viernes, 4 de diciembre de 2015

SIMON GARCIA, DESPUÉS DEL DÍA DEL CAMBIO,


No se podía mencionar encuestas. Pero ellas circularon gracias al boca a boca y a las redes. También a la filtración de opiniones de los analistas. Se prohibió llamar votar por los candidatos, aunque el Estado no cesó de poner su peso a favor de los suyos.
            La campaña oficialista insistió en meter miedo con que se acabarían las misiones o se le quitaría la pensión a los viejitos. La oposición repitió su compromiso de dar el derecho a la propiedad de las viviendas, extender el cesta ticket a los jubilados y pensionados y crear el de las medicinas.
            La prédica oficialista no caló en una situación en la cual el gobierno quitó los alimentos, las medicinas, el poder de compra al salario, la seguridad personal, los hospitales, la capacidad de producir o una buena educación. La esperanza fue más poderosa y el miedo no funcionó.
            Los resultados comprobaron que las encuestadoras midieron bien el estado de ánimo de la población. Los miembros de mesa y los ciudadanos tuvieron que bregar la defensa del voto palmo a palmo y los “como sea” no lograron realizar la parte más importante de la orden de la cúpula. O no se empeñaron.
            Hubo numerosos incidentes, pero todos fueron controlados, incluso con una participación adecuada del Plan República. No se sabe si efectivamente se suspendieron actos de votación. A pesar de las caras largas se informaron los resultados y como lo había predicho Bernal: “Otras veces se ha perdido y no  ha ocurrido nada”. En las calles hubo incertidumbre y alegría. La mayoría terminó celebrando su voto a ganador en familia.
            Los resultados demostraron el vínculo entre las crisis – económica, social, institucional y de valores, – y la élite que ha detentado el poder durante un ciclo que está llegando a su fin. Fracasaron. No pudieron preservar los logros de Chávez a favor de los que menos tienen.
            En el campo oficialista han surgido dos reacciones. Las de quienes piden que el presidente haga cambios en el modelo, en el gabinete y en sus  políticas públicas. Y los que piden la renuncia, primero de la dirección del PSUV y después ver si se debe llegar a otros niveles para salvar el proceso. Algunos asoman la posibilidad de constituir un gobierno de unidad nacional. Pero Maduro recibe presiones para seguir en lo mismo.
            En la oposición priva una visión interesante: no considerar la alternativa como una opción exclusiva de la MUD. Se anuncia que la nueva mayoría aprobará leyes para mitigar los efectos negativos de la crisis y una Ley de convivencia política y amnistía. Se le ofrece al Ejecutivo cooperación con autonomía, control sin obstruccionismo, aportes legislativos para encarar medidas estructurales para salir de la crisis económica. Prometen  enfocarse en hacer útil la nueva mayoría preservando dos metas: sociedad fuerte, próspera y justa combinada con un Estado descentralizado, que maneje la regulación con alicientes y sepa reconducir socialmente las fallas del mercado. Una minoría radicalizada pide todos los cambios de una vez.
            La competencia parece enfilarse hacia cómo hacer avanzar a Venezuela y no en cómo durar mil años en el poder. La lección ha sido clara: no hay sociedad que resista a un mal gobierno.
Simon Garcia
simongar48@gmail.com
@garciasim

Caracas - Venezuela  

No hay comentarios:

Publicar un comentario