El conflicto entre
Israel y los palestinos tiene un solo problema que resolver. Es algo tan sencillo que debe dar vergüenza
reconocerlo.
Todo el problema
radica en el simple hecho que los palestinos, o su dirigencia más bien, no
acepta el derecho de los judíos a un Estado, y en tanto ya establecido, no lo
reconocen.
Todo lo demás son
tonterías, dar vueltas en redondo. No lograr nada.
Los más radicales
creen que deben destruir a Israel de una vez, sin conversaciones de por
medio. Los menos radicales alguna vez
pensaron que negociando con Israel y rebanándolo territorialmente, para luego
implosionarlos demográficamente acabaría con el Estado judío que se niegan a
reconocer. Ahora no quieren negociar,
pero sus intenciones de destrucción, en forma inmediata o paulatina son las
mismas.
Ante el hecho cierto
que Israel es una potencia militar, y según algunos el octavo país más poderoso
del mundo, la estrategia es deslegitimarlo.
Lograr presentarlo como un monstruoso Estado que aplasta la minoría
árabe, cierra el acceso a Gaza porque le da la gana y es racista. Aunque esto es una mentira soberana, que
todos saben, la campaña de deslegitimación sigue adelante. El atractivo nombre de BDS: Boycot, Sanciones
y Desinversión, es una feroz campaña que cuenta con muchos millones de dólares
para su ejecución, un gran número de tarifados, otro tanto de ignorantes de
nobles intenciones, engañados en su buena fe y también, como no, aquellos que
en vez de su ropaje de simples antisemitas, adoptan aquel que asumen
políticamente correcto de antisionistas.
De nada sirve
explicar y contar historias verdaderas de la Margen Occidental y de Gaza. Identificar a Hamas y desenmascararlo. Sacar las estadísticas acerca de los niveles
de vida que tienen los árabes israelíes y de los llamados territorios (sí, los
territorios) en cuanto a número de universidades, medios de comunicación,
promedio de vida, acceso a servicios públicos y paremos de contar. De nada sirve.
Tampoco ha servido de
mucho tratar de apaciguar a la dirigencia palestina. Aquello que una mejor
calidad de vida los haría entender lo benigno de aceptar al Estado judío, no ha
dado resultados. La tolerancia y hacerse la vista gorda ante los repetidos e incontables
incidentes terroristas, las violaciones a acuerdos logrados, las peticiones
siempre in crescendo de una y otra cosa más... Nada.
Porque el único
problema que existe es precisamente el que no se quiere ver, atacar y resolver:
el no reconocimiento del derecho de los judíos a un Estado, ni la aceptación de
la existencia del mismo.
Simple y elemental.
Elias Farache
eliasfaraches@gmail.com
Caracas – Venezuela
Enviado a nuestros
correos por
Rebeca Cardozo
rebcar36@gmail.com
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