MIRAR EN OTRA DIRECCIÓN
Me resulta inexplicable que un gobierno tan precario como el de Nicolás
Maduro retome fuerzas y nos tenga sumidos en la frustración y la desesperanza,
cierta dirigencia opositora está en deuda con todos los que apostamos a una
solución pacífica y constitucional para recobrar las libertades y la
democracia. Las oportunidades se van para siempre y no vuelven, como sucede con
los años: en enero de 2016, la Asamblea Nacional debió destituir a los magistrados del
Tribunal Supremo de Justicia, nombrados ilegalmente en los últimos días de la
presidencia de Diosdado Cabello en el Parlamento, estaba obligada a sustituirlos y a designar
también un nuevo Consejo Nacional Electoral, ese era el punto de partida para
convocar con éxito el referendo revocatorio, pero no siguieron esa secuencia
insoslayable y todo salió mal o no salió.
Ahora a llorar al valle, no habrá elecciones sino las previstas para
finales de 2018, a no ser que la declaratoria de abandono del cargo de Nicolás
Maduro, aprobada por la Asamblea
Nacional, no se quede en un saludo más a la bandera y se acompañe de una
serie de acciones para conseguir
en el camino que pueda sortear esta selva impenetrable, enmarañada con las
estridencias de viejos estilos políticos que no solucionan nada.
Julio Borges
demostró –a pesar de las desconfianzas sobre su figura– que los anuncios
durante su investidura no se quedaron en promesas y pasó a la ofensiva, sus
contundentes palabras sobre el ejercicio del poder fuera de la Constitución de
quien hoy es presidente de facto tienen que materializarse con una serie de
estrategias y ejecuciones, ahora le toca demostrar su firmeza y coraje, para
que no seguir sumando fracasos tras fracasos. Aunque hay algunas acciones que
me parecen indescifrables, como la inconveniente desincorporación de los
diputados electos de Amazonas. Aún así,
le daré a Borges el beneficio de la duda.
“Desarmar los espíritus”
Me he propuesto salir de la resaca de tristeza que nos dejó 2016, un año
en el que asegurábamos que lo mejor estaba por llegar y las grandes esperanzas
se convirtieron en los peores designios e infortunios.
El documento producido
el 7 de enero por la Conferencia Episcopal Venezolana puede ayudarnos a
recobrar el estado de ánimo, no para recuperar lo vivido sino para encarar
con serenidad el futuro. Se trata de un
enjuiciamiento severo de nuestra realidad social y política, los obispos hacen
un análisis exhaustivo y denuncian la tragedia histórica y el caos en el que
estamos sumidos los venezolanos. Examinan la actitud del gobierno y de la
oposición frente al diálogo: “ …ambas partes, si bien a título diverso, no
asumieron el diálogo en función del país, sino que lo consideraron más bien
como una simple estrategia política, útil, no para dirimir los grandes
conflictos que afectan a todos por igual, sino para fines particulares, incluso
subalternos”.
La lectura de esas reflexiones produce el efecto de despertar
conciencias para una nueva actitud proactiva y para no continuar en la
depresión: “La desesperanza no cabe en quien confía en el ser humano... no todo
está perdido, mientras haya una ciudadanía consciente, con la fe y la esperanza
activadas, capaz de diseñar y emprender nuevos rumbos”.
La Iglesia hace un
llamado a “desarmar los espíritus” y a “mantener la esperanza contra toda
esperanza”. Un documento tan imprescindible como las palabras del premio Nobel
de la Paz, el ex presidente de Costa Rica, Oscar Arias, en las que exige a la
comunidad internacional volcar su atención sobre la tragedia que sufrimos los
venezolanos y subraya que “la historia juzgará a quienes, sabiendo lo que
ocurría en Venezuela, decidieron mirar en otra dirección”.
Marianella Salazar
marianellasalazar@cantv.net
@aliasmalula
El Nacional
Caracas - Venezuela
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