Finalmente, después de
las menguadas hallacas y el chorrito de ron y algún toque de cocuy, pues no hay
para más, llegamos al 10 de enero de 2019, fecha en la cual el mar se abrirá en
dos y pasarán por la arena húmeda que deja a modo de pasillo glorioso montañas
de libertad, democracia y buen vivir. Uno escucha esto en la calle, más o menos
así, y no queda otra que tratar de descifrar lo que realmente va a ocurrir. Lo
intentaremos. Pero nada más lejos de la escena creada por la febril imaginación
de los venezolanos. Veamos varios pedazos de la mesa.
Y llegaron los gringos.
El Grupo de Lima fue el primero en saltar. Maduro es ilegítimo de toda
ilegitimidad. Rompen relaciones de inmediato con el régimen chavista y retiran
embajadores a la carrera. Más tarde, la Unión Europea hizo lo mismo. Cuatro
países individualmente se unieron a la decisión. Y, para rematar, Estados
Unidos, además de meterle candado a la representación diplomática, se fue por
todo el medio y prohibió relaciones comerciales con el castrochavismo. Maduro
salió en cadena de radio y TV rodeado de militares en horas de la tarde y
rechazó enérgicamente lo que calificó como una campaña internacional para
derrocarlo, aunque mucha gente todavía busca cómo llegó a esa conclusión tan
complicada. Hasta ahora un gran escándalo mundial, pero pura tinta y bulla.
El 14 de enero, en horas
de la madrugada, se produjo un apagón que llenó de espantos y fantasmas a todo
el país. El chavismo pensó que era lo normal. No hay luz en Venezuela, gran
cosa. Ocurre todos los días. Pues esta vez se equivocaron. La invasión había
comenzado. Apenas cortaron dos cables y el país se apagó. Cuatro portaviones se
apostaron frente a las costas caribeñas y miles de paracaídas se abrieron en el
cielo de apenas cuatro ciudades importantes, además de Caracas. La invasión
terminó en tres días. Juicios, negociaciones, acuerdos y elecciones en dos
años. Gobierno amplio de transición y medidas urgentes para rectificar la
economía dejaron todo preparado para que la oposición busque candidato. Todavía
están en eso. Lo que quedó del chavismo lidera las encuestas con un solo
aspirante, un militar para variar. La oposición acusa a la otra oposición de
colaboracionistas por aceptar ir a elecciones contra un chavista que debería
estar preso. Llaman a abstenerse. Gana el chavista solo. Y la historia vuelve a
repetirse.
Negociación y acuerdo.
Estados Unidos, la Unión Europea y el Grupo de Lima, más otros países anti
chavismo, lo dicen con claridad. Es ilegítimo, pero Maduro es el que contesta
el teléfono en Miraflores. Así que hay que negociar. Pero primero la oposición
con la oposición y cuando finalmente estén de acuerdo nos llaman. Ya estamos en
el 2021 y no hay acuerdo. Las negociaciones terminaron a insultos en Twitter,
mentadas en Facebook aderezadas con historias falsas desde Miami. De hecho ya
Trump no es presidente del imperio.
No pasa nada. Este
escenario es el más probable. Lo único que lo puede alterar es lo terrible que
debe estar el hambre y las necesidades de los venezolanos para enero y febrero
del próximo año. Ya Maduro, apoyado en Rusia y China y otros amigos, encontrará
la manera de vender pedazos de Venezuela para seguir en el poder y mantener la
limosna suprema y eterna a Cuba. La oposición, dividida, discute la nueva directiva
de la Asamblea Nacional y asoma el plan para ejecutar el referendo revocatorio
por ahí en el 2022.
Y pendientes: llegó la
harina a Guaicaipuro y la leche a San Martín. Vaya rápido que se acaba.
elidesr@gmail.com
@ejrl
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