domingo, 31 de enero de 2016

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, MENTIRAS BARATAS, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL,

La verbosidad de funcionarios presumidos e insolentes, desfigura realidades sin advertir, por ignorancia de lo manifestado, la magnitud de sus humillantes
afirmaciones y destempladas opiniones.

Hacer política no es hablar necedades. No es arrogarse una pose que intimide. No es vanagloriarse de una responsabilidad que por ley corresponde ejercer. Hacer política no es tan sencillo como pareciera. El problema estriba en razones que muchas veces no se comprenden dado lo fácil que resulta verse envuelto entre aduladores y adulancias que devienen en posturas de presumida instancia. Posturas éstas que incitan actitudes de soberbia, arrogancia y endiosamiento cuyas consecuencias terminan perturbando el comportamiento personal.

Basta que una persona, con afán de poder, sea nombrada en un cargo representativo de cierta autoridad, para que se arrogue condiciones y presuma de fortalezas para luego actuar en desproporción con las atribuciones que la posición política le permite. Aquello que dice que “de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco” es cierto. Pero también, de político, gerente y médico. Aunque su explicación no apunta tanto por el lado que exalta las habilidades y aptitudes de cada quien, como hacia las ínfulas de personas que, al ocupar un puesto de alguna importancia política, cree sabérselas todas. Y peor aun, con la mayor inmodestia. En esos casos, la jerarquía del cargo luce proporcional al tamaño de la pedantería adoptada.

Situaciones de este tenor, son parte de la agenda diaria de toda oficina pública donde los funcionarios parecieran estar investidos de algún poder extraordinario que los motiva a jactarse de modo impropio a cuenta del “conocimiento” que, por ignorancia y ocio, se atribuyen. Esto sucede mayormente, en los predios de gobiernos autoritarios toda vez que el despotismo actúa como factor de envanecimiento del cual se valen para imponer medidas asumidas bajo la verticalidad de dicho ejercicio gubernamental.

Caso patético lo constituye el gobierno venezolano cuyos altos funcionarios no sólo dejan ver su altivez, sino además el analfabetismo que caracteriza su verbo y decisiones tomadas. Frases tan desfachatadas como aquella que reza que la “inflación no existe en la vida real”, pronunciada por el ministro de Economía. O la de que “sembremos en potes para afrontar la escasez”, de la ministro de Agricultura Urbana. O aquella de que “la escasez de crema dental existe porque la gente se cepilla tres veces al día. Con una vez es más que suficiente”, de la ministro de Salud. O cuando el jefe del Bloque de la Patria, de la Asamblea Nacional dijera: “no es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que pretendan ser escuálidos”. O cuando un diputado afecto al gobierno, quien fuera ministro de Vivienda, declaró que “no justifico que alguien adquiera cinco o seis pares de zapatos al año”. O lo que expresó el gobernador del estado Vargas, que “no hay escasez. Lo que hay es amor, lo que hay es patria”.

Todo esto deja ver la gruesa asincronía que hay en estos personajes de marras. En sus palabras se advierte una grosera diferencia entre los que ostentan y lo que refieren sus osados y disparatados discursos o declaraciones. Sus pretensiones configuran un mundo tan absurdo que raya en lo irreal. La insolencia de su verbosidad, contribuye a desfigurar las realidades sin considerar, por ignorancia de lo manifestado, la magnitud de tan humillantes afirmaciones y cínicas opiniones. Todo ello devela el carácter contradictorio sobre el cual están soportadas tan falaces aseveraciones que sólo dejan ver desprecio por el pueblo. La falta de atención y cuidado a lo que sus palabras pueden horadar, resume casi en exacto que sus oratorias tienen cabida metodológica en la categoría de las estupideces. O de payasadas de postín. Vale asentir que son vocingladas que ni siquiera tienen eco en quienes siguen arrodillados a las incontinencias de un gobierno profanador de verdades. De un gobierno que desconoce las realidades donde intenta sabotear la vida del venezolano humilde, con discursos atronadores. Pero que no por ello, dejan de ser ridículas tantas especulaciones “caza-bobo”, tantas mentiras baratas.

VENTANA DE PAPEL

UN MODELO QUE DESFIGURÓ AL PAÍS

La construcción del modelo republicano democrático venezolano, murió neonato. Así lo afirman historiadores que han revisado al detalle la intencionalidad política que devino en asonadas y confrontaciones durante el siglo XIX. Sin embargo, según opinión de estudiosos economistas y acuciosos politólogos, la realidad del país no permitió que cuajaran proyectos de afirmación democrática consustanciados con una economía de espíritu liberal.
Lejos de estas posibilidades, con el discurrir del siglo XX, y particularmente con el devenir del siglo XXI, Venezuela vino fracturándose en términos de su concepción de Estado-Nación. A ello no sólo contribuyó la exagerada dimensión que adquirió el Estado venezolano lo que animó la articulación entre la economía rentista y el protagonismo del ingreso petrolero. Así fue apropiándose del terreno político y social que devino en ambigüedad y vaguedad de gobiernos miopes frente a las exigencias del desarrollo que movilizaba al mundo.
Cada vez los gobiernos, indistintamente de su fuente de inspiración ideológica, no comprendían el tamaño de los compromisos anunciados como parte de la oferta electoral. Las realidades entonces comenzaron a desbordar las capacidades nacionales, al extremo que se descarrilaron y quedaron sujetas a improvisaciones cuya fuerza superó las pretensiones de los planes de desarrollo.
La sociedad venezolana se resintió ante tanta ineptitud frente a las requisiciones que demandaba el hecho de gobernar un país con tanta posibilidad de desarrollo. Pero profundamente enredado. La confusión que minaba su esencia, ya había contaminado sus estructuras. Estas condiciones, sin duda alguna, irrumpieron como factores de descontrol del ejercicio ciudadano, del valor del trabajo, del sentido de honestidad, solidaridad y de abrigo que en otrora prevalecieron. Aunque entre golpes y traspiés. Los valores morales habían comenzado a desmoronarse.
La educación llegó tarde. No valieron las ideas de Simón Rodríguez, Ángel Rosenblat, Prieto Figueroa. Tampoco la de otros insignes educadores que orientaron la formación de maestros en escuelas normales, pedagógicos y universidades. La sociedad venezolana se desaforó a consecuencia del proselitismo que fue la norma que, equivocadamente, forjó la labor gubernamental. Esto permitió que el comportamiento del venezolano se viera desvirtuado a consecuencia del desmoronamiento del sistema de valores que el civilismo había procurado arraigar. Sólo que ahora, la dinámica social había logrado que la velocidad de destrucción de los valores establecidos en la consciencia nacional, superaba la velocidad de reconstrucción del aludido sistema. La actualidad ha venido viéndose hostigada por una pobreza espiritual que ha dado paso a la frivolidad y a la inconstancia.
En medio de esta situación, ha comenzado a olvidarse el país que permitió el  crecimiento de su población. El país que en otrora representó para el desarrollo político, social y económico latinoamericano. En lo que va de siglo XXI, incluso desde las postrimerías del siglo XX, no ha habido la debida preocupación gubernamental por hacer que las presentes generaciones recuperen el sentido histórico y de moralidad que exhibió el país. Razón ésta que insuflaba el orgullo de ser venezolano. Así fue oscureciéndose la capacidad de innovación, creatividad y de producción que caracterizaba al venezolano.
El gobierno, con su cuento de revolución socialista, hizo que la subsistencia del venezolano dependiera de las dádivas ofrecidas. Todo, a expensa de promesas que el modelo de economía petrolera compensaría, cosa que no sólo no se dio. Tampoco los mecanismos de conciliación prometidos, sirvieron. El gobierno los aprovechó para dividir al país con base en resentimientos que, con el tiempo, sirvieron para ahondar la crisis de Estado. Crisis ésta que se tragó las finanzas públicas y desarregló la sociedad hasta llevarla a niveles de apesadumbrada resignación donde la figura del malandro, del pran o del corrupto, pareciera simbolizar la ascendencia social y económica que muchos venezolanos aspiran. Y todo, por causa de un modelo que desfiguró al país.
“Cuando un gobierno se afinca en la mentira para ganar espacio y tiempo, sólo está abonando el camino que conduce al cadalso de su política”

Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas

Merida - Venezuela

No hay comentarios:

Publicar un comentario