"Ha impreso en los
universitarios la conciencia de siempre depender del gobierno. Los
universitarios han aprendido a odiar el capitalismo, no quieren saber nada de
economías de mercado, libre competencia o globalización. Los universitarios de
la UNAM saben quién es Carlos Marx, Lenin, Che Guevara; pero nunca han oído, ni
leído una línea de Ludwig von Mises, Hayek, Friedman, Rothbard, Hoppe o Jesús
Huerta de Soto. Profesores y alumnos de la UNAM se han proyectado como los
grandes luchadores contra el neoliberalismo."[1]
Si bien el autor citado
arriba hace expresa referencia al caso de la UNAM (México), hay que decir que
la situación no es demasiado diferente en el resto de las universidades
estatales del mundo, en particular en Latinoamérica. Fenómeno típico -por otra
parte- de la educación estatal. Se observa difícil concluir -ante semejante
panorama- que en la humanidad de nuestros días campea a sus anchas "el
capitalismo".
A pesar de que pareciera
que en los últimos años ha crecido un poco más el conocimiento de los autores
mencionados en último término de la cita anterior, en los claustros
universitarios, siguen -no obstante- siendo ampliamente mayoritarios aquellos
otros que defienden ideas socialistas o de cualquier otra variante
anti-mercado.
Los profesores y las
cátedras anticapitalistas siguen siendo muchos más que los capitalistas. Y esto
ocurre no sólo en economía, sino en el resto de las disciplinas también. Que en
los claustros se enseñe fundamentalmente socialismo en sus vertientes económica,
filosófica, histórica, jurídica y hasta moral es, en parte, la explicación del
porque cuando estos universitarios egresan de sus casas de estudios y ante una
realidad que se da de bruces con las doctrinas que les inculcaron en sus
universidades, el resultado final es una sociedad estatista o intervencionista
en el mejor de los supuestos. En el peor, se intenta forzar la aplicación del
socialismo de catedra a una realidad que lo contradice desde todos los ángulos,
y sus resultados son las miserias y tragedia vividas en los países del bloque
comunista oriental, y los ejemplos más recientes de Cuba y Venezuela.
Fuera del mundo
académico los autores promercado son prácticamente desconocidos, tanto como lo
eran antaño. Esta falta de divulgación, y la propagación de ideas contrarias o
confusas sobre el libre mercado, es lo que fija que la sociedad de nuestros
días se mueva dentro de un círculo cultural estatista-intervencionista que
determina -entre otros efectos- que los gobiernos del planeta sean, en su inmensa
mayoría de estos últimos signos.
Ahora bien (volviendo al
campo académico): que la generalidad de las instituciones educativas profese en
sus planes de estudios programas de este último orden mantiene una vinculación
directa con el grado de injerencia estatal en el ámbito educativo. Esta
intervención activa del estado-nación en la educación encuentra respaldo en el
amplio consenso popular acerca de que la educación es
"responsabilidad" del "estado", al menos en sus primeras
etapas. Sucede que -desde el punto de vista formativo y psicológico- estas
primeras etapas son las fundamentales de la vida, y son las que -en gran
medida- marcan el rumbo de las fases subsiguientes. De donde, es difícil más
tarde evitar una especie de efecto "bola de nieve" que arrastra al
educando a medida que avanza en sus estudios, y le suma -en cada uno de los
pasos de su carrera estudiantil- estatismo sobre más estatismo, al punto que
podemos decir que, cuando finalmente llega a la universidad, es un estatista
completo y convencido. Y más todavía cuando egresa de ella.
No hay, prácticamente,
país del orbe donde los planes educativos oficiales y los respectivos programas
de estudios no requieran de la aprobación del aparato burocrático. Es casi como
una verdad de Perogrullo que el burócrata no certificará contenidos que
desprestigien o mal hablen de la burocracia como tal, ni que descalifiquen la
función rectora que el gobierno se auto-atribuye, respaldado por el consenso
social antedicho de que la educación es responsabilidad exclusiva del
"estado" (aunque no excluyente, en la medida que se admite que el
gobierno autorice -en ciertas cuestiones- a los particulares a abrir institutos
de enseñanza y a emplear a maestros y profesores, siempre y cuando se ajusten a
las reglamentaciones dictadas para tal efecto).
Es que al estatismo le
preocupa no tanto cómo se enseña, ni quién, sino lo qué se enseña. La idea
popular que la educación debe dirigirse a "hacer buenos ciudadanos"
es particularmente tan nefasta como -lamentablemente- ampliamente aceptada, y
se opone a la concepción liberal, por la cual la educación debe estar orientada
a enseñar a pensar, y a encaminar al educando en esa dirección, y no a
adoctrinar. Un "buen ciudadano" es literalmente un súbdito, un
subordinado, en suma, un esclavo. Es, de alguna manera, el ideal dirigista de
la educación.
Detrás de todo
"buen ciudadano" se esconde, en realidad, un buen gobernado, y no un
buen gobernante. Este es, en definitiva, el fin que persigue la educación
estatal, sea directamente estatal o indirectamente, como lo es -en esta última
significación- la mal llamada "educación privada" que, en suma, se
reduce, en la mejor de las hipótesis, a la propiedad del establecimiento
educativo y su mobiliario, pero que ni siquiera suele ser privada en sus
gastos, ya que de ordinario muchos de tales establecimientos reciben subsidios
del gobierno para costearlos, es decir, su dependencia de la burocracia es
bastante mayor de lo que a primera vista pareciera ser.
Y ni qué decir de los
métodos extorsivos que emplean de continuo los mal llamados "docentes de
la educación pública" que no son más que pequeños burócratas que fungen de
"maestros" o de "profesores" sin serlos en el estricto
alcance de estos términos.
La educación en manos
del estado-nación, dirigida o intervenida por ese estado-nación, es instrumento
de dominación, y contraria a un orden capitalista que -por definición- nace y
crece en un ambiente de total y absoluta libertad, y donde campea el dirigismo
no hay lugar para la libertad.
Los efectos de largo
plazo de la educación (entendida esta en sus sentidos de formal e informal) son
particularmente relevantes, y por eso merecen especial atención.
Gabriel S. Boragina
gabriel.boragina@gmail.com
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