LA MANIPULACIÓN ELECTORERA
En
Ecuador --afirma el gobierno-- las elecciones del 2 de abril las ganó la
“revolución ciudadana” y la perdieron los “pelucones”. “Revolución ciudadana”
es la forma local de llamarle a la voluntad omnímoda de Rafael Correa. Allí se
hace lo que a este señor le da la gana. “Pelucones” son todos los que se oponen
a ella. Lo que en Venezuela denominan “escuálidos” y en Cuba “gusanos”.
Pero
no sucedió así. Según todos los síntomas, en Ecuador ganó la oposición.
Sencillamente, hubo fraude. La trampa estuvo precedida por el prefraude y ahora
estamos en la fase del postfraude.
Me
explico.
El
prefraude es la etapa en la que se crea el clima ideal para consumar el engaño.
Se cambia o adapta la legislación, se controlan los órganos electorales, y se
introducen métodos electrónicos fácilmente manipulables.
Simultáneamente,
se silencian los medios de comunicación independientes, y el dictador,
disfrazado de presidente democrático, coopta los poderes legislativo y judicial
para acogotar a cualquiera que ose criticarlo. Primero fragua una legislación
ambigua, perfecta para iniciar las persecuciones, y luego suelta a los fiscales
del Estado, como los cazadores liberan a sus perros de caza, para que acosen y
atrapen a quienes se atreven a denunciar la falta de libertades. Algunos de los
opositores van a parar a la cárcel o al exilio.
Naturalmente,
se crea una atmosfera de terror. La mayor parte de las sociedades sometidas a
esta violencia propenden a guardar silencio y a la obediencia dócil. Sólo
protestan a pecho descubierto los más audaces y comprometidos. Los que mejor
entienden cuanto sucede.
El
fraude es el delito cometido durante el proceso electoral. Primero, se prepara
comprando algunas encuestas que dan como virtual ganador al candidato
oficialista. Y luego se lleva a cabo mediante el control del registro de
votantes –los muertos continúan sufragando, se crean ciudadanos virtuales--,
pero el truco mayor es el diseño sofisticado del software.
Es
posible graduar exactamente con qué porcentaje se desea triunfar y dónde
colocar los votos decisivos. La máquina interpreta los algoritmos programados y
ofrece los resultados solicitados de una manera casi imperceptible. Esto se
hace en minutos, generalmente cuando, oportunamente, se interrumpe la
electricidad. (En todas partes cuecen habas. No sólo en el Tercer Mundo. En el
Condado de Dade, en Florida, cuando se decidía en una consulta el destino
millonario de los casinos, dos computadoras “mal programadas” invertían los
“sí” y “no” para darle la victoria a quienes favorecían la creación de casas de
juego fuera de las reservas indias. Las máquinas fueron descubiertas y los
resultados invalidados).
En
Ecuador estamos en el postfraude. El órgano electoral, obediente y dependiente
del poder, para darle a esa “victoria” una apariencia de verosimilitud, ya
proclamó el triunfo de Lenin Moreno por una pequeña fracción. Nadie hubiera
creído que el oficialismo ganaba por goleada cuando la predicción es que iba a
perder. Sucedió lo mismo que en las elecciones venezolanas del 2013, cuando los
resultados se acomodaron al éxito de Nicolás Maduro frente a Henrique Capriles,
quien, a todas luces, había conseguido prevalecer con cierta holgura.
El
postfraude le concede al régimen una pátina de legitimidad suficiente para
contentar a los factores internacionales. Todos aquellos elementos –El
Departamento de Estado norteamericano, el Vaticano con su papa peronista, la
OEA—que prefieren la estabilidad a la verdad impredecible e incómoda de que
hubo fraude, probable origen de desórdenes, se sienten aliviados y no vacilan
en avalar los resultados. Al fin y al cabo, en muchas elecciones, como en
México o Colombia, también hay fraudes.
Pero
hay una diferencia. En los países del Socialismo del Siglo XXI (por ahora Cuba,
Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua) el fraude –condenable en todas las
latitudes—es un instrumento para el mantenimiento de regímenes que nada tienen
que ver con las democracias liberales a las que todos esos países (menos Cuba,
que es una franca dictadura comunista), dicen pertenecer.
Todos
juegan con la apariencia de un Estado de Derecho, dotado de una Constitución
que garantiza las libertades, con separación de poderes, partidos políticos
libres que participan en comicios abiertos, en el que las transacciones
comerciales responden al mercado, y en los que supuestamente funciona la
alternancia en el poder, pero todo es una mentirosa ilusión.
La
verdad se la leí hace unos años a Salvador Sánchez Cerén, un viejo comunista
exguerrillero salvadoreño, hoy presidente de ese país. En esa época era
candidato de la oposición a vicepresidente mientras en la nación gobernaba el
partido ARENA. Dijo, y cito de memoria, que cuando llegaran al poder terminaría
la alternancia. El gobierno totalitario, como el amor, o como el odio, es para
siempre. Como se ha visto en Ecuador.
Carlos Alberto Montaner
montaner.ca@gmail.com
@CarlosAMontaner
Vicepresidente de la Internacional Liberal
Estados Unidos
Sr. Montaner: todo lo que usted dice es cierto...o casi. Pero así como usted lo colige también la oposición de Ecuador tenía, no que deducirlo, sino que conocerlo. No obstante, la soberbia no es monopolio de Correa. También cada uno de los actores de la oposición ecuatoriana lo son y hasya en mayor grado que el Presidente de ese país. De lo contrario habrían buscado (que nunca se hizo) la fórmula (que existe) para presentarse con un solo candidato y obtener una ventaja tan contundente que no ofrecería margen al fraude. No me rasgo vestiduras por esa oposición y menos por Lasso, porque ha obtenido lo que merecía por ser tan obtusa. Ojalá aprenda la lección porque se comenta que Correa podría retornar como lo hizo Putin.
ResponderEliminarAmigo Montaner: es usted demasiado indulgente con la oposición de Ecuador. Así como usted colige tantas verdades sobre el "aparato" oficialista de Correa, la oposición debió, no deducir estos aspectos, sino saberlos, conocerlos profundamente y estar convencida de que sería objeto de este fraude. Pero la soberbia de Correa solo es superada por la de los actores de la oposición. Cada uno se cree "el mesías" redivivo y nadie hizo el más mínimo esfuerzo por evitar "el correazo" que se les venía encima. Porque no se pueden llamar esfuerzos a los tímidos escarceos al respecto. Faltó la decisión patriótica de hacer subalternas las ambiciones desmedidas de cada uno para darle paso a una unidad electoral a la que no se le podía pasar por encima con fraudes, habida cuenta de la gran victoria que habría de lograrse. Es posible que Lasso haya obtenido más votos que Moreno en la segunda vuelta, pero no los necesarios para evitar el fraude. Por otra parte, ¿a qué obedece el hecho de que Correa no activara los subterfugios cibernéticos en la primera vuelta habiéndole faltado tan pocos votos para triunfar en ella? Algo bien extraño y contradictorio.
ResponderEliminarAlgo más grave. Se comenta que existe un pacto entre Moreno y Correa para que este retorne dentro de 5 años como hizo Putin en Rusia. ¿Aprenderá la oposición de esa lección? Personalmente lo dudo porque igual tampoco Labrador aprendió nunca en México.