Misterioso, pero las metástasis dictatoriales de la
dinastía cubana, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, atraen más repudio y rechazo
internacional que el cáncer matriz radicado en La Habana hace 60 años. Las
críticas más severas contra la tiranía castrista no son consecuencias de los crímenes cometidos
contra los isleños, sino porque asiste, con sus esbirros especializados en
espionaje y represión, a esos regímenes.
Tal parece que el desastre humano y material provocado
en Cuba por el totalitarismo castrista es irrelevante para la mayoría de los
líderes políticos latinoamericanos. Exceptuando la Venezuela de Rómulo
Betancourt y la generalidad de los gobiernos de Estados
Unidos, los cubanos han contado con muy poco apoyo en sus esfuerzos por
instaurar una sociedad democrática en su país.
Causa vergüenza ajena recordar que algunos de los
presidentes con mayores credenciales democráticas invitaban al decano de los
dictadores, Fidel Castro, a la inauguración de sus gobiernos, en momentos en
que en la isla cientos eran fusilados, miles se consumían en las cárceles y
centenares se ahogaban en el mar, mientras, el hambre y la miseria se extendían
por toda Cuba.
La estulticia de tantos dirigentes de Las Américas
coincidía con la voluntad castrista de subvertir el orden continental para
situar a sus títeres al frente de los gobiernos. Sabían que el castrismo
entrenaba y preparaba a los subversivos, que numerosos académicos, periodistas,
sindicalistas y políticos contaban con el respaldo económico y asesoría de la
dictadura insular, no obstante, se apretaban voluntariamente la soga que tenían
al cuello y eran incapaces de facilitar a los que luchaban en la isla recursos
para que combatieran la tiranía que los asfixiaba a pesar de que los Castro si
entrenaban y armaban a quienes intentaban derrocarlos. Tampoco, cuando la
desesperanza cundió en Cuba, estuvieron dispuestos a abrir sus fronteras a los
que huían, como sí hicieron Venezuela y Estados Unidos.
Lo paradójico del encanto del castrismo es que ni los gobiernos más identificados con la
derecha política, incluidas las dictaduras militares de Argentina, Chile,
Brasil y Paraguay, aunque fuera por elemental sobrevivencia, mostraron disposición a orquestar directa o
indirectamente una conspiración que atacara el centro desde el cual se
fomentaba el derrocamiento de todos.
Pero lo insólito fue que dirigentes democráticos
decidieran no ver que el entramado de odio y sectarismo que gestó el castrismo
era el nutriente fundamental de las
propuestas de Hugo Chávez, quien con los recursos de la nación venezolana y la
falsa imagen de redentor de Luis Inacio Lula da Silva, más la logística del
régimen cubano, reinventaron el socialismo real haciéndolo parecer para los
incautos menos carnívoro.
El Foro de Sao Paulo, bajo el comando de Fidel Castro,
Hugo Chávez, Lula da Silva, Néstor y
Cristina Kirchner, Daniel Ortega y Rafael Correa, fue el principal promotor del
también fracasado Socialismo del Siglo XXI, lo que no hubiera sido posible si
muchos líderes políticos y sociales, como los de la Concertación de Chile junto
a otros dirigentes de la progresía y presidentes legítimamente electos, no
hubieran optado por un silencio cómplice ante las tropelías de los hermanos
Castro y Hugo Chávez.
La constitución de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños, Celac, y la Unión de Naciones Suramericanas,
Unasur, fue consecuencia directa de los planes hegemónicos del castrochavismo
que procuraban en el menor tiempo posible extender su control para manipular el
hemisferio a su antojo. Los mandatarios genuinamente democráticos debieron
haberse opuesto a esas propuestas, pero la corrección política de la unidad
latinoamericana y disentir de Estados Unidos, determinaron su conducta.
Venezuela vive una profunda crisis humanitaria con un
claro origen político, trance al que se incorporó Nicaragua y es de esperar la
Bolivia de Evo Morales, si este sigue
empecinado en perpetuarse en el poder a pesar del plebiscito en el que la
mayoría de la población rechazó otra postulación suya.
Sin embargo, estas tres autocracias no pasan de ser
siervos de la gleba del Castrismo, en consecuencia, lo apropiado es una gestión
colectiva de hombres libres que en asociación con la oposición interna de cada
país, instrumenten una estrategia que termine con el tumor central y sus
metástasis.
Pedro Corzo
@PedroCorzo43
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