Los militares se entrenan para la guerra de las armas,
pero no para la guerra político-doctrinal, y este nuevo viejo frente de
batalla, que intensificó su acción en el período Santos, disparando consignas
en vez de balas, los está horadando, nos agrede a todos y con nosotros al
Estado.
La táctica es deslegitimar la acción del gobierno y de
las FFAA mediante una estrategia de desprestigio basada en la mentira; en la
descalificación personal y profesional de los funcionarios y en la infiltración
en las instituciones del Estado, para carcomerlas ideológicamente, en especial
la educación, el arte y la justicia, con el arma más letal de todas que se
engatilla en la semántica; impacta en el cerebro y multiplica enemigos: la
palabra.
Desocupa el cerebro de la gente al punto que si los
estudiantes piden plata y Duque se las da, siguen protestando; si la asigna a
los cafeteros y al campo, los campesinos apoyan la protesta; si concierta
políticas salariales y laborales con los trabajadores, estos se aborregan ante
sus sindicatos y se unen a la protesta y si destina recursos para mejorar las
vías, los camioneros quieren sumarse al paro, porque lo que les interesa es el
caos y no la superación personal, ni el desarrollo del país; es propiciar la
ingobernabilidad, como dijo el senador Bolívar, para desacreditar a Duque y
tener argumentos para un cambio de sistema en 2022 , sin que la gente
descerebrada perciba el populismo en el discurso de los desestabilizadores.
Cuando el Presidente Iván Duque llega a un municipio,
nombra un funcionario o toma una determinación en favor de las comunidades, se
activa el mecanismo de oposición y cuando tropas y policías llegan a los
pueblos, no los reciben como protectores, sino como violadores, abusadores y
culpables de desapariciones forzadas. Es el efecto de la guerra de distorsión
del pensamiento, que convierte lo malo en bueno y lo bueno en malo. Fecode
adoctrinó estudiantes para que salgan a babosear consignas y las centrales
obreras a los trabajadores, todos pagos por el Estado, picando y queriendo
destruir la fuente que les da la vida educativa, laboral y jurídica.
El 28 de octubre el presidente instaló en Ocaña la
Fuerza de Despliegue Rápido, FUDRA, indispensable para la seguridad y el
progreso del abandonado Catatumbo, y ya el 4 de noviembre circulaba entre
petristas y profarianos el libro “Catatumbo, memorias de vida y dignidad” del
Centro Nacional de Memoria Histórica, que hasta la página 280 hace apología a
la guerrilla como organizador social de las comunidades del Catatumbo y muy
poco de sus horrores, mientras resalta desde la página 293 los crímenes y
brutalidad del paramilitarismo, que se muestran en complicidad con la Fuerza
Pública, como agresora y culpable de los males de la región.
Este libro, que se está usando para que los habitantes
del Catatumbo reciban con hostilidad al ejército, se presenta hoy con acto
ceremonial en Ocaña, para que los “intelectuales” del Catatumbo puedan
despotricar argumentalmente contra el presidente y las FFAA, mientras el ELN,
hace circular un panfleto en el cual previene que las brigadas odontológicas,
médicas, etc., del ejército, son en verdad avanzadas de la nueva violencia de
Estado.
Durante 8 años Santos dio vía libre al adoctrinamiento
general y dejó al pueblo en disposición de respaldar a Petro, cuya victoria no
hubiera significado la simple transición en el gobierno entre un partido
democrático y otro, sino la suplantación de la democracia por un Estado
totalitario, con experiencias fatales en la Latinoamérica de Castro, Lula,
Ortega y otros apologistas de la violencia, que vendieron una fachada
socialista, para fungir ellos mismos como Estado y succionar sus recursos hasta
arruinarlo.
Era la suerte que esperaba a Colombia y que se frustró
con la victoria del presidente Iván Duque.
Ahora que tenemos la posibilidad de un futuro
promisorio, con la conducción de un estadista de verdad, no podemos permitir
que lo arruinen los partidarios de la polarización, de la rabia y del interés
de quienes abanderan ideologías violentas y arcaicas.
Las marchas y las protestas contra un gobierno que
inicia y que está dispuesto al diálogo nacional, no tienen otro fundamento que
la imbecilidad
Mario Javier Pacheco
@mariojpachecog
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