El autodenominado progresismo condena los males que hemos
padecido por la austeridad. Incluso ha acuñado un término para definirlos:
“austericidio”.
Cuando sus gastos superan a sus ingresos, un individuo
responsable o una empresa cuyos propietarios y directivos son responsables,
reducen el gasto, es decir, son austeros. Lejos de constituir un vicio, la
austeridad es una virtud, que asegura la viabilidad financiera de las personas
físicas y jurídicas.
Para llegar a la conclusión contraria hay que introducir
los supuestos más heroicos de la economía convencional, partiendo de los fallos
del mercado y llegando a la indispensable intervención del Estado para resolver
la deficiencia de la demanda efectiva mediante la expansión del gasto público
financiada con impuestos y deuda. No voy a refutar esta fantasía ahora, porque
deseo centrarme en una cuestión de hecho: se nos asegura que de hecho los
Estados no hicieron eso, sino lo contrario, es decir, incurrieron en políticas
de reducción excesiva del gasto público, el infausto “austericidio”.
Esta cuestión, que no es analítica sino empírica, tiene
una ventaja: se puede medir. Y todas las mediciones del gasto público indican
que el famoso “austericidio” es un camelo. Los únicos que fueron realmente
austeros en la crisis fueron los trabajadores y los empresarios, no el sector
público. Un reciente documento del BBVA lo prueba una vez más: J.Andrés, Á. de
la fuente y R. Doménech, Notas para una política fiscal en la salida de la
crisis.
Es verdad que el gasto real por habitante bajó casi nueve
puntos entre 2009 y 2014, pero había subido nada menos que 23 puntos entre 2003
y 2009. Resultado: “sigue habiendo un incremento neto de 14 puntos entre 2003 y
2014, o una ganancia de más de un punto anual en el gasto real por habitante”
durante todo el período de 2003 a 2014. El “desmantelamiento” del Estado nunca
existió.
La composición del gasto cambió, desde luego. El gasto
social en paro y pensiones aumentó considerablemente, de modo tal que los demás
servicios sí cayeron, quedando en 2014 al mismo nivel que tenían en 2003; es
decir, no fueron “desmantelados”, sino que simplemente su contención canceló la
subida anterior.
Otra regularidad, que el gasto se ajusta conforme a
criterios políticos y no de eficiencia técnica, volvió a confirmarse en esta
crisis: “la caída del gasto corriente ha sido muy inferior a la del gasto
total, pues la inversión pública ha experimentado recortes muy sustanciales
durante la crisis”. Ahora bien, lo que ha pasado “no apunta en absoluto a un
brutal deterioro en la calidad de unos servicios fundamentales de los que nadie
se quejaba demasiado hace diez años”.
Los tan zarandeados “salvajes recortes” en sanidad y
educación nunca existieron. Hubo muy grandes subidas del gasto hasta 2009, y la
desaceleración ulterior “nos deja en niveles similares a los existentes al
comienzo de la crisis, con ganancias aún muy respetables durante el conjunto
del período analizado”.
Carlos Rodriguez Braun
carlosrbraun@gmail.com
@rodriguezbraun
España
http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/el-cuento-del-austericidio/
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