sábado, 4 de marzo de 2017

LUIS GARRIDO, JUSTICIA POR PROPIA MANO

HABLA LA CONCIENCIA

Llegamos a donde nadie lo hubiese pensado.  Más que rabia es un odio enfurecido;    la respuesta encontró asiento en un pueblo indignado.  Lo triste es que, cuando la justicia se cobra por cuenta propia, no tiene medida ni límite en su aplicación.  No queremos  hacer del tema escogido un motivo para la especulación política, pero sentimos que la responsabilidad es  exclusiva de quien hace tan poco -por no decir nada-  que la ciudadanía -frente al verdadero recurso del "sálvese quien pueda"- ha venido reaccionando de la manera más ruda y jamás imaginada.  

Quisiéramos hacernos entender más por el dolor de lo que está pasando en nuestro país que por los argumentos que esgrimimos sobre la tragedia en sí, porque no hay persona que  no esté alarmada con el desarrollo -cada vez más avanzado- de la criminalidad callejera y tristemente convencida de que en definitiva el régimen ha resultado incompetente para reducirla.  Nos cambiaron la vida;  de aquel país alegre nos queda solo recuerdos y añoranzas.  Estamos enfrentados a esa realidad del asalto rutinario en el autobús y el arrebato sorpresivo;  pero lo más alarmante es que hasta el entretenimiento nocturno desapareció,  ya que a partir de las cinco de la tarde comienza el cierre del comercio, y la soledad de las calles se hace sentir en el pánico de la población.     
Vivimos una tragedia muy particular.  Las motos son parte de la angustia de la gente;  se han convertido en una práctica diaria del asalto.  Preguntamos: ¿qué cuesta aplicar algunas medidas que al final serían de beneficio colectivo?     Ningún motorizado asaltaría si no llevara algún acompañante.  Hablamos del parrillero cómplice y aunque en las primeras de cambio serían muchos los justos que pagarían por los pecadores, solo buscamos una sana imagen del sector motorizado.  Se trata de una clasificación donde la compañera justifica su traslado y el mototaxista tendría su identificación;  pero la aplicaría cualquier gobierno que se empeñe en reducirle las alas a la delincuencia.    
         
No estamos descubriendo el agua tibia pero sí nos preocupa lo que será  de ese venezolano de sentimientos profundamente humanos, que ve con sus propios ojos cómo una persona envuelta en llamas o sacrificada por una comunidad, paga la desgracia de su desviación.  

Ojalá que Carabobo  -convertido hoy en un desastre en materia de seguridad-diera el primer paso.    

¡Insólito!: la tragedia del autobús en Guigue con el número de fallecidos señalados, sigue trayendo cola;  la policía ha tenido que custodiar el ataúd del chofer hasta el cementerio para evitar que una turba linchara al muerto.   
         

Luis Garrido
luirgarr@hotmail.com
@luirgarr
Carabobo - Venezuela              

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