El Instituto Nacional de Cooperación Educativa (INCE), fue un organismo autónomo con personalidad jurídica y patrimonio propio, adscrito al Ministerio de Educación, creado por Ley el 22 de Agosto de 1959 y reglamentado por Decreto el 11 de Marzo de 1960. En 1990 de acuerdo con Decreto publicado en la Gaceta Oficial Nº 34563 de fecha 28 de Septiembre, se reforma el reglamento de la Ley del INCE, con la finalidad de reorganizarlo y adecuarlo a los intereses del país y al proceso de reconversión industrial.
Desde entonces el INCE fue rector de la formación profesional de Venezuela, razón por la cual a lo largo de los 41 años de su fundación hasta el año 2003, se formaron en sus aulas, mas de 8 millones 500 mil personas, capacitadas en consonancia con las necesidades de los sectores productivos y con las políticas de desarrollo económico y social del estado.
Pero en el 2003 de acuerdo con Decreto publicado en la Gaceta Oficial Nº 37.809 de fecha 03 de Noviembre, se reforma el reglamento de la Ley del INCE, con la finalidad de reorganizarlo y adecuarlo a los intereses concepción y visión, dentro del ámbito de un socialismo abierto y participativo. desviando en consecuencia su primigenia función para la cual fue creada, gracias a la visión futurista del difunto Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, llegando al extremo hasta de cambiar su nombre por cuanto pasó a denominarse INCES, (Instituto Nacional de Capacitación Educativa Socialista), hoy por hoy, más en función proselitista y formación política, para lo cual no fue creada.
Conocí la institución en la cual presté servicios profesionales, como Gerente General de Información y Relaciones Institucionales. Viene a nuestra memoria un acto realizado en el Hotel Barquisimeto Hilton (1998), en el que los candidatos presidenciales presentaron sus respectivos programas de gobierno, y cuando le tocó el turno a Hugo Chávez, éste en una parte de su intervención afirmó que de llegar a ser Presidente de la República “eliminaría el INCE, porque no servía para nada”. Concluida la ceremonia, nos acercamos y le entregamos en sus manos, un dossier con toda la información de los logros alcanzados, desde su fundación, no sin antes manifestarle: “Comandante, el INCE es una valiosa herramienta para servir de soporte a la nueva fase de desarrollo e industrialización del país, por lo que me permito sugerirle que cuando vaya a conciliar el sueño, lea el dossier que le entrego en sus manos”.
Con rubor, debo confesar que me siento virtualmente culpable de haber convencido a quien llegó a la presidencia de la República, para que no eliminara al INCE, el cual durante casi cuatro décadas había dirigido las políticas de formación profesional, y siempre estuvo atento a nuevas propuestas y mejoramiento de la eficiencia y efectividad de los programas de formación; adecuación y asistencia a los sectores urbanos y rurales; oportunidades para la mujer; discapacitados, jóvenes sin empleo y otros grupos vulnerables, mediante el respaldo de iniciativas privadas que fomentaban empleo. Hubiese sido preferible su desaparición, para evitar que ahora en sus aulas se impartan charlas, conferencias y conversatorios, acerca de los alcances de la revolución socialista, marxista mal llamada bolivariana, temas ajenos a la preparación y adiestramiento de hombres y mujeres que cada día y hoy más que nunca, requiere nuestro país.
En tiempos de cambios en los que se requiere una modificación respecto a la capacitación pública y privada, el INCES actual ha dejado de lado su principal objetivo como lo es la organización y fomento de la formación, calidad y cantidad de la oferta formativa, pues no satisface las necesidades de la población de escasos recursos y la capacitación, con una visión amplia del país.
Ha quedado atrás, el papel primigenio que siempre asumió el INCE como reto imponderable con la sociedad, de adaptarse rápidamente a los cambios tecnológicos y económicos, necesarios para la educación y formación, lo cual significa mayor capacitación del empleador y el reconocimiento de éste, de la importancia de contar con trabajadores egresados de sus aulas. Era común leer en los periódicos, los avisos de las empresas que ofrecían empleos: “preferiblemente egresados y certificados por el INCE”
Los centros de formación y capacitación deben entenderse como parte integrante de un sistema nacional de desarrollo socioeconómico, y por consiguiente, orientarse hacia la consecución de objetivos nacionales, regionales y municipales, tanto en las políticas de internacionalización de la economía, como en la modernización del aparato institucional y productivo del país.
Esa fue la filosofía del INCE, que a lo largo de sus 41 años hasta el 2003 enfrentó múltiples desafíos para posicionar su función, a nivel nacional e internacional, tomando en cuenta las demandas provenientes del universo regional de empresas, así como la utilización intensiva de su capacidad física instalada en todo el territorio nacional, con centros dotados de aulas y talleres y una extensa plantilla de instructores.
Hoy día, talleres, maquinarias, aulas dotadas de valiosos equipos y demás recursos tecnológicos han desparecido, y lo que queda son ruinas y despojos de lo que en otros tiempos constituyó el orgullo de alumnos egresados y plantilla docente de instructores y profesores.
Atrás quedó el recuerdo de su slogan, “EL INCE capacita la más grande de las empresas: EL PAÍS”
Carlos Aguilera
careduagui@gmail.com
@_toquedediana
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
Venezuela
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