Amigos lectores, en esta ocasión, me propongo intentar teorizar brevemente
sobre la direccionalidad del cambio político que se está incubando en el país.
Se me ocurre que es una tarea necesaria. Tengamos en mente que estamos al borde
de clausurar una etapa histórica. Hay que estar atentos. En situaciones como la
que estamos experimentando el peligro gatopardiano siempre está presente:
cambiar para que todo siga igual.
Vamos a indagar algunos conceptos provenientes de la ciencia
política para alcanzar el objetivo propuesto. Por ejemplo, la diferencia
existente entre estas dos dimensiones: lo político y la política. Por lo
primero, se entiende la dimensión de los conflictos siempre presente en las
comunidades humanas, Por lo segundo, las diversas prácticas e instituciones
mediante las cuales se crea un determinado orden que organiza la convivencia en
el marco de la conflictividad que se desprende de lo político.
Ilustremos a
través de ejemplos históricos la concreción de estas dos dimensiones. A lo
largo del siglo XIX y primeras décadas del XX, por ejemplo, lo político se expresaba en la conflictividad
entre los diversos caudillos heredados de la guerra de la independencia. El
denominado estado oligárquico liberal fue la formula política diseñada para
domeñar los antagonismos derivados de esta dimensión de lo político. Barbarie
vs, civilización fue la consigna que resumía la propuesta política del
positivismo como forma de gobierno. La autocracia censitaria fue su concreción
electoral. La democracia, igualmente, fue la formula delineada para procesar conflictos y compensarlo con nuevas formas de
ciudadanía: voto universal y secreto.
Ahora bien, en
la actualidad ¿qué es lo que ha entrado en crisis? ¿Lo político, la
política? Lo que intento resaltar es que
estamos presenciando los inicios de una nueva etapa histórica. Y esta fase
requiere reformular la concepción tradicional de lo político y la política. Los
actores deben tener una comprensión de la naturaleza inédita de estos
conflictos y su procesamiento mediante nuevas prácticas políticas.
Es obvio que en
lo inmediato la tarea es desplazar del gobierno a la cúpula gobernante. Pero
este objetivo debe ir acompañado con la enunciación de un nuevo horizonte
estratégico. Voy a formular una consideración atrevida. Históricamente, en lo
sustantivo, la V república es una continuidad, en su agotamiento, de la IV. El socialismo del siglo
XXI, no constituyo un reemplazo de raíz de lo fundamental de las políticas
aplicadas en los finales del periodo democrático. El desmesurado aumento de la
renta petrolera permitió que el estado adquiriera una fuerte autonomía en
relación de la sociedad civil. Acentuando así,
las tendencias autoritarias que ya estaban presente en la cultura que prevalecía en los partidos políticos.
Más allá, de las
denuncias de los desafueros del gobierno, la oposición en conjunto o, sectores
de ella, deberían elaborar un nuevo relato que proporcione una visión
alternativa a las formulaciones dominantes en el pasado. Y, los portadores de
esta nueva narrativa, deberán con su conducta anunciar los nuevos tiempo por
venir. La propensión electoral desprovista de una nueva mirada puede
conducirnos hacia una nueva frustración de naturaleza histórica.
Diversos articulistas han descrito la siguiente
paradoja. Por un lado, la población experimenta dramáticamente carestías en lo
económico, social y cultural (colas, desabastecimiento, derrumbe del sistema
escolar, etc.). Y, por el otro, las respuestas de parte de la oposición son
tenues y carecen de contundencia. En otras palabras, no se encuentran a la altura de las
circunstancias que le está tocando vivir. Por otra parte, los
sondeos de opinión advierten, igualmente, sobre los deseos de cambios que se
anidan en la población. Sin embargo, esos mismos estudios señalan, que esas
expectativas no han sido respondidas en forma clara y contundente.
¿Cómo explicar esta contrariedad? Desde luego, son diversas las variables
que entran en juego a la hora de diseñar una respuesta a esta interrogante. Sin
embargo, me atrevo a señalar una de ellas. Sectores de la oposición conjugan su
activismo con una gramática política proveniente de la IV y V república. Viejos
hábitos difíciles de extirpar. Habría que agregar que no han podido elaborar un
relato que anuncie su ruptura simbólica, cognitiva y cultural con el pasado. Es
duro, lo que acabo de expresar, pero necesario. En la actualidad, desde el
parlamento, por ejemplo, (Primero
Justicia) se están diseñando propuestas de franco corte populistas. Recuerdan,
en forma nítida, a la IV y V república.
En
otras palabras, insisto: el
peligro gatopardiano está presente: cambiar para que todo siga igual.
Nelson Acosta Espinoza
acostnelson@gmail.com
@nelsonacosta64
Carabobo - Venezuela
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