Ana María de Campos y Cubillán de Fuentes forma
entre las valientes mujeres del Siglo XIX que enfrentaron el poderío español en
la lucha por la independencia. Nació en Los Puertos de Altagracia, hija de un
matrimonio con sobresaliente posición socioeconómica que fijó residencia en
Maracaibo.
Saltando por sobre las normas sociales que
condenaban a la mujer al solo desempeño en los
oficios del hogar, se incorporó a grupos clandestinos que fraguaban
acciones contra la cruel dominación española, ejercida por el Mariscal
Francisco Tomás Morales. Su carácter y amor por la libertad no le permitían ser
invitada de piedra. Intervenía con pasión y sus arengas las concluía con la
consigna: “Morales, si no capitula monda”.
La sentencia se coló por las rendijas del
clandestinaje, cogió calle y de boca en boca penetró en el mercado donde la
gaita, de suyo entre jocosa e
irreverente, la esparció por toda la comarca. También llegó a los oídos
del tirano y un espía, antecesor del patriota cooperante o sapo de esta época,
le suministró el nombre de la autora de la desafiante expresión.
La apresaron y sometieron al escarnio público.
Montada, semidesnuda, sobre un burro famélico y patuleco, en deprimente
espectáculo circense, la “pasearon” por las calles de Maracaibo y mientras el
esbirro Valentín Aguirre la flagelaba para que se arrepintiera de su actividad
patriótica, Ana María gritaba, sin ella misma saber de dónde sacaba fuerzas, cada
vez más fuerte: “¡Morales, si no capitula monda!”
Son los métodos usados por los sistemas
totalitarios cuando pretenden quebrantar la moral de quienes se les oponen. En
Venezuela tenemos amplia experiencia. Los esbirros de la dictadura militar
(1948-1958) sometieron a tratos vejatorios, entre muchas otras luchadoras, a
Isabel Carmona Borjas, Ada Pellicer, Clarisa Sanoja Hernández, Bernarda Istúriz
y… fueron tantas que faltaría espacio para escribir sus nombres. Honorables
damas profesionales, empleadas administrativas, obreras o timoneles del hogar.
Por no ser menos criminal que el tirano Morales y
los felones de 1948-1958, la dictadura castro-comunista implantada por el
finado Hugo Chávez Frías y estirada por el ilegítimo Nicolás Maduro, ha
encarcelado, maltratado, asesinado y escarnecido a infinidad de mujeres luchadoras por la democracia,
violándoles los más elementales derechos humanos.
Los monstruos que nos desgobiernan disfrutan cada
atropello, cada vejación inferida a sus oponentes, por eso apañan, dan rienda
suelta a sus aberraciones y estimulan la basura cerebral de sus esbirros.
Monstruos que parecen engendrados y gestados por íncubos y súcubos, porque si
son humanos fueron defecados mas no paridos. Tales son quienes sometieron a las
señoras Lilian y Antonieta a la indignidad de ser desnudadas y requisadas por
orden del Coronel (GN) José Viloria Sosa, en presencia de los hijos de la
señora Lilian Tintori de López y de su
marido Leopoldo, preso político en la cárcel militar Ramo Verde, así como nietos
de la venerable abuela Antonieta Mendoza de López.
Por supuesto que el Ministerio Publico no actuará
motu proprio ni por denuncia expresa, pero la nueva Asamblea Nacional tiene que
investigar hechos tan escandalosos, levantar el respectivo expediente y
presentarlo ante los organismos jurisdiccionales nacionales e internacionales.
Nota: Antes de enterarme de los vejámenes a que
fueron sometidas las señoras Tintori y Mendoza, pensaba escribir sobre la
Guerra Económica desatada por el gobierno militar-civil contra la población
venezolana. Son cañonazos de grueso calibre y bombas de profundidad los más de
$ 200 millones en alimentos perdidos en pudreval, $ 247.215.026.oo regalados a
panas extranjeros, los “perdidos” en obras inconclusas, más lo sacado de la
caja con guantes y sin recibo. El decreto es una trampa. Autoriza comiso,
corralito y otras formas represivas. Si la Asamblea Nacional no lo aprueba la
acusarán de odiar al pueblo y si lo hacen caemos al abismo junto con ellos. Es
imperativo reformarlo. Duras han de ser las medidas, pero no queda otra.
German Gil Rico
gergilrico@yahoo.com
@gergilrico
Miranda - Venezuela
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