LA IGLESIA, MILITARES Y LA JUNTA PATRIÓTICA
El derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero
de 1958, fue el resultado de un amplio, progresivo y justificado movimiento
cívico primero y después militar contra los hechos inadmisibles de su gobierno
no solamente por su autoritarismo y la negación de las libertades políticas
-evidenciados en múltiples actos- sino también por sus aspiraciones
continuistas, la presencia de graves actos de corrupción, el sentido
derrochador y faraónico de las obras públicas, todo lo cual resultaba contrario
al ejercicio serio, honesto, responsable y democrático de la administración del
Estado.
De manera creciente se formó en el país un sentimiento de rechazo a los
actos oprobiosos del régimen, tanto por sus políticas como por la actuación de
sus agentes, al contrariar a la consciencia nacional y a la opinión pública
cada vez más a favor de los derechos democráticos y el cese de la represión por
razones ideológicas.
Tales pronunciamientos y manifestaciones que empezaron a surgir desde el
inicio de la dictadura y continuaron a todo lo largo de la misma, se
profundizaron a partir de mediados de 1957 al agravarse la situación nacional.
Los más diversos sectores advirtieron la crisis y fijaron respectivas
posiciones coincidentes todas ellas sobre la necesidad de restablecer
plenamente la democracia en el país.
A finales de 1957 Luis Herrera Campíns, entonces miembro del Comité
Nacional de Copei, mediante texto publicado en Munich, alertaba sobre la
conveniencia de que en Venezuela se efectuasen elecciones con: “garantías
máximas” las cuales debían ser aseguradas como resultado de: “la combatividad
de las masas, la organización popular y la presión partidista” y a través de:
“la presencia cívica en las calles” y: “la prédica serena de la plataforma
política de la oposición”.
Por su parte, desde la cárcel, la clandestinidad, el exilio y la calle,
partidos como Acción Democrática,
Comunista de Venezuela y Unión Republicana Democrática, entre otros,
fueron bastiones fundamentales en la lucha contra la dictadura.
La postura universitaria tanto del frente estudiantil como de los
egresados fue significativa a la hora de adversar las pretensiones perpetuadoras
del régimen, la necesidad de verificar elecciones legítimas y la participación
en las mismas de un posible candidato de tendencia unitaria capaz de defender y
sostener: “la marcha normal de los poderes públicos y el respeto de los
derechos ciudadanos”.
Resulta importante destacar la posición del Partido Comunista el cual se
opuso de manera categórica a las aspiraciones del gobierno de: “continuar en el
poder mediante una reforma a la Constitución que prorrogue el período
presidencial o mediante unas elecciones amañadas sin participación popular”. Al
mismo tiempo, esa agrupación respaldó la necesidad de conformar: “un gran
frente nacional anticontinuista” esperando que la unidad cívico-militar
sirviese para lograr de manera fidedigna el pronunciamiento electoral de la
Nación a través del voto directo, universal y secreto de su pueblo.
Contrario entonces a tendencias dogmáticas cerradas y excluyentes
siempre ajenas de la pluralidad de la política, el Partido Comunista de
Venezuela asumió una orientación: “elástica y flexible” para consolidar la
resistencia contra la dictadura y alcanzar la integración de todas las fuerzas
sociales y políticas, posición que ya habían también expuesto otros partidos y
sectores ciudadanos declarando finalmente esa agrupación que: “Ningún partido,
ningún grupo social, ninguna camarilla tiene el derecho de monopolizar la
aspiración de todos los venezolanos”.
La digna y valiente posición de la iglesia Católica se puso en evidencia
en diversas instancias y situaciones - inclusive en circunstancias riesgosas
muchas de ellas- y, en particular, a través de las célebres Cartas Pastorales
de Monseñor Rafael Arias Blanco, Arzobispo de Caracas, las cuales se
sustentaban plenamente en su doctrina social y del derecho de la misma a
intervenir en defensa de la: “dignidad de la persona humana” tal y como
corresponde a su sagrado ministerio.
(Algún día el nombre de este ilustre prelado debe acompañar en
Barcelona, Estado Anzoátegui, al de la llamada: “Redoma de los Pájaros”, lugar
en cuyas inmediaciones falleció ese ministro del Señor, para testimoniar el
agradecimiento patrio a sus elevadas virtudes pastorales y cívicas dignas de
recordación y gratitud).
Finalmente, la Junta Patriótica integrada por representantes de los más
diversos sectores, contribuyó a formar una consciencia nacional en torno al
derecho a elegir en forma democrática a los gobernantes, afirmar el principio
de la alternabilidad política e impulsar en la práctica el fin de la dictadura.
El categórico rechazo a la persecución política; las detenciones
arbitrarias de civiles y militares, la prisión y tortura de numerosos presos
políticos; el generalizado desagrado ante las amenazas contra los directores de periódicos y el arresto
de periodistas; la reiterada denuncia de casos de corrupción; el repudio
general al pretendido plebiscito con el que se deseaba mantener en el poder al
dictador; la creciente adhesión de sectores gremiales, empresariales,
intelectuales, sindicales, entre otros hechos relevantes, fueron todos factores
que consolidaron la unidad nacional, a la cual se sumaron sectores militares
que habían sido públicamente llamados por el frente estudiantil y por la Junta
Patriótica a asumir una responsabilidad histórica en defensa de su propia
dignidad y de la Constitución a la que juraron garantir con el único, legítimo
y prioritario propósito, tal y como lo exigía la Junta y el país en tan
apremiantes momentos, de: “Salvar a Venezuela”, restablecer la convivencia y
las libertades democráticas y el equilibrio institucional.
Jose Felix Diaz Bermudez
jfd599@gmail.com
@jfdiazbermudez
Anzoategui – Venezuela
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