NUEVAS ETAPAS
El 16 de enero se inició una nueva etapa del diálogo que iniciaron en el
2016 el Gobierno, el Partido Socialista Unido de Venezuela, la Mesa de Unidad Democrática (MUD), y los
mediadores: expresidentes Juan Martín Torrijos, Leonel Fernández y José Luis
Rodríguez Zapatero, el Secretario Ejecutivo de la Unasur, Ernesto Samper, y la
representación del Estado del Vaticano. Sucede tres días después de la fecha
convenida por las partes, superada una especie de primer round, que concluyó
con una serie de acuerdos de cumplimiento obligatorio.
En este reinicio de conversaciones, la antesala ha sido signada por las
posiciones esgrimidas por las partes en disputa, en cuanto al incumplimiento de
lo acordado durante las deliberaciones del año pasado.
La MUD reclama que no se produjo la libertad de los presos políticos,
tampoco se permitió la ayuda internacional para hacerle frente a la crisis
humanitaria provocada por la escasez de
medicinas y de alimentos, el respeto a la Asamblea Nacional, ni la celebración
de procesos electorales basada en lo que está establecido en la vigente
Constitución Nacional. Por su parte, el Gobierno alega que la Asamblea no acata
lo que ha decidido el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), la desincorporación
de los diputados del Estado Amazonas y otras condiciones adicionales.
En el interín, la Asamblea/MUD y
el Gobierno se caen a mordiscos, se insultan y se descalifican. Y esas partes,
sin embargo, insisten en hacerle creer a la población en la posibilidad y
viabilidad del diálogo. Lo dicen a sabiendas
de que, de esa forma, es imposible que ningún diálogo o conciliación
llegue a feliz término. Porque el entendimiento
y eventuales acuerdos jamás
podrán darse mientras ambos bandos insistan en seguir atrincherados y echándose
plomo parejo.
Los dos grupos, evidentemente, continúan
empeñados en seguir en la práctica de quítate tú para ponerme yo. Mejor
dicho, en una puja por capturar posiciones demostrativas de que se es más
íntegro, serio y comprometido con la importancia de avanzar en beneficio de la
solución de los problemas que asfixian a más de 30 millones de ciudadanos,
mientras que, en el fondo, se le teme a los costos políticos que representa
exhibir demostraciones de aparente debilidad ante la otra parte y sus
seguidores.
Se trata, en fin, de escarceos
efectistas. En jugadas falsamente estratégicas para la distracción y el
entretenimiento. No en lo que las penurias y necesidades colectivas demandan
como respuestas de un liderazgo político que, día a día, se le percibe más
ausente de lo obvio, de lo lógico.
En este caso, lo obvio y lógico sólo tiene una interpretación: la
presentación de un programa o proyecto lógico de entendimiento verdadero para
la recuperación económica, social, política, cultural y moral del país.
No estarlo haciendo de esa manera, se ha traducido en que solamente la
ciudadanía de a pie es la que viene aportando los muertos en una guerra
soterrada. Los demás sólo ponen sobre el tablero de la conflictividad gritos,
chillidos, amenazas, arengas y mucho llamado a una paz insincera, en vista de
que, en aras de una supuesta soberanía, se ofrece poner armas de guerra en
manos inexpertas de las zonas populares.
La violencia, el hambre, las enfermedades, la ruina y las angustias y
sustos permanentes, sencillamente, tomaron al país como su campo de acción. Y
lo están haciendo sin distinciones entre ricos, pobres, negros, blancos o amarillos,
chavistas o demócratas. La sociedad es la que sufre. Muere como consecuencia
del hambre o de enfermedades. Pierde familiares y amigos, vecinos y
relacionados, además de servidores públicos uniformados convertidos en trofeos
del hamponato mejor equipado para hacer su trabajo malo, además de proyectarse
como un segmento social privilegiado al poder actuar en el medio de la más
vergonzosa impunidad. Y eso sucede simultáneamente cuando organizaciones no
gubernamentales informan que en el 2016, esa misma sociedad perdió a más de
28.000 ciudadanos en el medio de la violencia y que, posiblemente, migraron del
país en estampida decenas de miles de venezolanos huyéndoles a esa misma
violencia, como en procura de las oportunidades de bienestar social que ya no
es posible alcanzar en su propia Patria.
Por supuesto, ahora habrá que esperar si el último Plan gubernamental
contra la inseguridad, -uno más entre más de una veintena cuyos resultados
siguen siendo otro de los misterios mejores de la opacidad informativa
gubernamental- termina arrojando algún efecto positivo para el país.
Desde luego que sí. Hay que dialogar. Es necesario hacerlo. Pero sin
cuchillos en el cuello. Tampoco alrededor de una especie de ring de pelea de
gallos enconados, de contendores que dependen de unos mediadores que no les
brindan confianza a las partes en conflicto, ni tampoco a la propia sociedad,
si bien ahora ha emergido una posibilidad que viene a oxigenar con aire puro el
ambiente de extrema hostilidad. Se corresponde con la decisión del Vaticano de
delegar en la figura del Nuncio Apostólico la responsabilidad de la mediación
en representación de la Iglesia Católica.
El Nuncio Apostólico, sin duda alguna, goza de la posibilidad de apelar
a ventajas en un proceso de mediación en Venezuela. Está más cerca de la
realidad que motiva el diálogo. Y lo puede hacer, adicionalmente, asistido por
la larga experiencia y éxitos en estos menesteres que el Vaticano ha alcanzado
a nivel internacional. Asimismo, porque se supone que no tendrá otro
compromiso distinto al de impedir que la
sangre llegue al río. No querrá convalidar un fracaso, mucho menos perjudicar a
Venezuela.
De lo que sí habría que ocuparse adicionalmente, es el de impedir el predominio de la voz
cantante en el diálogo de los mismos que, a diario, se suben en el ring de la
ya cansona y fustigante confrontación. También de que el eterno e
incansable vocero gubernamental, es
decir, el Presidente de la República, insista en seguirle echando diariamente
combustible al terreno de las diferencias.
Lo imperativo es un diálogo sincero y honesto. De ser posible, a partir
de la reformulación del grupo que hoy se ocupa de semejante tarea, incorporando
mediadores profesionales, genuinos y químicamente puros e imparciales, y
motivados por el propósito de hacerlo en respuesta a lo que hoy necesitan los
venezolanos y el país.
Por supuesto, no es fácil hacer dicha selección en pocos días. Tampoco
de integrarla sin la participación de las partes en dicha escogencia. Sin
embargo, pudiera ser a partir de lo que
permite y facilita la propia Constitución.
Su articulado plantea una alternativa: la conformación de una Asamblea Constituyente
Originaria. Es decir, la posibilidad de que sean los propios venezolanos los
que decidan su destino y por la vía del voto. Se trataría de la incorporación
activa y participativa de aquellos que, en nombre de más de 30 millones de
ciudadanos, y por estar debidamente inscritos en el Registro Electoral
Permanente, harían posible un diálogo multitudinario y con posibilidades de
reorganizar al país y de elegir a sus autoridades a todo nivel, incluidas las
del poder central, es decir, todos los poderes públicos. Jamás habrá mejores
dialogantes que los mismos ciudadanos. Ellos intervendrían haciendo uso su más genuina opinión: el acto más
democrático por excelencia, y que no es otro que el ejercicio del sufragio, del
voto popular.
De lo que se trata, en fin, es de evitar que los odios y rencores, los
resentimientos y las suspicacias, sigan intercediendo e impidiendo el necesario
avance que requiere el país para avanzar en la consecución de soluciones. Y eso
no equivale a justificar impunidades en favor de aquellos obligados a saldar
sus deudas con la justicia, en caso de que se les comprobara haber incurrido en
delitos contra la sociedad. Sí de
despejar las dudas que hoy impiden percibir un futuro distinto en Venezuela.
Hay que superar la eterna motivación cultural y política venezolana de
no avanzar, porque se hace necesario adorar el pasado, apreciarlo todo a partir
de una mejor percepción del retrovisor, cuando el objetivo tiene que ser
siempre el de ver hacia adelante.
Egildo Lujan Navas
egildolujan@gmail.com
@egildolujan
Fedecamaras
Fedenaga
Miranda - Venezuela
Eviado por
Edecio Brito Escobar
ebritoe@gmail.com
CNP-314
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