El
frágil equilibrio que sustenta el poder es efímero. Eso deberían sábelo los
políticos. De cualquier tolda política. Todos los votos son prestados. Es un
préstamo condicionado. Así como suena.
No hay garantía de que la próxima vez vuelvan a votar por nosotros, a menos
que demostremos confianza, capacidad y voluntad de resolver los problemas que
agobian a la comunidad. No hay otro camino para preservar esa confianza que la
gente vea resultados. En la Venezuela de hoy, el régimen que está de salida, no
fue capaz de seguir ahí sencillamente porque las mentiras tienen las patas
cortas. La ingenuidad del pueblo tiene sus límites y la esperanza de salir de esta aventura de “tira flechas” a
base de mentiras se ha hecho realidad este 6 de diciembre.
El pueblo habló y lo
hizo muy claro: no quiere seguir por el despeñadero que el régimen le ha
mostrado desde hace ya 17 años y pretenden seguir haciéndolo. Es un foso sin
fondo. Un agujero negro que nos lleva a momentos del siglo XIX. No se come con
discursos patrioteros; el hambre, el delito y la corrupción jamás han estado
tan presentes y campean de manera galopante. El régimen llama al pueblo a una
rebelión sin darse cuenta aún de que este ya se rebeló en las parlamentarias.
Aunque
para no darse cuenta deben estar ciegos y sordos y no lo están, sólo que es la
única opción que le queda a la gente que no tiene escrúpulos. Y ya han
demostrado hasta la saciedad que no los tienen. Con un poquito de “eso”, todo
el gabinete, el 7 de diciembre en cadena nacional, debió haber puesto a la
orden el cargo, empezando por el presidente. Y dejar que esta patria de
soñadores decida una vez más qué camino tomar. No lo harán. ¿Cuesta tanto
analiza la historia? ¿Es que creen que hay un atajo que lo pueda llevar de
nuevo a donde ayer estuvieron? Es fácil. No lo hay. La vida nos pasa facturas y este pueblo ya la
pasó. ¿Qué sigue? Que la justicia las pase también.
Antonio
López Villegas
altatribuna@yahoo.com.mx
@lopezvillegas7
Caracas
- Venezuela
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