Eso es la evidencia: matar
a una personalidad de la dimensión de Lilian Tintori; para que aquí, como
decimos en criollo, se forme el gran peo.
La posibilidad de la derrota los tiene muy alterados, si es que nos
atenemos a lo que dicen la mayor parte de la encuestas; pues advierto que una
de las encuestadoras más serias, como Varianzas, le ha venido diciendo a sus
clientes que los números suyos, en sondeos cara a cara en varios estados del
país, no le dan una ventaja tan considerable a la oposición; de modo que de
ganar no pasaría de una mayoría simple, y lamento tener que pecar de
aguafiestas; porque, por lo demás, frente a esta gente en estos terrenos hay
que andar con cautela, tanto más que siente que ha llegado la hora de bajarse
del tigre; partiendo del hecho de que todas las encuestas en esta oportunidad
por primera vez sí dan como ganador a la oposición.
Aparte de que, como lo dicen los encuestadores, aquí lo que viene es
hostigamiento, provocación y represión; pues no se olvide, como lo señala el
politólogo Edgar Gutiérrez (Venebarómetros) que no estamos en Suiza; donde está
repartida por todas partes la cultura del honor.
Aquí estamos frente a una
gente muy tribinilera y sin escrúpulos. ¿Cuándo hay cultura del honor, cuando
el gobierno, en lugar de acogerse al duelo nacional, en que se ha sumido el
pueblo venezolano, con motivo del asesinato del que fue víctima el dirigente
adeco Luis Manuel Díaz, lo que hace es prender el ventilador, y “enmerder” la
memoria del fallecido?
Pudo haber sido un matón,
como dice Diosdado Cabello. El problema es que este señor es un fallecido, y
quien se ocupa de juzgarlo es Dios de ahora en adelante. Ya en este mundo no
está este sujeto; cuyo devenir existencial es el que nos tocar juzgar a
nosotros, y, en ese sentido, toda sociedad cuenta con una legislación, y de
hecho hasta nuestra capacidad de razonar, como bien lo demostró Kant en su
momento, constituye un juicio.
Pero también esto forma
parte de esa estrategia de esta gente, una estrategia guerrerista, por lo
demás, y yo hasta diría que entramos en un estado de zozobra; que es el que ha
estado sintiendo el pueblo francés; luego de los atentados perpetrados por el
fanatismo religioso islámico; lo cual ha dado lugar a la declaratoria de la III
Guerra Mundial, y la que amenaza con ser tan sangrienta como lo fueron la I y
la II Guerra Mundial.
Porque el criminal que disparó hacia la tribuna, donde se
realizaba el acto, encabezado por Lilian Tintori, actuó con la misma vileza que
los que masacraron a los víctimas caídas en dichos atentados; de modo que
también nuestra sociedad se ha contaminado de esta atmósfera terrorista;
abrigando uno temores, como los que ha expresa Tintori, al señalar que,
incluso, los disparos, con los que cayó abatido el secretario de asuntos
municipales de AD en Altagracia de Orituco y dirigente de la construcción de la
región guariqueña, iban dirigidos a ella.
Claro, aquí no hay fanatismo
religioso, pero sí terrorismo de Estado, como nunca lo habíamos visto en la
Venezuela contemporánea. Aunque desde que Hugo Chávez llegó al poder hemos
vivido en ese estado de guerra; pues no olvidemos que el propio Chávez exhibía
un puño golpeando la palma de su mano; en señal de que con su elección el
pueblo había golpeado a los sectores poderosos de este país, y lo que indicaba
que su gobierno iba a ser excluyente, exacerbando, en ese sentido, los odios
ancestrales, heredados desde la propia génesis de nuestra República.
Ahora, ¿tendrá el
oficialismo la capacidad de llegar a un acuerdo con la oposición, gane o pierda
la Asamblea Nacional, para admitir un consenso en torno a un programa mínimo de
gobernabilidad? Lo que supone, por lo demás, el levantamiento de ese estado de
guerra, que hemos padecido, y el cual ha enlutado a la familia venezolana;
cuando no, echado del país, pues a esto se une el flagelo de la inseguridad,
que también lo padecemos en grande, y con mucha saña; habida cuenta de la crisis
que vive el país, y que implica atender de inmediato la situación económica,
que es lo más grave por ahora.
Eso es lo que duda mucha gente, e incluso, a
días de la justa electoral todavía algunos se platean la posibilidad de que el
gobierno a última hora lance sus bandas armadas a la calle; disfrazados de
opositores, y generen una serie de amotinamientos que justifiquen la extensión
del estado de sitio, que se ha decretado en algunos estados, con la posibilidad
de una suspensión de las elecciones, quien sabe si por un tiempo indefinido.
No hay que perder de vista
que el gobierno, de salir derrotado, aún queda con una representación
parlamentaria, además de los cuatro poderes restantes y las bandas armadas; de
modo que ese cambio que toda Venezuela anhela, no está a la vuelta de la
esquina; partiendo del hecho asimismo de que estamos frente a una clase
gobernante que es capaz de vender al país, si es posible, con tal de mantenerse
en el poder, y que está muy lejos de asumir cualquier postura que incite a una
negociación.
Obsérvese que ya comienza a surgir dentro del propio oficialismo
una corriente que considera que lo mejor por el momento es la renuncia de
Nicolás Maduro y de todo el tren ejecutivo, y que como lo han señalado algunos
politólogos, el pueblo chavista no es que quiera un cambio de gobierno, como sí
un cambio de modelo, en especial, de modelo económico, pues es más que claro
que la política de los controles lo que ha generado es, además de escasez,
corrupción, bachaqueo y todas las distorsiones inherentes a la economía; que
funcionaba bien hasta el derrumbe de los precios petroleros, y que por el
momento están muy lejos de repuntar.
Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
Lara - Venezuela
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