sábado, 30 de enero de 2016

JOSÉ LUÍS MÉNDEZ LA FUENTE, CRISIS HUMANITARIA Y DE VALORES, DESDE ESPAÑA

La confusión de valores en la sociedad de hoy en día se puede afirmar que es un axioma en estos comienzos del siglo XXI. Los patrones de autoridad y liderazgo tradicionales se encuentran trastocados, en buena parte, por una pérdida progresiva de credibilidad y de confianza de las nuevas generaciones, que los sustituyeron  por otros nuevos formados sobre el pavimento duro y áspero de las calles, a falta de modelos  familiares y escolares que seguir. La publicidad mediática diseñada para  resaltar únicamente  lo que puede ser vendible, hace el resto.

No sabemos si  en los casos de los actores Sean Penn y Kate del Castillo, ha habido algo de eso en su pasado. Pero resulta desconcertante que quienes tienen la responsabilidad de cuidar con su imagen de personajes públicos,  la preservación de ciertos principios y valores que sostienen  la sociedad desde hace siglos, se conviertan  fuera del celuloide, en protagonistas de lo contrario, asumiendo en la clandestinidad un rol que no les corresponde. Esto sin dejar de lado, que las reuniones con delincuentes buscados por  la justicia, no importa el propósito o finalidad que persigan, son en si mismas actos delictivos, por lo que no es exagerado afirmar que estos famosos actores cometieron, al menos, un ilícito penal.
 Pareciera que el  papel de estrellas, de galán y de diva, que tienen en sus respectivos trabajos como actores, no les fuera suficiente y que necesitaran  extenderlo más allá de la pantalla, para convertirse en héroes reales y no en los ficticios de las películas y las telenovelas. Pero ¿héroes de qué? cabe preguntarse, ¿del narco tráfico, del crimen organizado?  Al final,  nos queda la duda de si  en el fondo de todo, lo que verdaderamente buscan no es más que emular o equipararse a sus entrevistados, que vienen a ser para ellos los verdaderos ídolos. Un caso emblemático, similar al de El Chapo Guzmán en México,  lo fue el de Pablo Escobar, el otrora rey de la droga en Colombia, considerado el Robín Hood de los pobres, y sobre el que se hicieron hasta telenovelas después de muerto.
En la Venezuela actual,  ocurre lo mismo que en el resto de la América Latina. Aquí la desorientación en la escala de valores pulula y lo más grave es que el gobierno contribuye a ello. Esto no es nuevo, ya en el 2014 en un artículo titulado “La actitud del venezolano” hacíamos  referencia a que el  propio Presidente del  Estado contribuía  a ese clima de desvalorización social con declaraciones, como las que había dado en  días pasados,  en las cuales  aseguraba que cuando la derecha pedía plomo al hampa, lo que en verdad pedía era plomo al pueblo. Pero,  si el hampa y el pueblo son lo mismo para el gobierno, nos  preguntábamos, ¿cómo quedan entonces jerarquizados, los principios y los valores tradicionales de respeto a los demás, al trabajo diario, a la familia, a la autoridad, que han venido guiando desde siempre a la sociedad?
Por eso no es de extrañar que en nuestro país la gente conozca  y esté  más pendiente de los jefes del narcotráfico y de la guerrilla colombiana, o  del "liderazgo" de los "pranes" en las cárceles,  que del  liderazgo del  alcalde de su comunidad, del  jefe de  los bomberos o del director de  la escuela donde estudian sus hijos.
Una muestra de esta descomposición social en la que vivimos a diario, nos la acaba de ofrecer  el entierro de “El Conejo”,  alias o mote con el que era conocido Teófilo Rodríguez, quien fuera “pran” de un conocido penal de Nueva Esparta que llegó a ser noticia internacional  por sus instalaciones de recreación que incluían una piscina, así como por  las fiestas que se daban allí con orquesta, alcohol y hasta invitados especiales. 
Un espectáculo bochornoso, increíble, sí se quiere, que recuerda de alguna forma, al funeral de Escobar en Medellín en 1993, por lo que supone de descrédito para el gobierno nacional, para la autoridad constituida de la Isla de Margarita bajo cuya “vigilancia”, en lo que fue calificado como un “dispositivo de seguridad”, fueron  disparadas  armas de guerra por los integrantes  y acompañantes del cortejo fúnebre. 
Lo más lamentable de todo, es que nos queda la impresión de que al gobierno nada de esto le parece anormal, irregular o extraño al orden natural de las cosas. Por el contrario, en palabras de la Ministra del área penitenciaria, Iris Valera, no es nada nuevo  que los presos tengan armas y que en su reclamo de desarme, la oposición cree que “descubrió el agua tibia”. Es decir, que como  poseer armas dentro de la cárcel es algo viejo, casi de tradición, entonces hay que hacerse la vista gorda y dejarlo pasar, como sucedió en el sepelio del “El Conejo”. Unas declaraciones incomprensibles, inauditas, pues basta  recordar que en el año 2011 la propia ministra Varela anuncio un plan de desarme en las cárceles venezolanas,  y  que, por otra parte, la Guardia Nacional está a cargo de la custodia y control de aquellas.
Cuando  los valores esenciales en una sociedad no se confunden en  jerarquía, sino que más bien se hacen a un lado, para ser sustituidos por sus opuestos, y lo que antes era malo y prohibido ahora es bueno y permitido, sucede que somos capaces de explicar lo que está pasando en Venezuela. Solo entonces somos capaces de comprender la crisis humanitaria, de alimentos y medicinas, que agobia a la población venezolana, tan solo comparable a la miseria  moral y la falta  de ética social y sensibilidad humana de la que hace gala el gobierno del señor Maduro, en nombre del chavismo y de la revolución socialista del siglo XXI.
Jose Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1

España       

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