Cuando comenzó el mandato de lo que
algunos insisten aún -muy pomposamente por lo demás- en denominar la quinta
república, Venezuela contaba con innumerables medios de comunicación social.
Los tradicionales representados por periódicos, semanarios y revistas. Los que
se emitían a través de las llamadas “ondas hertzianas” y por los diversos
medios televisivos. Independendientemente de las características propias de los
mismos (entretenimiento en general, deportes, farándula etc.) donde el
periodismo a través de los “fablistanes” –en el mejor sentido del término-
constituye el cimiento y una fuente insoslayable de carácter informativo y
formativo. Al igual que los opinadores cotidianos o columnistas. Muchos de
éstos últimos no ostentan la cualidad formal de ser comunicadores sociales cuyo
título se deriva como consecuencia de la formación universitaria. Todos
constituyen sin duda alguna un baluarte cierto para la formación de la opinión
pública.
Conocemos y damos por hecho que los
periodistas y opinadores necesitan de los medios necesarios para cumplir a
cabalidad su rol. Para ello es menester contar con el instrumento idóneo
(escrito, televisivo y radial) y poder
así cumplir con los propósitos
previamente establecidos. Crear el instrumento y así establecer y
cimentar apropiadamente el plan estratégico diseñado es obra de empresarios.
Para ello es necesario utilizar órganos con personalidad jurídica propia a
través de los mecanismos jurídicos asentados en el Derecho Mercantil. Una vez
constituida la empresa o sociedad mercantil (No siempre sus dueños y promotores
son periodistas) se procede a iniciar la encomiable aventura.
Los objetivos o misión de la empresa son
siempre disímiles. Quizás tienen un loable mínimo común denominador: Informar
con objetividad, veracidad y crear opinión pública. De igual modo (y no es
criticable en modo alguno) el de obtener ganancias monetarias lícitas. También
muchas de las cabezas empresariales –dentro de los particularísimos propósitos
estratégicos establecidos- aspiran en constituirse en una especie de pivote
generador de influencias políticas, económicas y sociales. Las que otorga sin
duda alguna el denominado “quinto poder”. De tal manera que les permita incrementar -dentro de
determinados parámetros- su patrimonio. En este último tópico surge
recurrentemente la eterna contradicción existencial universal entre la ética
–postulado como un valor irrenunciable en la formación de la condición humana
integral- y las siempre tentadoras y humanas ganancias materiales. Muchas de
estas últimas suelen estar ubicadas en “el filo de la navaja”. Al no ceñirse
puntualmente a la legalidad los detentadores de dichas ganancias son
sancionados por el derecho penal.
Las “distorsiones republicanas del
periodismo” como factor de presión político ya lo habíamos constatado en los
últimos veinte años de la democracia establecida el 23 de enero de 1958. Dos
conocidas “cadenas” periodísticas habían “descubierto la pólvora” y venían
recibiendo -como contraprestación indigna- retribuciones económicas y políticas
como pago por sus indignidades. Por su la falta de equilibrio informativo y
manipulación en la línea editorial. Este desbalance comunicacional era y es a
todas luces ostensible. De igual modo las radio emisoras y televisoras –con sus
propias características- hacían uso del “corazoncito” que todos llevamos dentro
como elemento definidor en sus conductas; no muy discretamente que digamos.
Entre 1948 y 1958 (gobiernos de milicos)
la dictadura militar utilizó la siniestra figura del censor. Vitelio Reyes (“el
hombre del lápiz rojo”) le cupo el deshonor de ejercer a cabalidad tan
repugnante oficio. El Nacional burló -en una oportunidad- el oprobio y publicó
la foto de la Junta Militar de Gobierno con el título de “los tres cochinitos”.
La humorada- con innegable valentía- le ocasionó la suspensión del tiraje por
varios días. En aquella oscura y siniestra época no había modo de publicar
información o artículo alguno en la prensa si no habían sido cernidas
previamente por “las horcas caudinas” de la censura instituida. Así de simple.
A partir del año 2002 Chávez (seguramente
mal aconsejado) comprendió que su incipiente totalitarismo era contradictorio
con la llamada libertad de prensa. Entendió que las dictaduras podían utilizar
otros medios – más idóneos y menos escabrosos- para contrarrestarla. (El
dictador Pinochet en 1984 había permitido el retorno de algunos exiliados y el
uso menguado de la libertad en la prensa escrita y en la radio. ¡Jamás en la
televisión! Mientras la tortura, prisión, exilio y asesinatos continuaban sin
descanso alguno). En Venezuela la afluencia de dólares producto del boom
petrolero se hacía sentir. Por ello diseñó la nueva estrategia de control
comunicacional que le ha rendido (al totalitarismo de la “robolución”) cabal
éxito hasta la fecha. La emergente “nueva burguesía” ostentosa y
bullanguera representada por los
“bolichicos” se prestaron gustosamente a “celestinear” la pecaminosa acción.
Compraron El Universal (al día siguiente de la compra me excluyeron como
columnista semanal; junto a otros, “democráticamente” y la Cadena Capriles (Ultimas Noticias). Cerraron RCTV. Compraron
compulsivamente a Globovisión. Liquidaron a diestra y siniestra diversas
radioemisoras y circuitos radiales. Proliferaron como verdolaga, con pago
incluido, las llamadas emisoras o radios comunales. Administran -como con dosis
homeopáticas- el suministro de papel a los pocos diarios que penosamente aún
subsisten. Y, por ahora, no hay pautas publicitarias oficiales a los medios
incómodos; además de la pérfida presión ejercida sobre anunciantes no
gubernamentales. Se ha generado e
inducido la felona “autocensura”.
Comparto el criterio de que los conversos
resultan ser casi siempre -que es como decir siempre- los personajes más cínicos, siniestros y deshonestos. Los
“bocones” de rigor son -al final de cuentas- los tránsfugas más conspicuos. En
el ámbito del periodismo citaríamos como ejemplo al actual director de Ultimas
Noticias. No es ni la sombra de lo que
otrora fue. La izquierda lo tenía casi como un ícono. Sucedió a Héctor Mujica (quien nunca abjuró
de sus ideales manteniendo en su tránsito vital un comportamiento ceñido a la
ética) en la dirección académica de la Escuela de Periodismo en la UCV. El
picaresco personaje de marras ejerce un peculiar, vergonzoso y acomodaticio
ejercicio de su profesión. No solamente propicia una línea editorial tosca y
ruin a favor del totalitarismo. Ejerce una férrea censura a las informaciones y
a la opinión en general. Permite que algunos opositores (escogidos
convenientemente) borroneen cuartillas en las desprestigiadas páginas. Es -en
definitiva- un oscuro personaje que abochorna a muchos que fueron sus
discípulos.
El caso de Globovisión merece también un
comentario aparte. El pertinaz y grosero nuevoriquismo criollo campea petulante
en Venezuela y en el resto del mundo. Acabo de leer -con estupor- la primera
lista de los bienes que le fueron confiscados al propietario en USA. Tanto a
los parciales bienes de él, como los de su socio e insigne amigo. El llamado
“tuerto”. Cumpliéndose a cabalidad el
vetusto axioma: “En el mundo de los pillos el tuerto es rey). Constituye toda
una poesía épica el vulgar, aunque exquisito, dispendio de riquezas producto
del latrocinio. Desde el cambió de dueños me propuse a evitar su sintonía. ¡Por
respeto a mi mismo! En ocasiones para contrastar informaciones cuando se
produce alguna noticia impactante suelo verlo. En cada oportunidad he
constatado que aquellas noticias que tengan que ver puntualmente con algún
tópico sensible al gobierno o a sus intereses sencillamente la obvian. Lo hice
por última vez la semana pasada con motivo a la decisión asumida por las
autoridades judiciales de los Estados Unidos. ¡El silencio ha sido absoluto! Constituye una bofetada, un
desprecio olímpico a la ciudadanía. Prevalido por su condición de amo
empresarial en su feudo se siente intocable. El írrito por ilegítimo Fiscal
General (escogido por la anc) acaba de solicitar medidas de extradición y
congelamiento de bienes contra “el tuerto”; y mira, como gallina a la sal, al
“asegurador goloso”. ¡Piaste tarde pajarito!
Es menester escudriñar con ojos de
boticario diestro todos los nexos políticos y económicos sobrevenidos y
mantenidos en estos últimos años por parte del “dúo dinámico” con determinados
políticos. No se trata de propiciar un inicio cruento de acciones por parte de
los denominados “cazadores de brujas”. De ninguna manera hacer patente una
especie de placer morboso. Hay que señalar los actos de politicastros que se
han beneficiado de tan particulares y generosos Mecenas. Todos ellos muestran
sonrisas complacientes, obsequiosas y casi adulantes en las innumerables
fotografías que se vienen publicando. ¡Son de antología! Está pendiente un
debate en la AN al respecto. Veremos los “mea culpa” y las justificaciones de
rigor. Lo cierto son las ya innumerables acusaciones de los nexos existentes
entre “el tuerto” y el aventajado asegurador con algunos políticos no
oficialistas. Acompañados estos últimos con sus respectivas parentelas;
consanguíneas, afinidad, compadrazgo o de simple compañerismo político. Por
supuesto, surgirán, de nuevo, voces acusatorias de dialécticos de botiquín de
que se hace uso de la “antipolítica”. Que la “unidad” debe prevalecer por sobre
todas las vagabunderías…
Existe también otro singular Mecenas. Se
trata de otro poeta ramplón y frustrado.
Con ínfulas de navegante, para no decir “corsario”. Por provenir de ésta peculiar
“industria” su abrupta, sobrevenida y grosera riqueza surgida a partir del paro
petrolero de 2002. Posee, para variar, un canal televisivo sui géneris que le
permite satisfacer diletantes placeres. Ha participado en diversos escándalos
públicos. “Le mojó la mano” a un
connotado opositor al facilitarle a la policía política el video contentivo de
la pillería cometida entre ambos. También se permitió sufragar (¿Sin pedir nada
a cambio?) los honorarios profesionales -carísimos por cierto- y pagaderos en
dólares contantes y sonantes a los costosos abogados que asumieron la defensa
de “los flores” -ya no de Catia- sino de New York.
La apretada reseña de la actuación pública
por parte los novísimos dueños de algunos medios de comunicación social, directores
y algunos periodistas que laboran en
ellos merece una profunda reflexión. Pienso que el Colegio Nacional de
Periodistas debería -de alguna manera- emitir su opinión. Sobremanera cuando se
transgreden normas éticas y legales insoslayables. Todas contradictorias con el
ejercicio de la noble profesión.
José Rafael Avendaño Timaury
cheye@cantv.net
https://jravendanotimaurycheye.wordpress.com
@CheyeJR
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