La tristeza que
surge de las recientes noticias al respecto de las muertes y destrucciones
causadas por los terremotos en Ecuador y Japón no pueden menos que hacerme
recordar lo ocurrido a causa del
terremoto de Lisboa, ocurrido en 1755. En esa oportunidad dice la historia que
Lisboa era una de las capitales más importantes de Europa, entre otras razones
porque disponía de los recursos de Brasil, que era su colonia.
Fue a partir de
ese hecho lamentable ocurrido en Occidente que surgió una discusión
ético-filosófica al respecto, entre dos figuras trascendentes de la historia
filosófica occidental: François Marie de Aruet-Voltaire y Jean Jacques
Rousseau. Voltaire, tomando en cuenta la muerte de numerosos niños en la
Catedral de Lisboa se rebeló contra la naturaleza como causante de las desgracias
del hombre. Rousseau por el contrario culpó al hombre como causante de la
catástrofe por haber construido la Catedral. Y Voltaire dijo: ¿Qué culpa tenían
los niños que estaban en la Catedral?
Esa discusión
está presente en sus diferentes manifestaciones. Existe políticamente la
tendencia a culpar al capitalismo por los daños que hace a la naturaleza y que
repercuten sobre la sociedad, tal como es recalentamiento global. En estos
tiempos Voltaire se habría preguntado ¿Qué culpa tiene el hombre de los dos
terremotos y no olvidemos, tampoco el Tsunami reciente de Japón y el terrible
terremoto de Haití? La discusión pertinaz presente implica el desconocimiento
del sistema que por primera vez en la historia permitió la creación de riqueza.
Pero me voy a permitir citar al respecto a un sofista griego que diría tiene la
mayor vigencia hoy en día. Fue Protágoras quien dijo: “El hombre es la medida
de todas las cosas, de las que son que son y de las que no son que no son”. Es
decir de los aciertos y los errores.
No hay dudas de
que a través de la historia los errores del hombre, le provocaron vivir en lo
que se llama el estado de naturaleza. Y no precisamente porque la naturaleza
fuese favorable, como pretendía Rousseau, sino por la ignorancia vigente respecto
a las causas de los males que causara la naturaleza. En ese proceso de errores
no puedo tampoco ignorar que el eje de los males causados por los hombres era
la guerra y consecuentemente la descalificación ética del interés personal.
Todavía Kant en pleno siglo XVIII, escribió en su “Idea Para Una Historia
Universal”: “El hombre desea la concordia, pero la naturaleza, conociendo mejor
qué es bueno para sus especies, desea la discordia”. Y Hegel siguiendo los
pasos de Kant, por más que éste no lo reconociera, dijo: “La guerra es el
momento ético de la sociedad”. Y llegó Marx, que está presente, y planteó como alternativa a la guerra entre
los estados, la lucha de clases.
En un reciente
libro, “The Birth of Plenty” (El Nacimiento de la abundancia), William
Bernstein muestra claramente cómo hasta hace sólo unos doscientos años el
hombre vivía como vivía Jesucristo. Y en todo ese período el hombre sufría los
males de la naturaleza tales como las epidemias, hambrunas, inundaciones. Por
supuesto destaca la falta de libertad como causante de la pobreza y se refiere
al hecho de que “en el período medieval la Iglesia tenía la clase de poder
ideológico absoluto que podría haber sido envidiado por Stalin, Hitler o Pol
Pot”. Y al respecto destaca otro hecho trascendente que ha sido la confusión al
respecto que ha sido la teoría de Weber de creer que el protestantismo de
Lutero y Calvino han sido los artífices de la libertad y en particular de la
libertad religiosa. Así dice: “Martín Lutero usó la prensa de Gutenberg como
ariete para derribar la autoridad de la Iglesia y la reemplazó con una igual
odiosa tiranía” y “En diecisiete años de
guía de Calvino condenó a ochenta y nueve personas a la muerte por brujería”.
Considero
importante las anteriores conclusiones a fin de lograr determinar cuáles fueron
los factores que determinaron el progreso del mundo por primera vez en la
historia, y por supuesto el origen de la libertad y que hoy está en juego en
nombre de la igualdad. La libertad comenzó en Inglaterra con la Revolución
Gloriosa de 1688. Y recordemos que el anglicanismo no era más que catolicismo
con el rey de Inglaterra a la cabeza. Esa tendencia a la libertad incluida la
religiosa se continuó en Estados Unidos con la Constitución de 1787. Y debo
destacar que la libertad religiosa entre los protestantes en Estados Unidos
surgió por las razones dadas por Adam Smith: “Habrá libertad religiosa cuando
haya multiplicidad de sectas”. Y esa conclusión es importante tanto como
considero que tampoco es la cultura la que determina la libertad sino el
sistema ético político que determina los comportamientos. Y ese es el sistema
que está en juego hoy incluso en Estados Unidos, por el candidato Republicano
que ignora a los Founding Fathers.
Pero volviendo
directamente a nuestra discusión original, no podemos menos que reconocer que
Rousseau está presente respecto al recalentamiento global. Por supuesto mi
conocimiento científico al respecto no me permite discutir cuáles son las
causas del mismo. Mi planteo es que el mismo no se debe políticamente a la mala
fe de los empresarios productores de petróleo o de gas. A partir de esa falacia
ética continúa Rousseau a la cabeza de quienes creen o usan el criterio que es
la propiedad privada la causante de la desigualdad entre ricos y pobres. Por
supuesto Voltaire ha desaparecido estaríamos a punto de culpar al hombre por
las atrocidades de los terremotos. Así se ignora políticamente que ha sido el
hombre con el desarrollo del conocimiento, y la actitud y comportamiento empresarial,
quien ha logrado supera en gran medida los daños causados por la naturaleza.
Quizás el mejor ejemplo de esa realidad ha sido el avance de la medicina y de
la invención de los productos que curan o evitan las enfermedades.
Todo este
cuestionamiento ideológico es la amenaza que enfrenta el sistema ético político
que cambió la historia de la humanidad y que se le llama descalificatoriamente
capitalismo. En Argentina se ignora que fue el tercer país del mundo en
imponerlo, y por ello a principios del siglo XX estaba entre los primeros
países del mundo. Y no fue por la cultura ni por los bienes agrícolas. Cuando
me dicen que ese éxito fue gracias a la pampa húmeda me permito decir que “Se
humedeció en 1853 y se secó en 1945”. La conclusión anterior la considero
trascendente pues ya deberíamos saber que no es la naturaleza ni la cultura la
que determina que haya países pobres y países ricos. Ello depende del sistema
que surge de una clase política consiente de las ideas en que se basa la
creación de libertad y de riqueza y las pone en práctica. Y esas ideas como he
repetido hasta el cansancio dependen de la conciencia respecto a la naturaleza
humana y en función de ella limitar el poder político y respetar los derechos
individuales a la vida, la libertad, la propiedad y el derecho a la búsqueda de
la propia felicidad.
Armando Ribas
aribas@fibertel.com.ar
@aribas3
Argentina
No hay comentarios:
Publicar un comentario