jueves, 21 de abril de 2022

PEDRO ELÍAS HERNÁNDEZ: HEGEMONÍA. DESDE VENEZUELA

“En Venezuela, para que una hegemonía política sea longeva, es menester que se produzcan dos condiciones: La primera, que el sector que obtiene el poder haya vencido militarmente a las fuerzas que le antecedieron. La segunda, que lo mismo haya ocurrido en el terreno económico. Dicho de otra forma, el monopolio de las armas y el dinero deben cambiar radicalmente de manos”.

Las hegemonías políticas más importantes y prolongadas de la historia republicana de Venezuela la constituyen el liberalismo amarillo, comandado por Antonio Guzmán Blanco; el poder andino militar instaurado por Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez y la llamada república civil fundada por Rómulo Betancourt y Rafael Caldera. La primera se enseñoreó en el país desde 1870 hasta 1899. La segunda duró de 1899 hasta 1945 y la tercera se mantuvo desde 1959 a 1999.

Tales períodos tuvieron una prolongación en el tiempo sin que fuera necesaria siempre la presencia de sus fundadores y mentores en el gobierno. Aparte de las anteriormente mencionadas, la otra hegemonía política venezolana que ha sido más prolongada en el tiempo es la que comienza con el ascenso de Hugo Chávez a la Presidencia de la República.

En Venezuela, para que una hegemonía política sea longeva, es menester que se produzcan dos condiciones: La primera, que el sector que obtiene el poder haya vencido militarmente a las fuerzas que le antecedieron. La segunda, que lo mismo haya ocurrido en el terreno económico. Dicho de otra forma, el monopolio de las armas y el dinero deben cambian radicalmente de manos.

Hasta ahora, y no hay signos de otra cosa en el horizonte, la revolución socialista bolivariana, como forma de hegemonía política instaurada por Hugo Chávez, ha podido desafiar la ausencia física de su principal líder y mentor. En los últimos 23 años, se ha dado un lento pero sostenido proceso de transferencia de poder militar y económico, desde quienes lo tenían a principios de 1999 a quienes lo detentan hoy. Ahora bien: ¿Cuán efectivo e irreversible ha sido el proceso de transferencia de ese poder militar y económico? Ésa es la pregunta clave que tendrá que ser respondida al calor de los venideros eventos políticos que vivirá el país.

El gobierno de Nicolás Maduro luce estabilizado y con pleno control de los diferentes hilos del poder a pesar de su turbulento inicio. Una gran dosis de pragmatismo económico (cuyos resultados exhiben relativo éxito), motivado más por la necesidad que por la convicción, han ayudado a este propósito, a pesar de que se mantiene una retórica revolucionaria a veces agresiva.

Cuando el “comandante presidente” anunció al país por primera vez lo de su enfermedad, el asunto de la sucesión presidencial era realmente un problema grave. A la vista no había para ese instante ningún líder del chavismo que tuviera las características necesarias para asumir su reemplazo. Pero desde ese momento hasta el día de hoy las cosas cambiaron y el ungido Nicolás Maduro ha venido consolidando alianzas internas y externas importantes. La muerte de Chávez no fue cualquier cosa y constituyó una circunstancia que el régimen pudo sortear con gran eficacia.

Hugo Chávez, que hasta mediados de 2011 suponía indefinida y sin trastornos su permanencia al frente del gobierno, construyó a toda prisa una línea de sucesión que le permitiera a su designado reemplazante salir airoso frente a lo que muy posiblemente iba a venir. Estamos hablando de una nueva elección presidencial, como en efecto ocurrió, para suplir su falta absoluta y un proceso de reacomodo interno en el liderazgo chavista.

Con toda seguridad, los últimos movimientos políticos hechos por Chávez antes de morir, algunos conocidos y otros por conocerse aún, contribuyeron a instalar inicialmente a Maduro al frente de Miraflores y con ello tratar de asegurar que la hegemonía política bolivariana iniciada en 1999 fuera tan longeva como las que la precedieron. Salvo algún trastorno impredecible, el chavismo aspira a cumplir sus tres décadas en el poder. Las presidenciales de 2024 serán una alcabala por la que tendrán que pasar. Amanecerá y veremos.

Pedro Elías Hernández
@pedroeliashb
Venezuela

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