POR UNAS FUERZAS ARMADAS DEDICADAS ESTRICTAMENTE A LO MILITAR
Esta pregunta me la he venido haciendo desde que viera en 1990 la
estrepitosa caída de uno los ejércitos más importantes del mundo a consecuencia
de su enfrentamiento con las potencias más industrializadas del planeta. Me
refiero a la Operación Tormenta del Desierto con la cual los Estados Unidos y
sus aliados lograron desmantelar al ejército Iraquí, entre los cinco más
grandes y mejor armados del mundo en ese momento, sin tener que poner a sus
tropas en mayores riesgos.
Visto que estamos muy lejos del poder militar que despliega una potencia
como los Estados Unidos, nuestras hipótesis de conflicto pierden vigencia si la
gran potencia militar se pone del lado de nuestros adversarios. Chávez,
manejado por Castro, pensaba que armando a nuestras fuerzas armadas y formando
milicianos podría evitar un intento de invasión tipo Bahía de Cochinos.
Es así como este militar al que le aplazaron el curso de estado mayor,
se puso a gastar nuestros recursos en juguetería bélica rusa y china que, como
es de esperarse, no nos da ninguna ventaja frente a nuestros adversarios si
ellos llegaran a contar con los americanos como aliados.
Lo que me vuelve a traer este asunto a la mente no es otra cosa que la
vergonzosa comunicación que un no electo ministro de la defensa (corresponde el
uso de minúsculas) hace llegar al Presidente de la Asamblea Nacional. Si este
señor ostenta el mayor cargo como militar efectivo de nuestras fuerzas armadas
y manifiesta tantas deficiencias en su formación, ¿qué se puede esperar de los
demás? ¿Serán de tan pobre formación como él?
Uno puede suponer que el actual ministro llegó a tan elevada posición
por su evidente militancia en el partido de gobierno. Eso ha sido el elemento
fundamental que ha explicado los nombramientos de este siglo.
La ignorancia del ministro se manifiesta en dos aspectos que vale la
pena resaltar. Por un lado, él no posee rango para dirigirse en los términos
que lo hace al Presidente de la Asamblea Nacional. Él es un funcionario
nombrado por el presidente. Su legitimidad se deriva de un acto administrativo
y no puede, en caso alguno, hablar como si tuviese el mismo nivel o condición
de quien recibe su misiva. La otra gravísima prueba de la falta de formación
del ministro está en el desconocimiento de la institucionalidad de las fuerzas
armadas y que la misma no está ligada a figura histórica alguna. Ni siquiera a
Bolívar, mucho menos al responsable de la miseria que sufrimos los venezolanos,
Hugo Chávez.
El caso del ministro no es único. En un ministerio que debiera ser
netamente civil como el de Interior, Justicia y Paz, encontramos un individuo
que se ha dedicado a mentir de forma descarada y hasta boba. El cuento que echó
de los billetes de cien me mantuvo riendo un buen rato a pesar de la desgracia
que significa. Solo a una mente bobalicona se le puede ocurrir que el gobierno
norteamericano pagaría un dólar por cada billete de 100 si puede comprar más de
30 por un dólar. Lo grave del caso es que el señor da una explicación boba y no
se da cuenta de la magnitud de la estupidez que está diciendo. A pesar de la
operación del ministro, el dólar continúa su camino ascendente mostrando lo
necio de la maniobra del gobierno.
Otro militar que avergüenza a las fuerzas armadas es el genio del modelo
cualitativo cuantitativo que podía probar que la criminalidad había bajado.
Este individuo dirige la policía política del régimen y se ha encargado de
sembrar evidencias en políticos venezolanos de una forma descarada. La
explicación de esta patología psicológica está en el terror que le produce que
un cambio de gobierno signifique para él terminar vistiendo de por vida un
traje naranja.
Los militares que participaron en los asesinatos del 4F y el 27N y hoy
son gobernadores y ministros han quedado como pésimos administradores y lo que
es peor, como corruptos de marca mayor. Estos sujetos que se levantaron en
armas contra la democracia han participado en la implantación de una dictadura
cuyos defectos superan con creces a los gobiernos anteriores.
Los recientes ajusticiamiento de venezolanos por personal de las fuerzas
armadas es un elemento adicional a ser mencionado. El comediante eterno se la
pasaba repitiendo aquello de maldito el soldado que levante su arma contra el
pueblo. La lista de malditos es inmensa y no se limita a los sometidos a
juicios recientemente. Todavía anda en libertad, mientras esté el chavismo en
el poder, la funcionaria de la guardia nacional que golpeó brutal y
cobardemente a una ciudadana que ejercía su derecho a la protesta.
Como si todo esto fuese poco, las fuerzas armadas protagonizan la
comiquita de unos ejercicios militares para practicar en contra de la posible
invasión de ejércitos extranjeros. Para vergüenza de todos los venezolanos,
menos los militares mismos, estas ridículas operaciones de soldaditos de plomo
fueron supervisadas por militares cubanos. ¿Cómo le cree uno al ministro cuando
habla de su disposición a defender la soberanía nacional?
Militares como estos que he descrito no necesitamos. No podemos permitir
a miembros de un partido político que se uniformen. Hay que darle un parado a
estos señores que se creen por encima del pueblo al que llaman con desprecio
civiles.
Necesitamos unas Fuerzas Armadas comprometidas con la defensa de la
nación y de la soberanía que reside en el pueblo. Unas Fuerzas Armadas sin
apellidos y que no le rindan culto a nulidades engreídas que, como Chávez,
destruyeron el carácter profesional que deben imperar para ejercer las
funciones que la constitución les ordena.
Son necesarias unas fuerzas armadas dispuestas a recuperar para el
estado venezolano el monopolio de la violencia. Resulta insólita la existencia
de grupos paramilitares armados ante la mirada obsecuente de la oficialidad.
Unas Fuerzas Armadas que impidan la destrucción de nuestro ecosistema por
hordas de cazadores de fortuna que afectan las cuencas de nuestros ríos.
Necesitamos Fuerzas Armadas que se dediquen a lo estrictamente militar.
Unas Fuerzas Armadas al servicio del pueblo que en última instancia justifica
su existencia.
Jose Vicente Carrasquero A.
botellazo@gmail.com
@botellazo
Caracas - Venezuela
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