Después de haberlo intentado tres veces, lo consiguió.
Pese a los temores que despertaba en sus adversarios obtuvo la Presidencia y
llevó adelante un gobierno lleno de políticas sociales que se constituyeron
como ejemplo para parte de la región. Sin embargo, el 4 de marzo la imagen de
Luiz Inácio Lula da Silva tuvo un viraje cuando fue detenido en un aeropuerto
para ser conminado a rendir declaración sobre una serie de hechos de corrupción
que parecen involucrarlo directamente y su domicilio fue registrado por las
autoridades.
La corrupción mina de esta manera la popularidad de una
figura que logró mejorar sustancialmente la calidad de vida de al menos treinta
millones de personas que estaban en la pobreza, culminando, a juicio de su
aliada la presidenta Dilma Rousseff, un proceso que inició el presidente
Fernando Henrique Cardoso, y que lo llevó a ser considerado uno de los líderes
más emblemáticos del mundo.
De todas maneras, el legado de Lula no parece ser tan
risueño como la propaganda quiere hacerlo notar. En primer lugar, el líder del
país más poderoso de la región debió mostrar mucha más contundencia ante los
flagrantes casos de violación de derechos humanos y el menoscabo de las
libertades en Venezuela, Bolivia y Ecuador. En cambio, optó por una gran
cooperación económica que lo llevó a guardar silencio en aras de garantizar
para empresas de su país el pago de deudas y la adjudicación de contratos.
Además, en el Mundial de 2014 pudo evidenciarse un rostro de Brasil en el que
la pobreza y la desesperanza contrastaban con el modelo de crecimiento que ha
llevado al país a ser sede de justas deportivas y a impulsar una reforma de la
Organización de Naciones Unidas en la que obtenga un posicionamiento regional.
Independientemente la
decisión que se tome sobre su posible vinculación y participación en redes de
corrupción, lo que pasó en Brasil es un indicio de que existe autonomía de
poderes y aunque gobierna la misma organización política que llevó a Lula al
poder, el expresidente, gente de su entorno e incluso personeros de la actual
administración gubernamental, son investigados, se les siguen procedimientos e
incluso condena cuando han incurrido en delitos.
Tal vez ya Lula no
sea el ejemplo predilecto para la política. Pase lo que pase, su imagen se ha
dañado y su persona estará ligada a los malos manejos y a la indiferencia en
los asuntos de otros países. Sin embargo, su caso sirve de ejemplo para que en
aquellos Estados en los que reina la impunidad, los gobernantes actúan como les
provoca y los hechos de corrupción son alarmantes, entiendan que la justicia
llega y que cuando impere la plena autonomía de los poderes, serán investigados
y pagarán sus funestas actuaciones.
Luis D. Alvarez V
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com
@luisdalvarezva
Internacionalista
Caracas - Venezuela
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