“Si las pérdidas fueron enormes, las ganancias han sido inmensas”. Octavio Paz
Si algo validó la
conquista de América más allá de los errores y sus faltas fue la progresiva
implantación de la cristiandad. Junto a los conquistadores en sus expediciones,
en sus actos fundadores de pueblos desconocidos y remotos, amenazados como
estaban por la respuesta indígena, vino la Iglesia Católica que dio sentido
humano y civilizador a aquel avance, a ese hecho militar y político que no
solamente representaba a la autoridad de España sino de nuestra religión y que
constituyó la admirable empresa de extender la fe a un vasto continente.
La implantación de la
Iglesia en la Indias fue esencial y auspició de importantes transformaciones:
con ella el descubrimiento y la conquista no fue un simple acto de fuerza, la
imposición desmotivada de una raza, un ejercicio de un poder superior justificado para unos, condenable para otros.
La Iglesia Católica atemperó los males, cuestionó la avaricia, rechazó la
impiedad, denunció la esclavitud contra los naturales e influyó notablemente
para que el Rey dictase normas protectoras. La Iglesia complementó los bienes
que trajo la conquista al poblar y organizar el territorio, crear
instituciones, dictar leyes, fomentar la cultura.
Existen numerosísimas
decisiones reales a favor del mandato cristiano de amar al semejante y no
disminuir su condición, así como también diversos memoriales remitidos a su
Majestad por representantes religiosos, varios de ellos expresamente
autorizados por éste para pasar a América y cumplir con apoyo de las
autoridades en las Indias la obra de la evangelización.
La actuación de
Montesinos y De Las Casas, entre otros, simbolizó un precedente moralizador.
Ellos condenaron los actos de barbarie realizados contra la raza indígena, y
exigieron los compromisos que la corona había contraído en defensa de los
naturales. La “Auctoritas” política y doctrinal de la Iglesia se ejerció en
provecho de los originarios habitantes del Nuevo Mundo.
En 1522, en los
primeros años del establecimiento colonial en Tierra Firme, una Real Cédula
ordenó al gobernador y a los oficiales de Venezuela y Cabo de la Vela castigar
faltas cometidas contra los derechos religiosos y brindar ayuda al obispo
disponiendo que: “os juntéis con él y en lo que fuera bueno y justo”.
En el año de 1535 los
mandamientos reales abarcaron distintas materias, tales como que las
autoridades y los indios comarcados contribuyesen en la construcción de la
Iglesia Catedral, tarea encomendada al gobernador de Venezuela; que no se
hiciese guerra a los indios ni fuesen objeto de expatriaciones; que a favor del
templo que se erigía en Coro se destinasen 500 pesos de oro; que se pusiese en
libertad al indio don Marcos quien junto a los suyos se levantó contra los españoles
y que le fueran devueltos sus bienes.
Al paso que se
formaban poblaciones iba surgiendo la cristiandad. En 1538 al considerar el Consejo de Indias el estado de la
Provincia de Venezuela resolvió que la Iglesia de Coro tuviese lo necesario
para los sacramentos y, además, como también era preciso castigar desafueros,
que se investigara la conducta de Nicolás Federman por agravios y daños
realizados a los indios de la Provincia.
En el año de 1552, en
el pueblo de Borburata, luego que los españoles peticionaron a la Virgen María su protección y el
encuentro de numerosas minas, tal hecho se produjo y en gratitud al
acontecimiento se le dispuso que todo el oro y la plata encontrada en la
víspera se destinase a construir en su homenaje un templo en el lugar.
En ese mismo año en
Coro y El Tocuyo se ratificó la normativa acerca de que: “ninguna persona se
pueda servir de los indios”. De la misma manera se dictaron previsiones de
importancia tales como la imposibilidad de quitar a los indios sus ceremonias
aún cuando se aspiraba que fueran ellos y sus descendientes buenos cristianos;
igualmente, se impidió que las indias: “tomen hierbas para matar a sus hijos o
fumen tabaco para alucinar”; que se verificaran malos tratos y, además, que los
aborígenes pudiesen vivir con sus mujeres y que se reprendieran los delitos
perpetrados contra ellos.
Finalmente, en 1596,
se ordenó que los gobernadores de Venezuela respaldar a las Iglesias de
Guanare, Barquisimeto, Carora, El Tocuyo, Maracaibo, Valencia, San Sebastián de
los Reyes, Trujillo y Santiago de León de Caracas, y que se le concediera, por
ejemplo, a esta última: “lo que montasen los dos novenos que de sus frutos le
pertenecen, por tiempo de seis años”.
Con innumerables
sacrificios la Iglesia Católica se extendió en América. Además se debe a sus
misiones la portentosa obra
evangelizadora en medio de nuestro intrincado territorio y haber expandido como
producto de su influencia y determinación los límites espirituales, físicos y
humanos de la naciente Venezuela constitutivos de nuestro patrimonio y de
nuestra afirmativa identidad como Nación.
Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfdiazbermudez
Anzoategui - Venezuela
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