La decisión de mantener relaciones diplomáticas con
otros países es soberana de cada Estado, por lo tanto, la respuesta a la
pregunta planteada no pretende cuestionar ese derecho y respeto las decisiones
estratégicas de cada país. Pero eso no limita el nuestro a analizar esas
decisiones que tienen impacto en nuestras vidas.
Me voy a concentrar aquí en el análisis de la decisión
de algunos países de retirar embajadores en Caracas como mecanismo de presión,
protesta y desconocimiento del gobierno de Maduro, quien es acusado de
ilegítimo en su ejecución de la democracia y ahora ilegítimo de origen a partir
del diez de enero.
No es difícil entender los argumentos esgrimidos para
esa decisión. Se plantea que el sistema de gobierno venezolano no cumple las
condiciones básicas de la democracia liberal. Los derechos están restringidos,
hay presos y exiliados políticos, partidos proscritos, instituciones
colonizadas, un sistema electoral sesgado, los medios están coaptados,
censurados o autocensurados y el país está imbuido en la crisis más severa de
su era republicana y una parte de la población es expulsada por esa crisis, que
se convierte en uno de los fenómenos migratorios más impactantes de la historia
latinoamericana.
Dejo claro, entonces, que los argumentos utilizados
para retirar embajadores son claros y conocidos, pero la pregunta relevante es
si esa decisión es eficiente. En mi opinión, la respuesta es no.
Tomemos el caso específico de Colombia, aunque podría
tomar cualquier otro. ¿A quién perjudica más que no esté en Venezuela el
embajador de Colombia? ¿Al gobierno de Maduro o a los dos millones de
colombianos que todavía hacen vida en Venezuela y que pierden la conexión
directa y el seguimiento presencial de sus problemas en medio de una crisis de
esta magnitud? ¿El gobierno de Maduro que, con embajador o sin él, está aislado
y sancionado o el gobierno colombiano, que pierde su capacidad de tener
diplomáticos de máximo nivel en Caracas, siguiendo cara a cara los
acontecimientos políticos y económicos de este país, reuniéndose con los
políticos opositores locales, los empresarios, los académicos, los analistas y
sus connacionales en Venezuela, quienes pueden ayudarle a seguir, entender y
contribuir a solucionar los problemas que tienen y que tendrán un impacto
fundamental en la vida política y económica colombiana? ¿Al gobierno de Maduro
o al millón de venezolanos que se estima migraron y viven en Colombia?
Entendemos que
un gobierno podría argumentar que esta es un posición ética y que no puede
tener embajador en un país signado por la ausencia de democracia y validar con
esto a un gobierno ilegítimo? Siendo entonces consistente, debemos suponer que
ese país tampoco tendrá embajadores en Rusia, ni Cuba, ni en las dictaduras
africanas, que adolecen del mismo mal. Revisen ustedes la lista de embajadores
en esos países y se sorprenderán. ¿Quiere decir que esos países reconocen como
democrático al gobierno de Cuba, de Rusia y de la mitad de África? No, porque
eso no tiene nada que ver con la decisión estratégica de mantener embajadores
en esos países, operando para resolver lo que haya que resolver.
Si yo tuviera en mis manos la decisión de qué hacer
con los embajadores de todo el mundo frente al diez de enero, iría exactamente
a contracorriente. Dejaría o enviaría a Caracas a los mejores diplomáticos de
carrera, como un mensaje claro sobre la decisión firme del mundo de estar
atentos a lo que aquí pasa, de estar dispuestos a ayudar a los violados en sus
derechos y de apoyar los procesos de transformación que el país pide a gritos.
Eso es lo que haría, pero yo sólo puedo opinar; así que tranquilos, troles, que
soy inocuo.
Luis Vicente León
luisvleon@gmail.com
@luisvicenteleon
No hay comentarios:
Publicar un comentario