “se juntaron el hambre con las ganas de comer”. No hay forma ni manera de que no se sienten en una mesa, ansiosos de satisfacer necesidades, faltas y apetencias mutuas. Exigir participación en esa mesa es resignarse a gozar de las migajas que caigan de un lado o de otro.

El lugar del liderazgo democrático venezolano no parece ser la silla concedida por USA o Maduro en una mesa de diálogo donde sólo importan esos dos. La utilidad de un liderazgo que quiera ser representativo está en la gran mesa del diálogo social, con todos los sectores activos y organizados del país. Para muestra un botón: La mayor victoria de alcaldes y cuatro gobernadores no-PSUV estuvo precedida y acompañada de diálogos fracasados, dentro y fuera de Venezuela. Pero hubo un ejército de hombres y mujeres que salió a dialogar con vecinos, asociaciones, gremios y demás, y ahí están los resultados: un tercio de las alcaldías hoy no están en manos del PSUV, y en varios municipios se alcanzó la ansiada alternabilidad luego de 22 años de continuismo.

Otra demostración de dónde quieren los venezolanos que estén sus representantes lo reflejan claramente las encuestas: las fuerzas sociales mejor valoradas por la población -iglesia y empresariado- se muestran más ocupados en buscar soluciones venezolanas a la crisis que en sentarse en una mesa a negociar quién sabe qué.

Dos tareas se plantea el gobierno de cara al 2024: mejorar la economía así sea con retoques aparentes y dividir a la oposición. Para lo primero, debe mejorar las relaciones comerciales con todos los países del mundo, comenzando por los de este hemisferio; lo cual le obliga a una serie de reformas institucionales que ofrezcan garantías, estabilidad y seguridad a la inversión. Ventajas se podrían tomar de ese proceso si, en lugar de desestabilizar y seguir apostando a bloqueos y sanciones, las fuerzas democráticas procuran mayores niveles de participación y cooperación pública en espacios internos de consultoría y asesoramiento en materia económica, de infraestructura, sistemas de gestión, ejecución de proyectos, políticas públicas, etc. Allí donde haya posibilidades de solucionar algún problema de la población, allí debería haber personas que crean en el país y en su progresiva recuperación. En este sentido, hacemos votos porque la renovación del poder judicial venezolano cuente con magistrados de la misma altura, competencia, experticia y compromiso democrático de los rectores Enrique Márquez y Roberto Picón, cuya decisiva participación en el proceso electoral fue reconocida por la misión de observación de la Unión Europea.

En cuanto al tema de la unidad, hemos sostenido que la unión no se construye alrededor de un jefe o partido político sino a través de la renovación del liderazgo de abajo hacia arriba y una serie de medidas que promuevan una visión del ejercicio del poder distinto a lo que hasta ahora hemos tenido; es decir, construir una alternativa democrática. Barinas también evidenció el compromiso democrático y electoral de factores políticos que, renuentes a apoyar candidatos impuestos a dedo por liderazgos vencidos, sí estuvieron dispuestos no solo a respetar los resultados electorales sino a arrimar el hombro para que la victoria fuera aún más aplastante.

Antes de que un nuevo año de elección presidencial nos agarre por sorpresa, dispersos y desorganizados, la construcción de una agenda de diálogo social propia, autónoma, renovada y profundamente nacional, sumado a actitudes políticas de cooperación y reinstitucionalización democrática, constituyen el imperativo de todo aquel que aspire a hacer política en el futuro próximo.

Mercedes Malavé
mmmalave@gmail.com
@mercedesmalave
@ElUniversal 
Venezuela

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