No asimilo que nacemos con la maldad incorporada. Venimos al mundo de manera impoluta, absolutamente ignorante de todo lo que nos rodea, dentro de una inocencia sin límites. La única carga que viene con nosotros cuando nacemos es la hormonal que determina nuestro sexo. Nos mantenemos angelicales e inocentes por lo menos en los primeros siete u ocho años de edad, que es cuando empezamos a diferenciar el bien del mal, es decir, a tener discernimiento, mientras tanto recibimos sensaciones buenas y malas a la que respondemos con risas o llantos respectivamente.
En mi modesta opinión, el bien y el mal están en el ambiente, en el aire, en las nubes y nosotros los tomamos y hacemos uso de ellos de acuerdo a las circunstancias y en atención a nuestra formación, principios y valores.
Un niño formado en una familia estable y amorosa, que consigue buen ambiente en la escolaridad, primaria, secundaria y superior y se desenvuelve en un conjunto de amistades bien formado, es de suponerse que está ganado para hacer el bien y cuando ocurre lo contrario, sin formación adecuada y sin valores ni principios y mal reunido, lo que debemos esperar es el mal.
Así pues que el bien y la maldad no vienen con nuestro nacimiento, simplemente nos valemos de ellos de acuerdo a las circunstancias y en sujeción a nuestra formación.
El deber ser es que nuestra formación, desde la más temprana edad, sea dirigida a portarnos y actuar siempre bien y practicarlo con el prójimo, particularmente con el desasistido de afectos que requiere de nuestra comprensión, tolerancia y consideración .
Toda acción origina una reacción que debe ser proporcional y de sentido contrario si nos es adversa y de solidaridad si la hacemos propia. Solo Jesus, dentro de su insondable humildad, más celeste que terrestre, puso la otra mejilla. Si alguien nos da una bofetada, nuestra primera reacción es devolverla proporcionalmente o con mayor ahínco, pero poner la otra mejilla no, somos más terrestre que celestiales.
Como lo bueno y lo malo está en el ambiente, como hemos dicho, cada quien escoge su comportamiento de acuerdo a sus principios y valores. Creo que la abrumadora mayoría del ser humano se inclina por lo bueno y por el bien y rechaza lo malo y la maldad, por ello podemos vivir en sociedad, entendernos, ser tolerantes y considerados.
El mal se produce y proviene de las tinieblas y el bien de la luz. Estamos permanentemente tentados por las tinieblas y nuestra lucha debe ser por permanecer siempre en la luz.
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