ENTRE DOS MUNDOS
Cuando los españoles americanos a comienzos del Siglo XIX, convencidos
de que el Reino Español nunca los tratarían como iguales siendo ellos tan
españoles como los peninsulares, comenzaron a considerar las perspectivas de
liberarse del yugo español. Tenían ante
sí dos formas distintas de gobierno representadas por la de Inglaterra y la del
Reino Español respectivamente, que podían servir de modelo para los países que
podían emerger de la independencia del Reino.
Los ingleses en plena Edad Media y en medio del absolutismo, comenzaron
a conquistar derechos básicos de libertad, derechos que fueron ampliando y
afianzando a través de los años. Así, en 1679 introducen el derecho del Habeas
Corpus que fundamentó el principio de la libertad individual y con el cual se
garantizaba que nadie podría ser detenido e inculpado sin ser puesto a
disposición de un juez a las 74 horas de su detención y que debería
notificársele la causa de la misma y poner a su disposición un abogado. Se
ponía freno así a la arbitrariedad del poder y se institucionalizaba una
justicia independiente, que garantizaba la libertad de los ciudadanos.
La modernización de la monarquía
siguió avanzando con La Revolución Gloriosa o de 1688 y la aprobación por el
Parlamento inglés de la Declaración de Derechos (The Bill of Rights) en 1689
ante los intentos del Rey de volver al catolicismo y reforzar el
absolutismo. El Parlamento se opone y
obliga al Rey a aceptar la Declaración de Derechos, documento que delimita
claramente las funciones del Monarca y las funciones del Parlamento. Se limitan
los poderes del Rey para promulgar leyes y reclutar un ejército en tiempos de
paz. Los impuestos deben ser aprobados por el Parlamento. El balance de poder se inclina fuertemente
hacia el Parlamento. El absolutismo y el
despotismo serán derrotados para siempre y en su lugar se adopta el sistema
parlamentario que trae como resultado el afianzamiento definitivo de las libertades
individuales. En toda esta revolución
tiene gran influencia el pensador John Locke, quien creía que el
"alma" de la sociedad civil es el Parlamento pues es el encargado de
hacer las leyes y las leyes sirven para mantener la felicidad. Con una monarquía liberal, una moneda estable
y un sistema bancario bien organizado (El Banco de Inglaterra se fundó en
1690), las libertades individuales abrirán las puertas del conocimiento en
todos los campos y en especial la ciencia y tecnología. Este histórico evento
dará impulso a la primera revolución industrial cuya evolución nos lleva a la
actual revolución digital.
Así comienza la construcción de una democracia estable basada en la
separación de poderes, autonomía de la justicia y la práctica de la libre
empresa. Es notable el hecho que esta democracia en su histórico proceso de
modernización no ha recurrido hasta ahora a dotarse de una constitución
escrita. El actual Reino Unido y muchos países de su era colonial que han
adoptado esta forma de gobierno, son países democráticos que gozan de gran
estabilidad política y de prosperidad económica envidiables. Aun cuando disponen de poderosos ejércitos,
estos países no han sufrido la interferencia de los militares en la vida civil
gracias a lo cual no han sido víctimas de golpes de estado, alzamientos
militares, o revoluciones destinadas a modificar o a destruir las estructuras
del Estado. Es la sociedad como un todo que se ha impuesto la responsabilidad
de seguir modernizando el edificio institucional que comenzaron a construir una
vez que rompieron las cadenas del absolutismo. Ese edificio constituye la casa
común, albergue de civilidad y patriotismo bajo el cual la sociedad ha podido
desarrollarse y prosperar sin más limitaciones que su capacidad intelectual,
pero con su resuelta y obstinada determinación de defenderlo y de mantener
intactas sus bases al abrigo del Imperio de la ley (Rule of Law) garantizado
por el Parlamento y su sistema de justicia independiente.
Los gobernantes del Reino español, igualmente dominado por el
absolutismo, no tuvieron la lucidez de seguir el camino que habían descubierto
los ingleses. La conquista del nuevo mundo reforzó su ambición de dominación
del resto de Europa al encontrarse con inmensas riquezas en las colonias americanas.
Pero su ambición desmesurada los llevó a dilapidar su extraordinaria fortuna en
gastos militares y tras un desorden financiero encontró la ruina, luego de
sucesivas crisis financieras que llevaron el Reino a la bancarrota en varias
oportunidades.
Durante la época de esta bonanza sin precedentes, en lugar de buscar la
modernización de su forma de gobierno, optó por continuar el camino del
absolutismo en el cual el monarca se consideraba de origen divino y se atribuía
la representación de Dios en la tierra, y como tal, sólo a Dios rendía cuenta
de sus actos ya que sus súbditos no tenían derecho a cuestionar o a
opinar. Tal pretensión constituía una
camisa de fuerza que le impidió abordar la filosofía del Derecho del Estado
moderno que ya otros países europeos habían comenzado a adoptar.
En ese ambiente se desarrollan los españoles americanos, en medio de la
arbitrariedad, pues allí las leyes se obedecen, pero no se cumplen. En tal situación, no podían desarrollarse al
máximo de sus posibilidades dado que hasta el libre comercio con la metrópoli
les estaba vedado, aun siendo súbditos del Reino de las Indias, no de una
colonia, por lo tanto, tan españoles como los peninsulares. Los puestos de representación popular ante
las Cortes, así como de la administración civil, eran acaparados en su mayoría
por militares dadas su gran influencia en la administración colonial,
reservando a los americanos únicamente los puestos de subordinados y de menor
jerarquía
Ese tratamiento discriminatorio llevaría al Reino a la pérdida de sus
posesiones americanas, pero esto no le impidió aferrarse al absolutismo que
prolongó hasta comienzos del Siglo XIX y terminó en medio de revueltas, guerras
internas, sublevaciones, guerras civiles cuyo final concluye con la dictadura
del General Francisco Franco en 1975. Hace apenas menos de cincuenta años que
España estableció una monarquía constitucional y al fin, disfruta de una
verdadera democracia.
Para la Venezuela que se perfilaba como joven nación, la libertad
constituía su mayor reto. Para enfrentarlo, Bolívar, con su visión futurista
había optado por el republicanismo como forma de gobierno en medio del
optimismo ante el futuro promisor que se le presentaba al país. Tan grande eran
las expectativas que el Precursor Francisco de Miranda, viajero de la libertad,
pocos años antes creía que el país podía convertirse en una gran nación y para
ello preconizaba la instauración en Venezuela de un régimen parlamentario
moderno al estilo inglés.
Nuestros próceres, recipientes del trofeo de la libertad, en su corta
historia, tenían la experiencia de la forma de gobierno absolutista del Reino
español y por ello podían entender por qué Bolívar no optó por esa nefasta
forma de gobierno. Pero, aunque El Libertador optó por el republicanismo en lugar
del sistema parlamentario inglés, sus pilares fundamentales, la independencia
de la justicia y el Estado de Derecho (Rule of Law) eran perfectamente
compatibles con el sistema republicano, como lo había ya demostrado la joven
nación norteamericana, los Estados Unidos de América. Los fundadores de la Republica no solo
contaban con la visión de los héroes de la independencia, tenían también de su
lado la de algunos españoles peninsulares. Tal es el caso de José María Blanco
White, quien prodigaba invalorables consejos a los venezolanos en los momentos
en que se consolidaba la república. ¡Les pregonaba de no olvidar que el
comercio y la industria es quien decide de la superioridad respectiva de los
pueblos!! Les decía, Insistan en ser soberanos de su industria; y créanme que
más cerca estarán de este modo de la Soberanía Política. Quítenle los grillos a
la industria… Y les advertía que solo el
desorden y, la desunión y la anarquía pueden atajar los progresos de la América
española. Y, al igual que el Precursor, Blanco White les daba cuenta de la
excelencia y virtudes del sistema de gobierno inglés, impresiones que le
hiciera llegar a uno de los redactores de nuestra primera constitución, Don
Juan German Roscio.
Estaban así, dadas las bases para la construcción del país, el camino
estaba trazado. Bolívar dejaba la hoja
de ruta para la consolidación de la república: Moral y Luces son nuestras
primeras necesidades. Moral, para hacer
de cada ciudadano una persona honesta, respetuosa de las leyes que nos gobiernan
y de sus instituciones, respetuosa y consciente de los derechos de cada uno y
resuelta a defenderlos por todos los medios legales a su alcance. Luces, para educar a la sociedad para que
entendiera el significado de la libertad, enseñarle las maneras de preservarla
y salvaguardarla y para que entendiera y adoptara códigos de civilidad para
vivir en armonía, lo cual habría de ser el asidero de la base fundacional para
hacer de Venezuela la nación de las luces, de ciudadanos ilustrados, educados y
de amplia cultura a la par de los pueblos de Europa.
El perfil del país estaba perfectamente delineado con un plan de
edificación enteramente realizable. Sin
embargo, quienes recibieron el Acta de Independencia, trofeo de la libertad,
muchos de ellos, veteranos de la guerra de independencia, tomaron el camino
equivocado y olvidaron las consignas del Libertador, así como los pertinentes
consejos de Blanco White. Los hechos
están a la vista, escritos en al menos 26 constituciones; cada grupo de poder
en su momento ha promulgado la suya después de haber destruido el orden
reinante. Esta trayectoria poco gloriosa y que aún no termina, se ha
desarrollado a lo largo de una cadena de intentos de dominación,
insurrecciones, levantamientos, revoluciones, enfrentamientos militares y
guerras civiles fratricidas en un ciclo sin fin, de
destrucción-creación-destrucción de instituciones y de un peligroso despilfarro
de las riquezas que llevó al país a una completa bancarrota. Esta situación ha
sido posible porque quienes sucesivamente han tomado las riendas del poder han
asumido comportamientos más afines al despotismo que a las libertades
democráticas y porque no han tenido ni el talento ni la visión de estadistas
para imaginar el país en el largo plazo y entender lo que significa vivir en
libertad bajo las reglas de un Estado de Derecho tal que lo imaginaron los
ingleses quienes, sin tener necesidad de una constitución escrita, han logrado
un desarrollo armonioso de la sociedad durante siglos.
De manera tan innoble hemos respondido al inmenso esfuerzo de nuestros
próceres, que inclusive hasta hemos jugado y puesto en peligro la soberanía de
la Republica. El 9 de diciembre de 1902, 15 unidades de la armada inglesa y
alemana desembarcaron en el puerto de la Guaira a las cuales más tarde se
unieron unidades italianas en operación conjunta destinada a obtener el pago de
deudas morosas y el reconocimiento de reclamaciones pendientes contraídas por
diferentes caudillos. Gracias a la mediación de Estados Unidos de América,
Venezuela pudo preservar su integridad territorial y salvarse de la ocupación
por fuerzas extranjeras, pero no de la humillación de ver de nuevo tropas
extranjeras desembarcar en sus puertos.
Nuestros líderes actuales deben tener en cuenta la historia reciente que
demuestra que una deuda excesiva contraída sin respaldo solido de reembolso
causa duros sacrificios al pueblo y un alto riesgo a la soberanía del país.
En esta tierra fértil han nacido hombres que nos hicieron libres,
derrotando el despotismo y derrocando un imperio, una de las más grandes
potencias militares de la época. Por eso todavía sorprende que con todo el
aporte intelectual de nuestros héroes y las inmensas riquezas que nos ha
ofrecido esta tierra, sin que nada nos falte, no hayan nacido hasta ahora
hombres o mujeres capaces de interpretar el proyecto de país que nuestros
próceres imaginaron para nosotros.
Antonio J. Benitez
abenitezj@aol.com
@kuikense
Saubion, Francia
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