Nosotros dijimos Federación porque ellos dijeron Centralismo, hubiéramos dicho Centralismo si ellos hubiesen dicho Federación. Antonio Leocadio Guzmán
He defendido a la MUD
en todos estos años, sobre todo en los peores momentos de su existencia, cuando
ha sido agredida salvajemente desde privilegiados espacios de la propia
oposición. También la he criticado, con lealtad pero severamente, cuando estimé
que sus acciones fueron equivocadas o se demoraban en ser decididas. Esta vez
me toca repetir lo último, con motivo de la indefinición que mantiene la
alianza respecto de la ruta a seguir para dar fin de modo democrático,
constitucional, pacífico y electoral al gobierno que mantiene a Venezuela
postrada, en caos y el mayor sufrimiento.
Porque no me vengan a
decir que la decisión de mantener tres, cuatro y hasta cinco opciones
simultáneas para el cambio es una política coherente y con posibilidades de
éxito. Con esa “decisión”, la MUD sólo está revelando su incapacidad para
dilucidar una política, en medio del amasijo de contradicciones internas que
anidan en su seno. No voy a señalar los motivos de tales contradicciones para
no dar municiones a los voceros del gobierno. Sólo resumiré diciendo que la
contadera de pollos nonatos de parte de algunos partidos y dirigentes que allí
conviven impide que en la MUD se acuerde una ruta sensata, unitaria, eficiente
y sustentable a futuro para librarnos de esta desgracia que parece no tener
término.
Examinaré las
opciones que, de manera insólita, se pretenden poner en práctica al mismo
tiempo; o, en una versión peor anunciada ayer por Chúo Torrealba: desplegarlas
una tras otra comenzando con la más mala, siguiendo con las menos malas hasta
concluir, por descarte y quién sabe luego de perder cuánto tiempo, con la única
que ofrece todas las ventajas para que el cambio sea posible, transparente,
participativo y perdurable.
Dice la MUD que
comenzará por la “masiva petición de renuncia de Maduro”, una exigencia cuya
antigüedad data desde el comienzo mismo de ese gobierno, con hondas raíces en
el gobierno precedente de Chávez. Una solicitud que ha sido negada una y otra
vez por el destinatario, con especial claridad en este momento y con rematado
énfasis en el habla cubana –“a mí no me sacan de aquí, caballero”- para que no
quede dudas de dónde viene la orden de resistir hasta lo imposible. Ante la
objeción de que esa solicitud coloca la solución del problema en manos del
adversario, sus promotores responden con sobradez: “¿… y quién ha dicho que
tiene que ser una renuncia voluntaria…?” O sea que se trataría de una renuncia
forzada, “a lo Zelaya”, empijamado a medianoche; o “a lo De la Rúa”, fruto de
la “rebelión popular”, o sea luego de una pila de muertos en nuestras calles
que obligaría a los militares a invitar al presidente a abandonar el palacio y
el país.
Las dos versiones
representan una neta desviación de la ruta estratégica establecida por la MUD
desde su fundación: democrática, pacífica, constitucional y electoral. Cuatro
atributos que no responden a un capricho “comeflor” o a un irredimible espíritu
“de beatas”, como les gusta calificarnos a los Juancharrasqueados de teclado,
sino a una prevención responsable sobre la Venezuela que habrá de surgir y
deberemos mantener luego de superar la desgracia actual.
La opción de la
renuncia, voluntaria o inducida, se parece demasiado al mejor escenario que
tiene el chavismo para su salida de escena: algo que se parezca en algo a un
golpe de Estado, al manido “zarpazo oligarca e imperialista”, una coartada que
impedirá que quede claramente establecido el rechazo mayoritario al modelo
“revolucionario, bolivariano, socialista” o cualquier zarandaja de esas; y con
ello, un final que mantendría vivo “el legado del comandante eterno”: la
revolución se terminó porque una conjura oligarca-imperialista la sacó del
poder y no porque el pueblo la haya rechazado; un remake del peronismo, pues,
que durante 70 años ha mantenido a la Argentina derivando entre la modernidad y
la montonera; o de la guerrilla colombiana, que durante 67 ha mantenido a ese
país bañado en sangre y otras violencias.
El grado de similitud
de este escenario con el golpe de Estado puro y duro no importaría mucho, de
ello se encargaría la masiva (y multimillonaria en dólares) campaña de
desinformación que ya tienen preparada, con altavoces bien dispuestos y pagados
en todas partes del mundo, como ya sabemos. Y por supuesto la “resistencia
popular interna”, en la forma de lucha armada ejercida por los colectivos bien
apertrechados y pagados, con vínculos estrechos con la “pacificada” guerrilla
colombiana y con los factores “bolivarianos y revolucionarios” que será
imposible depurar de la fuerza armada nacional.
Supongo que tras
fracasar la masiva petición de renuncia -¿o al mismo tiempo?- le tocará su
turno a la “enmienda para reducir el período presidencial y la reelección
indefinida”. Una alternativa que se ajusta plenamente a la tétrada de
condiciones estratégicas de la MUD pero que tiene, en mi criterio, tres
objeciones. La primera objeción, de orden estratégico, es que ella supone el
reemplazo de Maduro por iniciativa de 109 diputados cuya condición de élite no
queda borrada por haber sido recién electos mediante clamorosa mayoría; aunque
la confirmación de la iniciativa sería por votación popular, es inevitable que
mantenga el sello de maniobra parlamentaria, obra por ello de “cogollos
políticos confabulados contra la revolución”, como ya está siendo proclamado.
La segunda objeción,
también estratégica, es que la enmienda representa una solución indirecta al
problema del mal gobierno, como curar una enfermedad con un remedio creado para
atacar otra enfermedad. Es justo y lógico pretender que el período presidencial
de seis años debe se recortado por extenso, y que la reelección indefinida es
una aberración, además de tener un origen írrito, pero emprender dichas
reformas con el objeto de dar fin a un gobierno actual es de una debilidad
jurídica flagrante, cuyo sostenimiento por gente seria y curtida me sorprende
sobremanera.
La tercera objeción,
de orden táctico, es más sencilla: esa enmienda morirá al nacer, fulminada por
la Sala Constitucional con el argumento nada deleznable de que la ley no es
retroactiva y que, si bien puede mantenerse su texto vigente para un presidente
futuro, ella no es aplicable a un presidente que ya fue electo para seis años
de mandato. El CNE atenderá la decisión del TSJ y no convocará el respectivo referendo
aprobatorio. Y a otra cosa, mariposa… habremos perdido no imagino cuántas
semanas o meses en esa calle ciega.
Antes de proseguir
con las opciones serias, comentaré muy de pasada otras dos propuestas que andan
por ahí: una que tuvo escasa duración, casi una inspiración de noche de
insomnio, que consiste en decretar en la AN la “vacante del presidente por
abandono del cargo”; creo que el propio proponente se dio cuenta del desvarío y
la desechó pronto. La que sí ha tenido bastante vuelo y difusión, sobre todo en
las redes sociales que reemplazaron al papel en aquello de “aguantar todo”, es
la nacionalidad de Maduro. Ella sería, en efecto, una causal de destitución
constitucional del presidente, sólo que posee dos debilidades: una, que luego
de interminables y milimétricos recorridos por todos los registros y notarías
habidos y por haber, en Colombia y Venezuela, lo único que ha quedado claro es
la queja, expresada hace días por uno de los más prolijos exégetas de partidas
de nacimiento, de que “han sido arrancadas las páginas del libro de actas que
probaban la nacionalidad colombiana de Maduro”; y dos, que en caso de ser
demostrada la “tesis de la nacionalidad” -y en el supuesto casi negado de que
el TSJ la admita, porque es a esa instancia a la que le corresponde juzgar los
méritos de destitución del presidente- este quedaría destituido por un mero
asunto menor de derecho civil y no por el monumental fracaso de un modelo
socio-político, ideológico y económico que arruinó la vida a 30 millones de
personas y sus descendientes. Mediocre expediente para los libros de historia y
un peso muerto para la tarea de reconstruir a este país sobre bases sólidas,
honradas y transparentes.
Me saltaré un peldaño
en el orden de las opciones que ofrece acometer la MUD para comentar la
Asamblea Constituyente, la que sería utilizada, según su vocero principal, en
caso de que el gobierno bloquee las demás alternativas. Todos estamos
concientes de que Venezuela necesitará pronto una Asamblea Constituyente, para
reconstituir sobre fundamentos consensuales el pacto social de la República y
establecer un tramado institucional que sea aceptable para todos y no la
imposición de una mayoría sobre una minoría circunstanciales. Pero todos
deberíamos saber que tales propósitos constituyentes sólo son posibles en
momentos de serenidad socio-política, cuando los disparos –verbales o de los
otros- hayan cesado y se establezca un ánimo constructivo y de reflexión en el
que prive una visión de grandeza y largo plazo. Se trataría, ojalá que por
ocasión definitiva, de consensuar una carta magna que satisfaga razonablemente
a todos. No nos vengan, pues, a pedir que convoquemos una Constituyente para
destituir a Maduro. He recibido quimioterapia y desde ese tratamiento no me dio
más gripe, como parece ocurrir en muchos de esos casos. No quiere decir que
cada vez que tenga una amenaza gripal me vaya a aplicar quimioterapia.
Finalmente tenemos la
opción que parece haber sido sepultada por la mayoría de los partidos de la MUD
al rincón de las ideas impracticables. Algunos voceros ya ni la mencionan por
su nombre, ayer alguno la llamó “propuesta de una ley de referendos”. Como
suele suceder en ese tipo de arreglos de ocasión, la idea más sólida, válida y
sostenible en el tiempo es echada a un lado porque no conviene a las mayorías
circunstanciales que suelen armarse en las alianzas u organizaciones. Me
refiero por supuesto a la convocatoria de un referendo revocatorio de Nicolás
Maduro.
El referendo
revocatorio es la única entre todas las opciones que contiene todas las
fortalezas exigibles para un mecanismo idóneo de reemplazo del gobierno actual:
es indiscutiblemente constitucional, sus reglas básicas están nítidamente
expuestas en la Constitución, existe experiencia previa en su aplicación, su
convocatoria no puede ser bloqueada por leguleyismos de la Sala Constitucional,
su resultado es vinculante de inmediato… y, lo más importante, establecería con
plena claridad que el mismo pueblo venezolano que eligió, aclamó y mantuvo por
años el poder de Chávez, rechazó abrumadoramente su legado luego de sufrir en
carne propia las atroces consecuencias del fracasado y corrupto modelo que él y
sus sucesores implantaron.
Existen, por
supuesto, inquietudes sobre esta vía. Algunas legítimas y otras pre-fabricadas
por los detractores. ¿Que su aplicación es difícil? Sí… ¿Cuál objetivo
importante y valioso de la vida no lo es? ¿Que los procedimientos para recoger
las firmas han sido complicados en el nuevo reglamento de referendos? Sí… Pero
pueden ser mejorados desde la Asamblea Nacional, aunque no lo considero
imprescindible dado que la enorme voluntad de cambio del país superará todas
las barreras que le interpongan. ¿Que su ejecución supone varios pasos y eso la
hace larga, de cara al deadline de enero-17 para la mitad del período? Sí… Pero
es claramente más corta y despejada que las demás, ¡sobre todo que la Asamblea
Constituyente, válgame Dios! ¿Que se necesitan más de 7.5 millones de votos
afirmativos para superar la votación de Maduro en 2013? Sí… Y todos sabemos que
será superada con creces esa cota, cuidado y por primera vez alcanzamos los 10
millones que proclamaba Chávez, pero esta vez en su contra. ¿Que la gente
temerá firmar debido a la experiencia de la lista de Tascón? No lo creo,
nuestra gente ha demostrado con creces no temerle a ese tipo de amenazas, que
hoy carecen de fuerza por la proximidad que todos ven del fin del gobierno.
Léase bien, ninguna
de las demás “opciones” que la MUD está colocando por delante del referendo
revocatorio cumple siquiera la mitad de estas condiciones. Sobre todo la
última, que es la que me parece esencial en esta hora: a los efectos de
reconstruir a Venezuela con el mayor espacio de paz, consenso interno y
prestigio internacional del esfuerzo a ser acometido, son imprescindibles la
nitidez democrática y multitudinaria del procedimiento y la clara demostración
de que la aventura chavista fracasó y así fue declarado abrumadoramente por los
venezolanos, en votación uno a uno. Cualquier otro desenlace someterá nuestro
futuro, y el de nuestros hijos y nietos, a las tribulaciones generadas por un
chavismo insepulto, victimizado con argumentos “democráticos” y legitimado por
las inconsistencias de su modo de salir del poder.
Lo diré de una vez,
la mayor objeción que tiene la propuesta del referendo revocatorio es que fue
lanzada y está siendo promovida activamente por Henrique Capriles, entre
nuestros políticos el que ha demostrado mayor claridad estratégica,
transparencia y desprendimiento. Y sobran en la MUD quienes demuestran estar
dispuestos a todo para cerrar el camino de su liderazgo. No creo que la suma de
esos partidos sea mayoría en las ciudades y pueblos del país, pero en la mesa
de reuniones de la MUD son al parecer suficientes para bloquear la única
alternativa que tenemos para dar solución integral y positiva a este laberinto
histórico. Perderemos semanas y quizás meses valiosos para llevar a cabo el
procedimiento revocatorio, porque nadie por sí solo en la oposición tiene la
capacidad para ejecutar una operación tan exigente. Quizás hasta nos alcance el
deadline de la mitad del período y ya no valga la pena convocar ningún
revocatorio. No importará, en ese momento existirá un culpable… ¿Quién…? Pues
Capriles, por no haber recogido las firmas él solo, por no habernos argumentado
con suficiente claridad su conveniencia… O quizá por no habernos convocado
aquella mañana del 15 de abril de 2013 a que nos mataran estúpidamente ante el
CNE, para defender unos resultados electorales cuya claridad aun estaba en
estudio.
Queridos lectores,
estamos presenciando aquella fábula de los cangrejitos metidos en un vaso,
intentando salir al mismo tiempo; y cada vez que uno de los cangrejitos se
aproximaba al borde, los demás lo halaban con sus tenazas y lo echaban abajo.
¿Tendrán nuestros dirigentes y partidos la inspiración para entenderlo y
rectificar, o volveremos a la ruta de los fracasos anunciados?
Thaelman I. Urgelles
D.
turgelles2@gmail.com
@TUrgelles
Caracas - Venezuela
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