jueves, 12 de mayo de 2022

GIOCONDA SAN-BLAS: YO SOY AFRODESCENDIENTE...Y TÚ TAMBIÉN. DESDE VENEZUELA

Fue en 1871 cuando Charles Darwin publicó su libro «El Origen del Hombre», en el que finalmente dio el paso irreversible de afirmar que humanos y simios compartimos un antepasado común, como conclusión lógica de su teoría de la evolución, expuesta en «El Origen de las Especies» doce años antes, casi simultáneamente con ideas similares presentadas por Alfred Wallace. En palabras que retumbaron por doquier, Darwin sacudía las creencias religiosas de muchas sociedades en cuanto a la creación del ser humano por vía de un acto único de la divinidad, como se ha sostenido en variados mitos milenarios. Decía Darwin: “Quien no se conforma con mirar a los fenómenos de la naturaleza como eventos desconectados, no puede ya creer que el ser humano es producto de un acto separado de creación […] sino descendiente de un progenitor común a todos los demás mamíferos”.

Desde entonces, mucho hemos ratificado y otro tanto incorporado a la teoría darwiniana, no solo por vía de la evidencia científica paleoantropológica a partir de descubrimientos fósiles en los últimos tres siglos, sino en los tiempos actuales por datos provenientes de la genética evolutiva. Homo sapiens (hombre / humano sabio, nada menos, nombre científico de la especie biológica que nos agrupa) es efectivamente un eslabón en una larga cadena que se hunde en las brumas del tiempo.

En ese proceso evolutivo, contado a través de una historia paleontológica todavía incompleta en hallazgos, nos debemos remontar a unos 6 millones de años atrás cuando los primates (Orden biológico que comprende los prosimios, monos y simios) se desdoblaron en homínidos (homininos) y chimpancés, al abandonar aquellos la locomoción cuadrúpeda de los mamíferos, para erguirse en dos piernas, marcha bipedal de todos los homininos desde entonces.

Tres a cuatro millones de años atrás, surge el género Australopithecus, claramente perteneciente a los homininos. “Lucy”, una grácil australopicetina descubierta en Etiopía en 1974 y preservada en el Museo Nacional de ese país, es evidencia ósea de la especie A. afarensis. Pero todavía habrá que andar otro par de millones de años para que surjan por evolución los primeros especímenes del género Homo (H. ergastus, H. erectus, H. neanderthalensis) al cual pertenecemos. Es apenas hace unos 300 mil años cuando aparece H. sapiens, nuestra especie, la única del género Homo en sobrevivir y extenderse por todo el mundo.

Antes de extinguirse hace unos 25 mil años, H. neanderthalensis y algunas otras especies de Homo se habían establecido en Europa y Asia entre 230 mil y 40 mil años antes del presente y coexistieron con H. sapiens cuando éste salió de África unos 60 a 80 mil años atrás, para extenderse por todo el mundo. Entró en Europa por dos rutas probables: Turquía y el corredor del Danubio y a lo largo de la costa mediterránea. El encuentro entre H. sapiens y H. neanderthalensis produjo descendencia, como lo demuestran los restos (1 a 3 %) de DNA de neandertales encontrados en el genoma de humanos modernos, sobre todo europeos, y viceversa, trazas de DNA de humanos localizados en el genoma de neandertales. En migraciones sucesivas, H. sapiens llegó a Indonesia, Papua Nueva Guinea y Australia hace unos 45 mil años. El último continente en ser colonizado por nuestra especie fue América, unos 15 a 20 mil años atrás.

La frecuencia de fósiles pertenecientes al género Homo hallados en África hizo ubicar desde muy temprano a ese continente como posible cuna de la humanidad. Pero son los estudios genéticos de las últimas décadas los que han dado firmeza a esa posibilidad. Publicado a finales de febrero de este año, el más reciente e impactante resultado es el proveniente de un trabajo conjunto entre el Broad Institute de MIT y Harvard, Estados Unidos, y el Big Data Institute de la Universidad de Oxford, Inglaterra. En él, los autores (Anthony Wilder Wohn y colaboradores) dan cuenta de la obtención de un árbol genealógico formado por 27 millones de ancestros de unas 70.000 generaciones, equivalentes en el tiempo a casi 2 millones de años, por lo que se remonta a los inicios del género Homo, construyendo una genealogía unificada de genomas modernos y antiguos.

Para llegar a ese resultado, los investigadores utilizaron 3.609 genomas modernos de 215 poblaciones diferentes y muestras de varios individuos antiguos, incluidos neandertales y un denisovano (pariente extinto de los humanos modernos que vivieron en Siberia y el este de Asia). Con datos tomados de información genética proveniente de varios consorcios de grandes datos genómicos, escogidos primeramente del cromosoma 20, los investigadores pudieron estimar las fechas aproximadas de aparición de las diversas especies del género Homo. Al mismo tiempo, un programa de ubicación geográfica aplicado a los datos permitió hacer inferencias aproximadas a ese respecto en tales antepasados.

Una genealogía unificada de genomas modernos y antiguos. Tomado de: A. W. Wohn y colaboradores. https://www.science.org/doi/10.1126/science.abi8264, 25/02/2022. Video suplementario 1 https://vimeo.com/user167027958

José Luis Ramírez, científico venezolano especialista en el tema y reciente ganador del Premio Lorenzo Mendoza Fleury (mejor conocido como Premio Polar) en su edición 2022, nos explica que el trabajo en comento es un tour de force en bioinformática y estadística aplicada a la genética de poblaciones, un campo que si bien no es ajeno a las controversias, analiza datos por métodos masivos que permiten al final conectar con genomas ancestrales todos los genomas publicados hasta la fecha. Los resultados obtenidos por esos autores están en línea con investigaciones previas, tales como estudios genéticos en mitocondrias, organelos celulares que generan la mayor parte de la energía química necesaria para activar las reacciones bioquímicas de la célula y que son heredados exclusivamente por línea materna; o estudios en el cromosoma Y, heredado exclusivamente por línea paterna. En ambos casos, el origen de H. sapiens se ubica en el continente africano, como también se deduce del trabajo de Wohn y colaboradores, quienes además añaden cien mil años a la línea genealógica humana, para ubicar su aparición hace trescientos mil años.

Es llamativo el comentario de José Luis Ramírez en cuanto a la alta frecuencia de variantes alélicas y haplotipos humanos (un haplotipo es un conjunto de variaciones del ADN, o polimorfismos, que tienden a ser heredados juntos) existentes en las poblaciones actuales, según lo reportado por Wohn y colaboradores, lo cual constituye una fotografía de la gran adaptabilidad de Homo sapiens a cambios geográficos y ambientales, en suma, a la adaptación al cambio climático.

En conclusión: somos una única especie; tenemos el mismo repertorio genético, por lo cual no existen razas de H. sapiens; provenimos de África, somos todos afrodescendientes.

No deja de tener un toque poético la determinación posible del punto inicial de migración de Homo sapiens a partir de un programa de ubicación geográfica aplicado a los datos obtenidos por Wohn y colaboradores. El bíblico Jardín del Edén, si acaso existió, habría estado localizado en Sudán, coordenadas 19.4°N, 33.7°E, según tal algoritmo. De allí habría partido el ser humano a poblar el globo terráqueo, según el mandamiento divino. «Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase» (Génesis 2:15). «Y les dijo Dios: Sed fecundos y multiplicaos; henchid la tierra y sometedla» (Génesis 1:28). No hemos hecho otra cosa desde entonces.

Gioconda San-Blas
gsanblas@gmail.com
@daVinci1412
http://giocondasanblas.blogspot.com
Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales,
Individuo de Número, Sillón XX
Caracas, Venezuela
acfiman.org
@daVinci1412
Venezuela

"Allí donde se niega el conocimiento científico, se difunden las teorías de la conspiración y la agitación". Angela Merkel, discurso de despedida como Canciller de Alemania. 02/12/2021.
“El castigo por rehusarte a participar en política es ser gobernado por personas inferiores a ti”. Platón

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