Desde el ridículo
calificativo de “siembra” del fallecido en mala hora —no me entiendan mal, lo
digo porque opino que para el bien de Venezuela debió ser antes— para
reemplazar a la palabra “enterramiento”, hasta las “hostias” de yuca que
repartieron en la dizque misa en La Planicie, todo en el reciente aniversario de
la inhumación de Boves II estuvo enmarcado por lo antiestético, extravagante y
chocante. En una palabra: grotesco. Y fíjense que hablo de la inhumación y no de
su muerte, porque hasta estas alturas no sabemos dónde, de qué y cuándo murió
el tipo. Todo apunta que fue en
diciembre del año anterior, pero esa fecha está tan bien escondida como la
partida de nacimiento del ilegítimo.
El día comenzó con el
acto en el “Teresa Carreño” en el cual los chulos de siempre vinieron a buscar
sus habituales chequecitos. Es que están
cebados desde hace mucho. Y como contraprestación,
cada uno de ellos practicó aquello que tanto empleó el muerto viviente: dar
discursos en los cuales se inmiscuía en asuntos de otros países, pero
calificaba de “intromisión” cualquier alusión de un tercero en cuestiones del
propio. Todos ellos, reafirmaron la
teoría de la “guerra económica” de los malucos gringos. Ninguno recordó que durante sus mandatos, los
acercamientos con el “imperio” han sido notorios. Tampoco supieron explicar cómo es que
Venezuela, que tanto los financia todavía, perdió la fulana guerra mientras que
en sus países, todos los índices económicos han mejorado por las relaciones
comerciales exitosas con USA.
Y, siguiendo el
apotegma de que: “al arrimo de los enfermos comen los alentados”, Piedad
Córdova también llegó con la mano extendida y la palma vuelta hacia
arriba. Ella dirá que si tantos
afrodescendientes caribeños estaban buscando lo suyo, a ella también le toca
por oscurita de piel. Porque por otra
razón no veo, nada ha hecho a favor de Venezuela, nunca. Por cierto, la mejor explicación del refrán
del inicio de párrafo es que hay personas abusivas que se aprovechan de las
debilidades de otros, en su propio beneficio.
Ninguno de ellos cree en eso del “Socialismo del siglo XXI”, pero todos
saben que, antes el difunto y ahora el nortesantandereano, necesitan de sus
votos en la OEA, de la cual tanto denuestan, y en la ONU, tan útil para que
gente con pasaporte diplomático (pero que no tiene nada de eso) lave capitales
y justifique ingresos en divisas.
Después vino el
sainete en el mismo lugar de la “siembra”, para usar el gazmoño término de
moda. Vale decir, en lo que se ha dado
en llamar “el cuartel de la montaña”, que no es sino el lugar en el cual se
escondió el aventurero del 4-F y de donde no salió hasta que fue conminado a la
rendición. En otras partes de la ciudad
y del país, morían personas a causa de la irresponsabilidad del falso mesías,
pero él no arriesgó el pellejo ni un solo segundo. De allí que en adelante se le conoció con el
burlesco mote de “el héroe del Museo Militar”.
Allí lo chocarrero,
lo bufo, fue la constante. Lo más
notorio fue el travestismo de una misa que se llevó a cabo. Me imagino que Urosa ya le habrá halado las
orejas al sacerdote que se prestó a ese ludibrio. Pero, para mí al menos, no pasó de ser otra
chacota más en la epopeya roja-rojita.
Las ha habido tantas… Para mí, lo
grave fue la presencia de personal uniformado en un acto enteramente
político. Y estaban allí, estoy seguro,
no por gusto sino por la orden emitida por el MinPoPoDef, el inefable
Padrino. El radiograma enviado a todas
las dependencias, escuelas y unidades bajo su mando no dejaba dudas: había que
continuar en la farsa que ambiciona elevar al “sembrado” a la cualidad de
deidad en esa nueva religión que intentan crear. Esta, y las anteriores violaciones al
juramento prestado “ante Dios y la Patria, en presencia de la bandera”, para
ponerlo en las palabras del ceremonial, más temprano que tarde habrán de ser
demandadas por el único y verdadero Dios y la verdadera Patria.
Pero la cosa
caricaturesca y antiestética no podía quedarse en Caracas solamente. Las órdenes eran precisas: para ser llevadas
a cabo en todo el territorio nacional.
De ellas, destaco solo lo acontecido en Maracay. Allí, Diosdi, uniformado —para corroborar su
condición de Capitán Hallaca, verde por fuera y guiso por dentro— dio un
discurso eminentemente político tratando de justificar la utilización de las
Fuerzas Armadas como “un elemento estratégico para defender la
revolución". Debe ser que para él
es muy difícil entender que la institución armada, por precepto constitucional,
“en ningún caso” puede estar al servicio de “parcialidad política alguna”. Pero, ¿qué es una raya más para un
tigre? Siguiendo el ejemplo del
pitecántropo barinés, la han estado violando desde el mismo primer día de su
promulgación. Al lado de él, el turquito
que se adueñó de la gobernación de Aragua también portaba uniforme. ¿A cuenta de qué? ¿Cuándo hizo méritos para eso? Porque su “gesta” como encapuchado en la ULA,
con sus quemas de carros y secuestros de rectores, no lo avala. Él dirá que si Aristóbulo también se uniformó
recientemente, no se iba a quedar atrás.
Y tanto que denostaron de Blanca Ibañez…
En fin, sainete tras
sainete. La pregunta final la hago con
palabras de Leopoldo Castillo: “¿Cuánto costará el sarao, los invitados, los
regalos, el apoyo logístico y demás?, ¿Está Venezuela para estos homenajes?
¡Pues NO!”
Habrá que coincidir
con el Ciudadano: “Y al final del día teatro, puro teatro...
Humberto Seijas
Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
Carabobo - Venezuela
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