miércoles, 30 de septiembre de 2020

GRISELDA REYES, EL TEMA URGENTE

La situación venezolana llama con razón al interés y la preocupación de la comunidad internacional. Durante dos décadas los enfrentamientos y la polarización política, en un cuadro que muchos asimilan a una nueva versión de la guerra civil, ha significado la división de los venezolanos con las consecuencias que ello representa para la estabilidad institucional y el equilibrio de los poderes públicos. De allí que los recientes informes de organismos internacionales sobre violación de los derechos humanos- a diferencia de otros países- se explican por los alcances de la crisis nacional y no solo por la comprobada actuación represiva de un gobierno.

A ello se añade un verdadero colapso de la economía tradicionalmente sustentada en el recurso petrolero. En la práctica la quiebra de Pdvsa no es la quiebra de una empresa importante sino mucho más: es el colapso del principal resorte financiero del Estado. Habría que pensar lo que ello significa cuando asistimos en los últimos años al grave deterioro de las condiciones sociales del venezolano. Basta con padecer los efectos de la hiperinflación y la casi desaparición del bolívar como la moneda histórica de la nación. Basta con solo ver el deterioro de los servicios públicos, la desaparición de las fuentes de empleos y el cuadro de desolación de las ciudades y pueblos del interior que en los últimos días han salido a protestar no por simples razones políticas y partidistas sino como un grito desesperado de sobrevivencia.

A esa realidad se le añade el costo que representa la cuarentena del coronavirus que significa gigantescas pérdidas financieras, altas cifras de desempleo y desinversión y caída de los niveles sanitarios en los países de mayor desarrollo económico del mundo. Habría que calcular lo que ello significa para un país que ya soporta un derrumbe económico y social sin que se apliquen las medidas necesarias y pertinentes en busca de soluciones.

Todo un cuadro que exige un gran esfuerzo por supuesto de las autoridades y poderes del Estado cuya responsabilidad en lo que ocurre es obvia, sino también de los partidos políticos y las instancias de la sociedad civil que padecen los estragos de la crisis y que solo superándola en lo posible, podrán encontrar espacio para su actuación y la conquista de sus objetivos. Desgraciadamente todo indica que no se trabaja en esa dirección. La llamada dirigencia política sin exclusiones aparece divorciada de ese tema urgente y prioritario. Lo demuestra la manera como está siendo encarada la próxima elección de la Asamblea Nacional prevista para el venidero 6 de diciembre. Resulta lógico que se preste atención a la mejor selección de los candidatos y que se aceiten las maquinarias para la mejor campaña electoral, pero al mismo tiempo ahora es necesario y en este caso indispensable que se asuma el compromiso de juntar esfuerzos y de presentar salidas consensuadas mediante proyectos de leyes y acuerdos para que el país retorne a una normalidad mínima que permita tranquilidad y confianza a los venezolanos que sin distinción de colores ni de ideologías, son víctimas de una enorme catástrofe cuya prolongación implicaría la verdadera ruina de la patria. Ese es el tema urgente...

Griselda Reyes
griseldareyes@gmail.com
@griseldareyesq

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