HABLA LA CONCIENCIA
Cuántos pudieran ser los interesados en el diálogo de que tanto se habla
como salida a la crisis social, moral y política venezolana. Suficientemente conocidos son los
expresidentes Martin Torrijos, Rodríguez
Zapatero, Ernesto Samper, Leonel Fernández, el comisionado Jorge Rodríguez y la
representación del Vaticano, que aunque aparezca metida en el mismo saco, la
buena fe es percibida porque ha puesto
empeño en la salvación de lo que pudiera ser la última esperanza para lograr acuerdos serios que obliguen al
régimen a darle cumplimiento. En las
bondades de un diálogo entre las partes enfrentadas todo aporte es favorable,
pero aquí hablamos de dos modelos tan desiguales como es el comunismo y la
democracia; de una oposición decente y
un gobierno tramposo, corrupto y descalificado
internacionalmente.
¿Porqué continuar con esta farsa?
Entendemos el diálogo dentro de un amplio espectro de opiniones,
personalidades y gestiones para lograr el fin de restaurar la vigencia de los
derechos humanos en el país. Si el propósito de Maduro es sembrar falsas expectativas sobre acuerdos
que pudieran lograrse, los engañados serían todos los componentes de la
"Mesa del Diálogo", porque descubiertas las intenciones que se dieron
a conocer en la primera sentada anunciada con bombos y platillos, se
necesitaría ser unos pillos con intereses oculto para seguir prestándose a un
juego diabólico donde quien más sufre es el pueblo. Nuestra afirmación es categórica: el diálogo
debe ser un capítulo cerrado.
No hace falta un día más para estar conscientes de cómo el socialismo
bolivariano del difunto que no terminan de enterrar y su protegido Nicolás
Maduro, dispusieron de las riquezas del país.
Destruyeron la economía, acabaron con la producción alimenticia despojando
tierras y robándose propiedades que no llegaron a pagar. Con esa misma política
se multiplicaron los nuevos ricos
robolucionarios que se
extendieron de manera increíble más allá de nuestras fronteras, apareciendo
señalamientos nunca imaginados que comprometen a altos funcionarios, siendo que
lo más triste no es la verdad o la falacia sino la solidaridad del presidente,
traduciéndose en responsabilidad compartida.
Todo esto nos indica que ciertamente no estamos para diálogo sino para
mayor acción de calle; considerémoslo un
capítulo cerrado. Nuestros pasos deben
estar claramente definidos ante un gobierno que encarcela y reprime, que está
acabando con Venezuela. No son
fantasiosas la respuesta en la calle ni la disposición sobre la base de la ruta electoral; es así como se derrumban las dictaduras y
esta no será la excepción.
Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
Carabobo - Venezuela
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