DESIGNACIONES EXTEMPORÁNEAS
Los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y su polémica son presentados, con
gran objetividad y justicia, en el extraordinario documental, titulado “CAP dos
intentos”, realizado por el reconocido cineasta venezolano Carlos Oteyza. En
apenas cien minutos de filmación logró resumir, de una manera sorprendente, los
diez años de gobierno, resaltando sus grandes aciertos y señalando, al mismo
tiempo, los errores que, sin lugar a dudas, cometió, pero que con el pasar de
los años han empezado a valorarse, de una manera diferente, por una importante
mayoría de venezolanos que han rechazado, por falsa y calumniosa, la campaña
que en su contra desarrollaron sus adversarios políticos y en particular el
chavismo, que ha buscado, sin lograrlo, destruir su figura histórica. Muchos de
sus ministros, principalmente aquellos que en su tiempo llamaron los “chicago
boys”, analizaron las distintas medidas económicas que tomó, primero, en el
disfrute de un gran esplendor y después, en medio de una importante recesión
económica. Lo que más resalta el documental es su trascendente obra de gobierno
y los firmes valores democráticos que rodearon su recia y, a su vez, cordial y
bondadosa personalidad.
En el documental se
exponen algunos de los acontecimientos militares de esos complicados años, pero
sin profundizar, por razones de tiempo, en sus causas y consecuencias. Por
ello, interesado como estoy, en que se conozca lo que, en mi criterio, es
necesario conocer, dedicaré mis próximos artículos, de este tiempo de
vacaciones, a analizar el problema militar que tuvo que enfrentar Carlos Andrés
Pérez durante sus dos gobiernos. El ambiente que existía en las Fuerzas Armadas
Nacionales al iniciarse su primer período presidencial era de orgullo y
optimismo. La derrota de la izquierda radical en sus aventuras guerrilleras y
la alternancia republicana entre partidos políticos de distinto signo
ideológico mostraban un importante fortalecimiento de la institucionalidad
democrática. Nuestra organización empezó un retorno progresivo al entrenamiento
para la guerra convencional, con miras a dar una adecuada respuesta disuasiva a
las diferentes amenazas, en medio del surgimiento del diferendo limítrofe con
Colombia, la reclamación territorial del Esequibo y la penetración de nuestras
fronteras por la guerrilla colombiana. Con la adquisición de los nuevos
sistemas de armas: tanques AMX30 y AMX MK F3l, aviones F-16 y Mirage y las
fragatas misilísticas, entre otros, se fortaleció en alto grado nuestra
capacidad de disuación. Ese moderno material exigió a su vez un gran incremento
cualitativo del nivel académico de nuestros institutos militares de formación
profesional.
Durante la campaña
electoral de 1973 se acusó a Carlos Andrés Pérez, de manera insistente, de
tener la nacionalidad colombiana. La veraz respuesta a ese señalamiento, que ya
había producido inquietud en los cuadros militares, dejó en claro la falsedad
de la acusación. Sin embargo, esa inquietud se reactivó al hacerse pública la
tesis sostenida por el presidente López de Colombia y el presidente Pérez de
una posible explotación conjunta de los recursos naturales del golfo de
Venezuela. Esa tesis fue criticada severamente por nuestra opinión pública. El
rechazo militar a dicha tesis fue percibido por el presidente Pérez, lo cual
influyó para que diera término a esas conversaciones. Otro aspecto que exigió
especial atención del presidente Pérez fue el enfrentamiento entre sectores que
eran percibidos como cercanos a Acción Democrática y a COPEI. Tan absurda lucha
surgió en el período de Rafael Caldera, pero se incrementó al iniciarse el
nuevo gobierno. La presencia en el ministerio de la Defensa del general
Fernando Paredes Bello, durante los dos últimos años de gobierno y cuya
aceptación por los dos partidos era importante, coadyuvó a que esas
inconvenientes luchas internas tomaran un camino institucional.
A partir del año 1979, se
mantuvo la práctica, con muy contadas excepciones, de continuar designando
ministros de la Defensa a generales en servicio activo, nombrarlos por un año
en sus funciones y principalmente provenientes del Ejército. Esta forma de
selección, agravada aún más por ser escogidos oficiales en su último año de
servicio, debilitó gravemente el ascendiente necesario que requería mantener el
ministro de la Defensa para poder ejecutar una política militar coherente. Para
colmo produjo, debido a las naturales ambiciones, una inconveniente lucha, con
las negativas consecuencias institucionales, entre los aspirantes a ese cargo.
Esta forma de escogencia no sólo ocurría con el ministro de la Defensa, sino
que también se realizaba en todos los cargos de la estructura organizativa. Esa
permanente rotación impidió que muchas funciones vitales se realizaran eficaz y
eficientemente. Un buen ejemplo de este problema fue la elevada rotación en la
dirección de los organismos de inteligencia. Esta circunstancia afectó
seriamente la continuidad en las actividades investigativas, tanto en el ámbito
nacional como en el internacional. La consecuencia de esa equivocada política
militar, lo percibimos actualmente, fue la permanente penetración de las
Fuerzas Armadas por agentes políticos de la izquierda radical, sin que se tomaran
a tiempo los correctivos necesarios. Continuaremos…
Fernando Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
Caracas- Venezuela.
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