PIDO LA PALABRA
LA UNIVERSIDAD DEBE PROTESTAR
La situación que vive la universidad venezolana ante la alevosa
conminación del gobierno central de usurparle el dominio correspondiente a la
seguridad social universitaria para traspasarlo a una empresa militarista, es
razón para elevar la más férrea protesta.
La comparación entre organizaciones comprometidas con objetivos en
común, es una tarea de cotidiano cometido. Pero cuando las organizaciones
tienen propósitos disímiles, su comparación no es tan inmediata. Debe
recurrirse a la conciliación de variables antagónicas lo cual no es tan fácil.
Se requiere de una metodología específica. Sin embargo, dicho cotejo permite
entender la relación entre variables que no son funcionalmente homologables. Su
análisis hace posible relacionar situaciones o condiciones capaces de optimizar
el comportamiento organizacional y advertir las implicaciones del entorno. Pero
no todo está sujeto a circunstancias de analogía funcional. Hay organizaciones
que son incompatibles con otras, a pesar de ser expresión de importantes
consideraciones trazadas por la teoría de organización y la teoría
administrativa. Aunque ellas explican que organizaciones de discordante razón,
no pueden medirse bajo los mismos criterios.
Vale esta disertación como prolegómeno, a propósito de explayar
diferencias de toda índole que existen entre empresas de razón mercantil o
comercial, y otras de naturaleza institucional, como es el caso de la
organización sobre la cual se concibe a la Universidad autónoma.
La universidad, indistintamente de su cimiento financiero, no admite
símil con ninguna otra. Su razón de ser, es de manejo cognitivo tanto como de
carácter académico-institucional. De ahí que cualquier intención de medirla con
la unidad que se emplea para evaluar el rendimiento y desarrollo de una empresa
de producción o de servicio, carece de sentido y de lógica
económico-administrativa. La universidad debe valerse de sus propias
capacidades y fortalezas para sortear las dificultades que se ciernen a su
alrededor en su transitar. El hecho de que cualquier transformación que afecta
la sociedad busca evaluarse por las instancias académico-universitarias, en un
indicador del talante y caracterización de su fuero institucional que ostenta
de cara a las circunstancias que pueden obstaculizar su consolidación en el
terreno del conocimiento.
La situación que vive la universidad venezolana ante la alevosa
conminación del gobierno central de usurparle el dominio correspondiente a la
seguridad social universitaria para traspasarlo a una empresa militarista, es
razón para elevar la más férrea protesta. Protesta ésta que deje al descubierto
la componenda que articula el régimen al atentar nuevamente contra la autonomía
universitaria, Más, cuando a decir de la Constitución de la República, en el
artículo 109, “las universidades autónomas se darán sus normas de gobierno,
funcionamiento y la administración eficiente de su patrimonio (…)”. Y es que la
crisis financiera que viene acorralando al régimen, ha despertado en el
gobierno actual una sed fiscal cuya necesidad de saciarse, desbordó en el
aparato de control gubernamental medidas de chantaje y de extorsión casi que de
naturaleza delincuencial. El Ejecutivo Nacional no vio otra veta de la probidad
que luce las instituciones de previsión social de profesores y empleados
universitarios, y de sus funcionales cajas de ahorro.
No hay duda de que el alto gobierno ha considerado que la universidad
autónoma es un objetivo político contra el cual encarara su ofensiva a manera
de debilitar sus fuerzas y menguar su resistencia. De esa manera, un gobierno
tan impúdico como el presente, no justificaría esfuerzo alguno en valorar la
misión que corresponde a la educación superior tal como lo describe el artículo
segundo de la Ley de Universidad. El mismo reza: “(…) que a ellas corresponde
colaborar en la orientación de la vida del país mediante su contribución
doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales˝. Y por las
tendencias que las realidades han dejado ver, al gobierno central, ni tampoco a
los intereses de la “revolución bolivariana”, le conviene la intromisión de la
universidad autónoma dada su capacidad de crítica necesaria para hacerle ver el
grado de error y de equivocación que las decisiones gubernamentales han
inducido sobre el devenir nacional.
En medio de tales adversidades, la universidad autónoma sostiene la
fuerza moral y de organización para superar las trampas que un gobierno
marrullero tiene preparadas para menguar el espíritu combativo y contestatario,
propio de la universidad crítica, esclarecida y democrática. Si bien no son
momentos para enfrentar el poder con la insolencia de quien no ha concienciado
los valores morales como pivote para elevarse por encima de los conflictos a
los que cae toda persona armada de indecencia, sí son tiempos para continuar
acuciando el pensamiento sobre el cual se enarbola la humildad y la dignidad
del hombre de sapiencia y paciencia necesaria para salir de cualquier
atolladero. Vale decir, es tiempo para que la universidad continúe apegada a
una praxis liderada por el valor de reinventarse.
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
Merida - Venezuela
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