viernes, 20 de noviembre de 2015

SAUL GODOY GOMEZ, LOS POLÍTICOS PROGRESISTAS EN VENEZUELA

Definitivamente hay una gran ignorancia sobre lo que significa ser progresista en términos políticos, esta falta de conocimiento viene dada, entre otras cosas por una disposición del actual ambiente ideológico en el país, en quitarle claridad a los términos y conceptos que se utilizan en el discurso político y que, promueve la confusión en la sociedad para beneficios de unas personas que se dicen políticos pero en realidad son oportunistas, pescando en río revuelto.


La mayor parte de los partidos que se denominan, o que en sus idearios se definen como progresistas, son todos de izquierda, con una fuerte tendencia al estatismo y “tocados” por el discurso chavista, en el sentido que aceptan una buena parte de esa ideología, sobre todo la que tiene que ver con la Justicia Social, la reivindicación de los pobres y el papel del estado en esta tarea. 


Esto responde a una tradición política, recordemos que el primer partido político progresista que existió en el país, fue el Partido Republicano Progresista (PRP), fundado en 1936, durante la presidencia del General López Contreras, por Salvador de la Plaza, Gustavo Machado, Miguel Acosta Saignes, Carlos Irazábal, Ernesto Silva Tellería, era una organización de corte marxista, con un programa bastante moderado que se utilizó como disfraz del Partido Comunista que había sido ilegalizado, los comunistas tuvieron que esperar hasta el año de 1945 cuando la reforma constitucional les permitió la creación del Partido Comunista de Venezuela (PCV). 


Los progresistas fueron parte de esa organización fundada por Mariano Picón Salas y Alberto Adriani, conocida como ORVE, una especie de MUD que agrupaba a los partidos opositores, y donde participaron la Unión Nacional Republicana (UNR) y la Federación de Estudiantes de Venezuela, en octubre de ese año de 1936, se une el recién fundado Partido Democrático Nacional (PDN) que contaba con Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt en su directiva. 


Esta comunión ideológica entre el marxismo y el progresismo ya tenía tiempo manifestándose en Europa, la idea de progreso está arraigada en la de progresismo y para el marxismo, el progreso social culmina en el comunismo luego de pasar por la etapa del socialismo, y el comunismo es la promesa, el ideal, de una sociedad sin clases, sin gobierno, donde prevalece la igualdad entre los hombres, donde no existe la propiedad privada y el hombre convive en solidaridad… el ideal de progreso para el marxismo es volver a una etapa anterior de la historia, a una época dorada, russoniana, de vuelta al estado natural. 


Este concepto de progreso no fue siempre así, de hecho, la idea de progreso que se gestó en el siglo XVIII fue una de cambios progresivos donde se iba de lo simple a lo complejo, de lo imperfecto a lo perfecto. 


Para el autor Teodor Shanin, sociólogo británico experto en las culturas rurales, el progreso consistía en la creencia que toda sociedad avanzaban de manera natural y consistente hacia “arriba”, en una ruta que se iniciaba en lo primitivo y barbárico, en la pobreza, la ignorancia y el despotismo hacia un desarrollo preñado de riqueza, civilización, democracia y racionalidad, era definitivamente un viaje de lo malo hacia lo bueno. 


Para el filósofo y autor francés Allain de Benoist, en su ensayo Una Breve Historia del Progreso, define progreso como:”Un proceso acumulativo en el que su más reciente etapa es siempre considerado como mejor, como cualitativamente superior a lo que lo precedió… de modo que el cambio siempre es orientado (hacia lo mejor), es necesario (nadie puede detener el progreso), y es irreversible (no puede haber un retroceso total). El mejorar continuamente, es algo inescapable, indica que el mañana siempre será mejor que hoy.” 


Benoist dice del progresismo, que es una de las ideologías más optimistas que existen pero lamentablemente sustentadas en creencias probadamente falsas, los hechos demuestran fehacientemente que las sociedades pueden perderse en la ruta del progreso, retroceder y hasta extinguirse, algo que los venezolanos estamos experimentando en carne propia y en manos de una pandilla de socialistas que se autodenomina, progresistas. 


El progresismo trata a la tradición como un obstáculo para los triunfos de la razón, y es la sociedad, tomado como colectivo orgánico, como si fuera un ser vivo al que quieren someterlo al proceso evolutivo que imaginan, de embrión a niño, de joven a adulto, con la particularidad, que no prevén límites a este crecimiento que viene acompañado por una idolatría a todo lo que es nuevo, a los adelantos técnicos y tecnológicos. 


En los EEUU el progresismo tuvo una evolución interesante, Theodore Roosevelt llegó a la Presidencia de su país gracias al partido Progresista, que para aquel tiempo era un partido conservador, de derecha, pero igual que en otros países, el término progresista se fue asociando cada vez más a los valores de la izquierda hasta llegar a nuestros días, donde el partido Demócrata, el partido de la izquierda norteamericana, reúne en su seno una serie de organizaciones e individuos que se llaman a sí mismos “progresistas”. 
El progresista vive en una perpetua misión por transformar su entorno, por mejorarlo, trata de remover todo obstáculo a su misión de perfeccionamiento, y aquí puede caer en excesos, en tratar de combatir “supersticiones”, prejuicios, culturas inferiores y excusa sus excesos de violencia en contra del primitivismo y el retraso bajo la pretensión de una campaña civilizatoria. 


El progresismo se basa en tres ideas fundamentales, la primera, es un concepto que se basa en un tiempo linear y que la historia tiene un significado orientado hacia el futuro; segundo, que existe una unidad fundamental del concepto de humanidad, que todas las culturas y sociedades pueden evolucionar en una misma dirección juntas; tercero, que el mundo puede y debe ser transformado, lo que implica proclamar al hombre el dueño soberano de la naturaleza. 


Ha sido desde el progresismo, de esta peculiar idea del desarrollo de las sociedades que aparecieron las calificaciones de países desarrollados y subdesarrollados, además de todas esas ideas y planes que hacían posible fórmulas para el progreso, y de las que se desprendieron aquellos sesudos análisis de la Teoría de la Dependencia elaborados por los think tanks socialistas para explicar los fracasos progresistas en Latinoamérica. 


Marx lo veía todo muy claro desde su teoría del materialismo histórico, las sociedades evolucionaban desde un sistema basado en la esclavitud hacia el feudalismo, para luego pasar al capitalismo, para terminar irremediablemente en un sistema comunista, esta predicción “científica” pone en el centro de los acontecimientos las relaciones de producción de una sociedad, la estructura económica determina todas las demás relaciones. 


La idea de progreso tiene un atractivo especial para las clases menos privilegiadas pues le da la esperanza de mejorar y salir de su condición de estancamiento, nacen entonces las famosas estrategias de desarrollo, programas para el crecimiento económico, mejoras de índices de calidad de vida, el progresismo se convierte en un instrumento poderoso de movilidad social, en una ideología que pretende ordenar necesidades, recursos, medios y fines con el fin de transformar la realidad social. 


Este esfuerzo de sistematizar tareas y planificar las relaciones sociales en aras de la idea de progreso, es un poderoso argumento para imponer políticas y hacer reformas bajo ese universal motivo del bien común, de la colectivización, del manejo del estado como instrumento de cambio, no en vano es tan atractiva la misión para los partidos socialistas y comunistas. 


Esta tradición de la izquierda venezolana ha conformado el paisaje político de nuestras organizaciones políticas, Acción Democrática es sin duda uno de los íconos fundamentales del socialismo en Venezuela al igual que el partido Social Cristiano (COPEY) que tuvieron una destacada actuación en los 40 años de democracia que el país vivió previos al año 2000, fecha en que se consolida el partido MVR que se transmutaría en el PSUV, nave insignia del chavismo. 


Con Chávez se da inicio a una decadencia indetenible de los movimientos de izquierda en Venezuela, la política partidista se convirtió en una lucha de partidos de la izquierda, entre los que destacan las nuevas organizaciones progresistas, todas arrastradas por la deriva de una dictadura totalitarista de signo comunista y de vocación militarista. 


La influencia de Chávez en el ideario y acción de los partidos de izquierda fue determinante, al punto que no hay posición ideológica de ese espectro político, que no haya sido incluida de alguna manera en el discurso del Comandante, lo extraordinario del fenómeno es que a falta de partidos de la derecha en nuestro país, Chávez haya transformado a los partidos moderados de la izquierda, entre ellos a muchos progresistas, en el contendor imperialista, capitalista y burgués que necesitaba. 


La idea del progresismo ha sido importante para la promoción de las organizaciones políticas, enamorados de la palabra, los políticos de gobierno y de oposición la cultivan y enaltecen, partidos como Primero Justicia nace como una organización humanista y progresista, el líder y ex candidato de la oposición Henrique Capriles, se autocalifica de progresista, al igual que Henry Falcón, Ismael García y otros. 


En la acera del enfrente, todos los voceros del gobierno y por ende, del PSUV, se consideran progresistas, hace algún tiempo 95 partidos progresistas del continente, asociados al tenebroso Foro de Sao Paulo manifestaron su apoyo público a la gestión y gobierno de Hugo Chávez; Lula Da Silva, Rafael Correa, Cristina Kirchner, Evo Morales, “Pepe” Mujica, Dilma Russef, Daniel Ortega entre otros mandatarios Latinoamericanos se consideran progresistas, Hilary Clinton se cree progresista al igual que el presidente de los EEUU, Barack Obama. 


Como vemos el progresismo, con la ilusión que crea la palabreja asociada a las posibilidades de modernización, crecimiento, progreso, desarrollo y democracia ha sido prácticamente acaparada por los partidos de la izquierda, incluso de los más radicales, de los que, como Maduro y el chavismo, no tienen ni la capacidad ni la intención de poder ofrecer lo que postulan, yo por mi parte desconfiaría de todo aquel que se llamara progresista, es una palabra tan hueca y prostituida, que allí cabe cualquier mal pensamiento. - 
Saul Godoy Gomez 
saulgodoy@gmail.com 
@godoy_saul 
Miranda - Venezuela

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