“No pueden ver con indiferencia los militares la causa pública que pueden llamar suya, por sus sacrificios, a tiempo que otros la quieren arruinar” Simón Bolívar
El próximo 6 de
diciembre los venezolanos veremos renacer la esperanza de reconstruir la
estructura física, moral, económica y ética de un país que a lo largo de 17
años, fue víctima de la lujuria enfermiza de quienes por la vía democrática
alcanzaron el poder, y que se tradujeron en acciones y decisiones que contrariaron las expectativas y
necesidades, de un pueblo que se cansó y decepcionó de tanta tropelía, abuso de
poder, corrupción, nepotismo, escasez de alimentos y medicinas, presos políticos, insultos, agravios y todo
cuanto se les antoja a quienes se creen dueños del país.
Jamás en toda la
historia republicana desde su fundación, Venezuela había experimentado una
situación tan crítica. Para colmo,
Nicolás Maduro apela en sus monsergas discursivas a la amenaza incitando a la
violencia, cuyo resultado se está viendo en el proceso electoral parlamentario,
en el que dirigentes de la oposición han sido atacados con armas en ocho distintos
lugares del país, supuestamente a manos de los llamados colectivos, defensores
a ultranza del régimen, que con patente de corso otorgada por el extinto
Comandante galáctico, no tienen
conmiseración alguna para usar las armas en contra de indefensos ciudadanos, a
los que atacan sin piedad en las marchas y concentraciones que realizan,
asesinando incluso a un dirigente del
partido Acción Democrática, en Guárico. ¿Cómo negar entonces, que estamos en
presencia del terrorismo de Estado?
Grave, pero muy grave
que Maduro haya amenazado con tomar las calles con fuerzas militares y civiles
si llegara a perder las elecciones parlamentarias, lo cual sin duda alguna
sería un golpe militar para desconocer el legítimo triunfo de sus adversarios
políticos de la oposición, y sin más ni más, la instauración de un régimen
fascista militar civil, todo lo cual contraría la esencia misma de la Carta
Magna, que en el capítulo III de la Fuerza Armada Nacional refiere
textualmente: “Para la mejor ejecución de los altos fines que le han sido
encomendados por la Constitución, se unifica a las Fuerzas Armadas Nacionales
en un cuerpo uniforme denominado la
Fuerza Armada Nacional, pero manteniendo cada uno de los cuatro componentes
integrantes de la institución, sus características y especificidad como Fuerza,
siendo esta institución esencialmente profesional, sin militancia política
alguna, subordinada a la autoridad civil, organizada por el Estado para
garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la integridad
del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación con el
mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo
nacional, de acuerdo con esta Constitución y la ley. En el cumplimiento de sus
funciones, la Fuerza Armada Nacional está al servicio exclusivo de la Nación y
de la Constitución y en ningún caso al de persona o parcialidad política
alguna. Sus pilares fundamentales son la disciplina, la obediencia y la
subordinación conforme a lo establecido en la Constitución y las leyes”.
Cuando Maduro apela
en sus discursos (¿) a la Fuerza Armada Nacional como factor de estabilidad de
la institucionalidad, supuestamente amenazada por una conspiración de la
oposición y el sector empresarial, a cuya cabeza coloca al conocido joven
empresario Lorenzo Mendoza, se sitúa sin eufemismos a contrapelo de la
historia, al menos, de la historia reciente de América Latina, que en el
lenguaje político prácticamente ha desterrado ese concepto de las democracias
tuteladas y peor aún de los hábitos pretorianos.
Semejante yerro
proviene también de una desconceptuación que se encuentra presente en la matriz
del régimen, y que se ha ido acelerando hasta el colmo de dejar vacío de
contenido el discurso presidencial. Solo un gobierno anómalo puede explicar que
en democracia se recurra, ya no al arbitraje, sino a la intervención de
militares como recurso de sostén de la legitimidad democrática, anomalía, si,
en su sentido etimológico, de malformación, porque el llamado a la fuerza
revela una absoluta incultura política o, en su defecto, una incoherencia total
con los postulados del Estado de derecho, en el que se sustenta un régimen
democrático.
Maduro se ha
zambullido en la campaña para elegir las nuevas autoridades de la Asamblea
Nacional, y ello lo está llevando a alocuciones erráticas, de las cuales no va
a salir bien librado, porque entra en la inmediatez de la confrontación
electoral con sus oponentes y, como resultado, su posición antes que
fortalecerse se torna vulnerable, teniendo en cuenta que su base de sostén
popular es sumamente endeble, ya que según todas las empresas encuestadoras su
popularidad (si es que en alguna ocasión gozo de ella) roza el límite de apenas
un 23% de aceptación, circunstancia que, justamente, lo conduce a emitir expresiones
contradictorias y huérfanas de sustento o, como en él, desatinadas, tanto para
la cultura democrática del país, como para para la imagen que debe proyectar en
el ámbito internacional.
Pero existe otro
grave efecto en estas declaraciones, y es el de desnaturalizar la función de la
Fuerza Armada Nacional, que como señalamos en párrafo anterior es garante de la
seguridad externa e interna del país, y de ninguna manera deliberante de
acuerdo a la propia Constitución, frente a los acontecimientos políticos. A
fuerza de repetir de manera recurrente, pues lo ha hecho en varias ocasiones,
esta exhortación de Maduro a las instituciones armadas como puntales de su
gobierno, lo que está provocando es una degradación de los principios
constitucionales que, paradójicamente, como mandatario está obligado a
preservar y más aún a divulgar como principal personero del Estado.
Por otra parte, su
incultura política no es la única que se deduce de este tipo de declaraciones,
como producto de la ausencia de una base social de sustento. En circunstancias
diferentes, quien enfrenta a una conspiración invocaría al pueblo como supremo
garante del orden constitucional, pero este no es el caso, peligrosamente el
régimen ha ido perdiendo aliados y socios que podían eventualmente garantizarle
sostén. Maduro desde sus inicios mostro las inconsistencias e incompetencias
políticas, que le minaron el campo de apoyo popular que había heredado del su
padre putativo, y por ello desde que llego a Miraflores comenzó a incorporar en
su gabinete a hombres de uniforme, evidenciando el carácter militar del cual no
se ha desprendido y por el contrario cada día designa a más militares en altos
cargos del Estado: Ministros, Viceministros, presidentes de empresas y de otras
instituciones.
Y vamos un poco más
allá, por cuanto existe otra consecuencia que también causa estragos en el
estamento militar, pues al desvirtuarse de su función, empiezan, sus miembros,
a tener percepciones erróneas de sus roles, que son precisos y concretos
conforme a lo que reza la Constitución y el Reglamento Militar. Sin embargo, a
medida que se los invoca como fuerza salvadora del régimen, se les otorga una
matrícula para ingresar en un terreno
que no es el suyo, sino la preservación de las fronteras y la seguridad pública
interna, cuyo debilitamiento está causando estragos en la población venezolana.
No deben olvidar los
hombres de uniforme, que la seguridad nacional no puede ser manipulada ante la
contingencia del hecho político circunstancial. América Latina ha pagado muy
caro el abuso de este concepto, por ello todas las constituciones que las rigen
son suficientemente claras, al delimitar la esfera de actuación de los
estamentos militares y del uso del monopolio legítimo de la fuerza, en el
Estado de derecho.
El resultado de las
elecciones parlamentarias, seguros estamos favorecerá a la oposición con amplia
mayoría, por lo que exhortamos a quienes ocupen sus curules en el nuevo Poder
Legislativo, abocarse en procura de que las fuerzas sociales y políticas creen consensos,
que generen paz y estabilidad democrática, para que los problemas del país se
comiencen a resolver y que el pueblo venezolano alcance el sueño de ver a
hijos, nietos y bisnietos disfrutar del sosiego, armonía, tranquilidad,
seguridad, y bienestar social y económico de su amada patria, como lo
disfrutamos sus tutelares, madres y padres de familia.
Percibimos que los
líderes y dirigentes que alcanzarán con éxito el triunfo, el cual compartiremos
gozosamente, actuarán con madurez, tolerancia e inteligencia frente a sus
adversarios que deberán asumir la derrota con humildad, si es que no quieren
empañar nuestra tradición e hidalguía venezolana.
Carlos E. Aguilera A.,
careduagui@yahoo.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
Aragua - Venezuela
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